Invertir en la bolsa o invertir en botellas de vinos

Cada día que pasa el mercado de vinos está más caliente, debido al gigantesco mercado chino, obsesionado con las grandes etiquetas de vinos de Burdeos y algunas de Borgoña.

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Suscrito a varias revistas internacionales, me doy cuenta de que viñas enteras son adquiridas por poderosos grupos de inversión de origen chino y están revolucionando el mercado internacional de alta gama en lo que se refiere a la obsesión tinta, por así decirlo.

El inestable mercado bursátil ha hecho que tanto personas físicas como jurídicas hayan fijado su atención en la compra de botellas de vinos provenientes de los grandes chateaux, una inversión no solo segura sino que, con el pasar del tiempo —si aquellas fueron bien adquiridas— gana un valor increíblemente superior al de adquisición, convirtiéndose en una inversión totalmente segura.

Estas inversiones se realizan a través de empresas especializadas que ya vienen trabajando y con mucha experiencia en este tipo de negocios. La inversión mínima es de USD 500.000 y puede ir muchísimo más arriba. Pero las mismas empresas responsables de captarla recomiendan que este tipo de inversión no sobrepase el 10 % de la capacidad de aplicación que tiene el cliente. El motivo esencial es que, si bien el producto seguirá cotizándose favorablemente, el mercado debe tener buena salud el día en el cual uno quiera vender, para que le paguen el precio de mercado por la botella de vino.

En la medida que China continúe evolucionando y su apetito por este tipo de producto siga siendo voraz, no se perfilan en absoluto inversiones erradas por el momento.

También se puede notar que, en los estratos sociales altos, decir que se tiene invertido un  millón de dólares en un fondo de vinos da muchísimo más estatus que decir “tengo ese mismo monto aplicado en mi caja de ahorros”, afirman los especialistas en finanzas internacionales.

Sabemos que Europa está en una gran crisis financiera que ya data de unos años; la viticultura de ese continente la está sufriendo muchísimo, pero los grandes chateaux no la sufren en absoluto, ya que sus ventas continúan en franco crecimiento y a precios cada vez más elevados. Los pequeños productores con vinos de excelente calidad y de precios accesibles no consiguen penetrar en ese mercado de lujo simplemente porque sus etiquetas no llevan ese texto impreso denominado “Grand Cru”, creado por primera vez en el año 1855 en la ciudad de París, cuando se realizó la primera gran Exposición Mundial para la cual fue construida específicamente la Torre Eiffel, y desde entonces quedó allí como símbolo de esa ciudad.

La clasificación de Grand Cru es actualizada regularmente por el INAO (Instituto Nacional de Apelaciones de Origen) en Francia; no solo es un gran honor para las bodegas poder exhibirla, sino que, sobre todo, es una garantía de éxito comercial.
Preciados lectores, ¡salud! y hasta el próximo sábado.

oligayet@hotmail.com

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