El mundo de los vinos y los aromas

Muy a menudo doy cursos de introducción al mundo del sommelier, habitualmente en cinco módulos que, en total, suman más de 20 h de clases. Los participantes aprenden, disfrutan, se hacen amigos y, sobre todo, deliberan sobre muchos temas que tal vez hace años rondan en la cabeza de los enófilos participantes.

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Una pregunta común es el tema de la “barrica”, para qué sirve y qué beneficio le da al vino. La verdad es que ya hemos tratado eso en estas páginas en varias ocasiones, así que no creo conveniente repetirlo.

Otra pregunta repitente es “cuánto tiempo se puede guardar el vino” y esto sí creo interesante repetirlo. Para poder guardar un vino son necesarios dos factores importantísimos: el primero es que el vino tiene que ser elaborado desde sus inicios por el enólogo para poder hacer guardar en botella. No todos los vinos “con el tiempo quedan mejor” como muchos piensan, o escucho muy a menudo la frase. 

Punto dos, teniendo en manos una botella que sí está elaborada para hacer envejecer (“hacer guarda”), uno debe tener el lugar adecuado para estibar la botella. Ese sitio debe ser sin luz, sin movimiento, a temperatura entre 14 y 18 ºC, pero constante, día y noche, las 24 h. Esta es la única forma en que un vino puede guardarse por cinco años o más sin que la bebida sea alterada en su composición química.

Cuestión de bacterias

Y ahora, el tema de los aromas… Eso intriga a muchos, cómo es que en el vino hay aromas a frutilla, menta, durazno, cuero o, inclusive, la flor del jazmín; todos estos aromas los encontramos comúnmente en muchas bebidas. En algunas variedades, estos aromas se intensifican más que en otros, y eso que pueden ser vinos que provienen de la misma zona, viñedo y misma añada. Aun así, no tienen el mismo aroma, ya que cada una de las 4800 variedades de uvas vitiviníferas que hay retienen bacterias diferentes en su piel, que al momento de fermentar producen aromas diferentes que quedan impregnados en el líquido durante el proceso fermentativo del mosto al vino. 

Es así mismo. Los aromas provienen de las bacterias que, cuando fermentan, producen gases, estos tienen aromas y, al estar en contacto con el líquido, dejan constancia de su presencia y contacto, aromatizando el líquido que es lo que nosotros después percibimos en el vino al momento de descorchar una botella y servirnos en la copa.

Hoy en día, estas bacterias ya están muy bien químicamente reconocidas y hay vinos a los que se les agrega bacterias durante la fermentación para que luego se tengan aromas a banana, caramelo, vainilla, etc. Es algo muy eficaz y que se utiliza mucho, sobre todo en los vinos llamados económicos, en los que hay mucho más aroma que sabor propiamente dicho.

Como entenderán entonces, no es como muchos piensan que a los vinos se les agrega esencia de chocolate, tabaco, frambuesa o melón. Los aromas son naturales y provienen del proceso fermentativo en el cual las bacterias tienen un rol superimportante.

Espero que así un mito haya caído y que todos aquellos amantes del vino sigan disfrutando de sus bondades.

Apreciados lectores, ¡salud! y hasta el próximo sábado.

oligayet@hotmail.com

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