La provincia jesuítica del Paraguay

Desde su llegada hasta 1590, aproximadamente 10 ciudades y unas cuarenta colonias habían sido fundadas por los europeos en tierras sudamericanas, donde se instalaron sometiendo a los pueblos originarios de diversas maneras.

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El sometimiento, obviamente, fue a la fuerza; en otros casos fue a voluntad. Lo cierto es que para ello se constituyeron instituciones o sistemas tales como la mita o la encomienda para tratar de ordenar social y legalmente la relación de los conquistadores con los indígenas.

El esfuerzo que al fin y al cabo se realizó para tratar de evitar o controlar el abuso de los europeos por sobre los indígenas, no siempre dio resultados positivos. Revueltas y enfrentamientos fueron la constante hasta que las dos órdenes religiosas más importantes de la época llegaron a estas tierras: primero los franciscanos, luego los jesuitas.

La Orden de Jesús llegó a América y al Paraguay en la segunda mitad del siglo XVI y desde el primer instante en tierras paraguayas iniciaron su labor con la fundación de pueblos en las zonas de influencias de los nativos, aglutinándoles alrededor de una idea comunitaria que les llevaría por casi 150 años a permanecer dentro de un orden y estructura social, política y económica que les hizo autosustentables y generó malestar en los colonizadores.

La labor que le cupo a los jesuitas fue sumamente importante de muchas maneras. Las reducciones, con el tiempo se convirtieron en pueblos y ciudades; los talleres, en oficios para los indígenas; el conocimiento, el desarrollo de las artes, la ingeniería y la arquitectura; el fomento de la agricultura, la educación y la estructuración del idioma guaraní alrededor de un alfabeto son hitos fundamentales para la conformación a futuro de una nacionalidad paraguaya, sobre todo a partir de la conformación de la Provincia Jesuítica del Paraguay o Paraqvaria en 1604, cuyo 410 años son recordados en este año 2014.

Aquella Provincia eclesiástica había sido ordenada constituirse, como se indicara, en febrero de 1604 pero no fue hasta 1607 que se consolidó tras la estructuración de sus límites con dos obispados, una en Buenos Aires y otra en Asunción, respectivamente. La sede principal, en la que residía el padre provincial o jefe de todos los jesuitas de dicha provincia, fue la ciudad argentina de Córdoba. El primero de todos ellos fue el padre Diego de Torres Bollo entre 1607 y 1615.

La prolífica y fructífera labor de los jesuitas en estas tierras terminó abruptamente en 1767 cuando el rey de España Carlos III, a través de la Pragmática Sanción del 27 febrero de ese año, ordenó la expulsión de la orden de todos los dominios de la corona. Recién en 1814 el papa Pío VII, bula mediante, levantó la sanción y la compañía fue restaurada públicamente volviendo a retomar sus actividades normalmente.

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