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Todos los educadores y educadoras que nos creemos cristianos estamos obligados a conciencia a inculcar este misterio infinito dela Trinidada todos los niños, niñas y jóvenes cuya formación para la vida ha sido confiada a nosotros por la sociedad.
Lo que sí tenemos vedado, prohibido, es OBLIGAR a nuestros educandos y educandas a ACEPTAR bajo presión de ninguna índole nuestras creencias religiosas o de otra naturaleza que no sean las que reciben de sus primeros educadores, que son sus padres, en el hogar.
Pero eso no quiere decir que debemos callar, silenciar o esconder nuestra fe. Al contrario, más que nunca estamos llamados a aplicar la pedagogía testimonial, vivenciando y dando testimonios de nuestra creencia en un Dios; y sobre todo, en nuestro caso, cuando creemos en un DIOS-AMOR.
Por todo lo señalado, una vez más, manifestamos en esta columna nuestra admiración sincera, grata y respetuosa hacia los maestros y maestras menonitas, en cuyas aulas educativas, estamos seguros, se pasea Dios. Pero un Dios alegre, dicharachero, generoso y amigo, que ora acompaña a cada estudiante para lograr un mejor aprendizaje, ora ayuda al maestro o maestra inspirándole/a a hacer una mejor transferencia de conocimientos, u ora sentándose al lado del papá o la mamá de cada niño, niña o joven para apoyarlo/a en la primera educación de sus hijos e hijas.
Y decimos con absoluta seguridad que Dios se ha de pasear en sus aulas educativas porque SIEMPRE, en cuanta institución educativa menonita acudimos desde ABC Color, somos testigos de que se invoca a Dios. Y uno se siente tan bien, tan inspirado, tan motivado, tan bien acompañado, guardando un profundo respeto hacia todos.
En nuestros viajes por el país, FELIZMENTE, en muchas otras instituciones educativas del Paraguay, dirigidas netamente por paraguayos o paraguayas YA HEMOS CONSTATADO TAMBIÉN esta HERMOSA COSTUMBRE. Es decir, el INVOCAR LA PRESENCIA DEL SEÑOR EN NUESTRAS AULAS, dirigiéndole nuestra petición acompañada de una sencilla oración.
Les podemos asegurar que esos breves minutos de reflexión con que ayudamos a nuestros niños, niñas y jóvenes a elevarse a Dios valen más que todas las didácticas o las técnicas de enseñanza-aprendizaje que se nos ocurra aplicar en clase. Probar no cuesta nada.
Ojalá que el Dios Resucitado nos ayude a aumentar nuestra fe en Él y así santifiquemos siempre nuestra nobilísima labor docente, invocando su presencia junto con nuestros alumnos y alumnas para lograr la mejor educación humanista y cristiana, que permitirá a nuestros hijos e hijas tener una mejor vida en el presente y en el futuro.