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De esta manera, el año lectivo nos propone una breve pausa en nuestras entregas; con esto también damos un corte a nuestro tema relacionado con los municipios. Hemos intentado ilustrar la vida de las comunidades y autoridades, y el papel de la ciudadanía con las directivas de la Ley Orgánica Municipal n.° 3966/2010.
Para coronar nuestro año y nuestras entregas, hablaremos un poco de la historia del pesebre, cuyo acontecimiento máximo lo celebramos en la Navidad.
El pesebre más antiguo data del año 343 y mostraba al Niño Jesús en una cuna acompañado por las figuras del asno, buey y algunos pastores. Ya en el siglo IV aparecieron las figuras de los tres Reyes Magos, de quienes se tiene recuerdo en el Evangelio de Mateo: «Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”».
En los primeros siglos fueron muy comunes los pesebres vivientes, hasta su prohibición en 1216 por parte del papa Inocencio III debido a algunas exageraciones que protagonizaban los actores. Durante la Edad Media, con la protección de los mecenas y el apoyo de los clérigos, la creatividad de los artistas se volcó a reproducir los temas bíblicos y exponerlos en las iglesias. Carlos III, quien era muy religioso, estimuló a los artesanos para recrear los pesebres, y hasta él mismo intervino en la creación de las figuras de su propio pesebre.
Hacia 1790 nació un nuevo gusto por los pesebres; uno de los religiosos que impulsó la devoción fue San Francisco de Asís y los padres franciscanos, desde Italia, lo trasladaron a España, donde se enriqueció con la fuerza interpretativa, aumentando en su aspecto escenográfico y la ubicación de los ropajes de los personajes según la ciudad o región. Desde España se trasladó hacia el Nuevo Continente.
El pesebre paraguayo huele a flor de coco, azahares, figuras de barro y frutas de estación. No importa el material, la suntuosidad o humildad con los que esté realizada la recreación viva del Nacimiento, sino el entusiasmo y la emotividad con los que la familia lo prepara.