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Viéndose ante un caso de magia, y no conociendo ningún sortilegio más poderoso, no podían los dioses hacer gran cosa, sobre todo estando tan hambrientos y cansados. De modo que aceptaron las condiciones del ave.
—De acuerdo —dijo esta—. Prendan de nuevo la hoguera, y la carne se asará en cinco minutos.
Empezaron de nuevo. Y tal como había indicado el águila, el asado estuvo a punto en cinco minutos.
El ave se posó en el suelo con un ensordecedor aleteo y lanzando un asfixiante polvo de cenizas sobre los presentes. Cuando se disipó la nube de ceniza vieron que el avaricioso monstruo estaba engullendo la preciada carne en un tiempo récord. La mayor parte del alimento desapareció en el estómago del águila, de forma que cuando los dioses acabaron de frotarse los asombrados ojos, apenas quedaba el esqueleto.
Loki había sido siempre un gran comilón y, como la boca se le hacía agua, apretó los puños y empezó a pensar en cómo vengarse del engaño del águila. En el suelo, bajo el roble, había una rama muy grande, rota sin duda por la tormenta. Loki la aferró con ambas manos y, utilizándola como una maza, la lanzó al ave. Esta, veloz, dio un par de saltos, pero no pudo impedir que el extremo del palo le golpease entre las alas y se introdujera allí. El águila seguía saltando, y Loki fue derribado y arrastrado por el suelo. Trató de soltar la rama, pero no podía hacerlo; sus dedos continuaban aferrados al extremo de la rama y todos los esfuerzos del dios por liberarse resultaban inútiles.
Con grandes zancadas y un monstruoso batir de alas, el águila empezó a correr para emprender el vuelo, arrastrando a Loki en su seguimiento. Una vez en el aire, el águila volaba a la altura justa para que las piernas de Loki fuesen chocando dolorosamente contra las rocas, así que el desdichado aullaba:
—Alto! ¡Alto! ¡Déjame bajar al suelo!
El águila le miró con sus ojos feroces, y el enorme y curvado pico le pareció a Loki más terrorífico aún; pero el ave no dijo nada.
Loki tenía la sensación de que le iban a arrancar los brazos del hombro, y chillaba a pleno pulmón, rogando al águila que le soltase. Pero ella se elevaba más y más, volando con mayor rapidez todavía.
Cuando el águila calculó que su víctima estaba ya bastante aterrorizada, dijo:
—Yo soy el gigante Thiazzi. Y entérate de esto: no te soltaré, excepto quizá cuando esté a diez mil metros de altura, si antes no juras solemnemente que me entregarás a la diosa Idunn. Atráela con astucia para que salga fuera de las murallas de Asgard a un sitio en que pueda apoderarme de ella sin problemas. Y que la diosa traiga consigo la cesta de las manzanas de oro.
Volaban ya a tal altura, que Loki se preguntó si no estarían a diez mil metros. Allá abajo, Odín y Henir eran meros puntitos, y todo el rebaño de vacas rojizas, apenas unas manchitas coloradas.
—¡Lo que sea, lo que sea! ¡Lo juraré todo! —gimió, jadeante, Loki.
—¡Mal te irá si no cumples tu juramento! —graznó Thiazzi.
Y para asustar aún más a Loki se dejó caer desde el cielo como una piedra, yendo a tal velocidad en su desplome que el corazón de Loki se le subía a la boca. Luego, a una distancia del suelo equivalente más o menos a la altura de un hombre, Thiazzi soltó a su presa, y Loki cayó a tierra con un buen golpe.
Frotándose los doloridos brazos y los hombros, y compadeciéndose a sí mismo, Loki volvió cojeando al lado de sus camaradas. Presentó sus excusas, pero sin decirles una palabra de cuanto le había sucedido con el gran pájaro. Ninguno de los tres dioses estaba muy contento de su aventura, así que decidieron en el acto dar media vuelta y regresar a Asgard.
I. Escribe un resumen del texto leído.
II. Responde. ¿Cómo crees que seguirá la historia?
Sobre el libro
Título: Colección trotamundos
Editorial: ARRAYAN