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«El profesor o profesora es alguien que transmite humanidad, que transluce una concepción de cómo entender el mundo y la existencia. Por esto nunca pueden ser reemplazados por una máquina digital, ni por una realidad virtual, porque a la postre, la educación se resuelve en un encuentro de personas». Javier Tourón Figueroa.
Necesitamos luchar por una escuela que haga gala y transmita a todos sus alumnos una mentalidad de crecimiento, la convicción de que, «con la debida enseñanza y las herramientas necesarias» (Carol Dweck), todos somos capaces de alcanzar las metas que nos propongamos. Pero también una escuela que promueva la singularidad de cada alumno, e impulse una cultura que anime a cada uno de ellos a buscar su propio camino, guiados por su perfil, intereses, pasión, habilidades y fortalezas. Una escuela en la que brillar sea genial, y todos se sientan capaces de hacerlo, no por su propia condición genética, sino gracias al impulso, estrategias y herramientas de sus docentes.
En una escuela inclusiva, ser talentoso está no solo permitido, sino que se valora profundamente. La inclusión implica reconocer y celebrar la diversidad de habilidades, talentos y capacidades de todos los estudiantes, independientemente de sus diferencias. El talento puede manifestarse de muchas formas: en las artes, las ciencias, el deporte, la resolución de problemas, el liderazgo, la creatividad, entre otros.
El entorno escolar inclusivo busca ofrecer a cada estudiante las oportunidades necesarias para desarrollar su potencial al máximo, adaptándose a sus necesidades individuales. Es importante que los estudiantes talentosos reciban los apoyos adecuados para que su desarrollo sea óptimo y que, al mismo tiempo, los estudiantes con otras dificultades también tengan espacio para aprender y crecer.
En una escuela inclusiva, el talento no debería ser visto como una carga para el docente, sino como una oportunidad para enriquecer el aprendizaje de todos los estudiantes. Un docente en un entorno inclusivo tiene la capacidad de identificar y valorar las diversas habilidades y talentos de sus alumnos, adaptando sus estrategias de enseñanza para que todos tengan la oportunidad de brillar y desarrollarse según sus fortalezas.
En lugar de percibir el talento como un desafío adicional, los maestros pueden utilizar enfoques diferenciados, actividades personalizadas y trabajar en conjunto con otros profesionales para apoyar a los estudiantes talentosos. De este modo, el talento no solo se asocia con el rendimiento académico sino que se convierte en un motor de inclusión, ya que fomenta la diversidad de aprendizajes y permite que cada estudiante avance a su propio ritmo, en un ambiente de respeto y cooperación para enriquecer la comunidad escolar.
