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Cuando las cosas estaban tranquilas en Asgard, tanto Odín como los demás dioses recorrían los bosques para ver cómo andaban los diversos asuntos allí; a menudo se disfrazaban, ya que la gente se ponía nerviosa si sospechaba la presencia de alguno de los Ases.
Cierta radiante mañana, Odín, en compañía de Loki y de Henir, salió de Asgard a pie, y vagó por las montañas rumbo al norte, sin darse cuenta de que cuanto más se alejaba más desértico iba tornándose el paisaje. No se veía vivienda alguna, lo cual significaba que no habría comida.
En aquella época, cuando los hombres eran pocos y vivían muy dispersos entre sí, era un deber el dar la bienvenida a los extraños y ofrecerles algo de comer, amén de un lecho donde pasar la noche. Odín indicó a Henir y Loki que miraran bien buscando cualquier señal de humo que saliera de un hogar. Pero en todo el día no vieron nada, así que aquella noche debieron envolverse en sus capas de lana y echarse a dormir, hambrientos, sobre el duro suelo.
Llegado el siguiente día prosiguieron su avance y, aunque el aspecto del terreno mejoraba, tampoco veían señales de vida y tenían dificultades para hallar comida y bebida. Hacia el mediodía, cuando sus vacíos estómagos empezaban a sonar, descendieron hasta un fértil y boscoso valle, donde un rebaño de ganado mayor, de pelaje rojizo, estaba pastando en un prado junto a un arroyuelo. Los tres dioses atraparon un novillo y pronto lo tuvieron en un asador que fabricaron con las ramas de las inmediaciones.
Cuando el animal parecía ya bien salado, y las bocas de las divinidades producían saliva en abundancia ante el pensamiento de las jugosas tajadas de carne, los dioses afilaron sus cuchillos contra unas piedras y dieron una patada a las brasas: pero se encontraron con que la carne seguía tan cruda como al principio.
Pacientemente, volvieron a encender la hoguera y esperaron otra hora antes de apagar el rescoldo. La carne seguía sin asarse, incluso más fría y cruda que antes, a pesar de haber estado ya dos veces en el centro de una ardiente llamarada.
Henir se rascó la cabeza:
—Aquí está pasando algo muy raro —refunfuñó, al tiempo que hurgaba, hambriento, en la carne con su cuchillo.
Había cerca un gran roble y, por encima de sus cabezas, escucharon voces que procedían de él. Odín giró rápido sobre sí, gritando enfurecido:
—¿Qué pasa? ¿Qué están diciendo?
—La carne no se asará hasta que yo lo diga —dijo la voz procedente del roble.
Odín, Henir y Loki se quedaron en pie mirando hacia la copa del árbol. Odín preguntó:
—¿Quién eres tú?
En la copa del roble, encaramada sobre una gruesa rama, que sin embargo se doblaba bajo su peso, un águila gigantesca respondió:
—Es inútil. La carne no estará lista hasta que yo lo ordene.
—Bueno, pues da la orden —le soltó, cortante, Odín.
—No pienso hacerlo hasta que prometan dejarme comer a mí la primera hasta hartarme. Luego dejaré que siga asándose hasta el final.
Aprende más
I. Escribe todo lo que sepas acerca de:
1. Odín:
2. Los Aesir:
3. Loki:
II. Responde. ¿Cómo crees que seguirá la historia?
Sobre el libro
Título: Colección trotamundos 8
Editorial: ARRAYAN