¿Por qué los programas sociales no reducen la pobreza?

La edición n.° 29 de la revista Economía y Sociedad, del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep) presenta el artículo bajo la autoría de Verónica Serafini quien intenta desentrañar las posibles respuestas a esta pregunta.

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Después de que la Secretaría Técnica de Planificación (STP) y la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) dieran a conocer los nuevos datos de pobreza, una de las primeras reacciones de la ciudadanía y la prensa fue preguntarse por qué los niveles de pobreza se mantuvieron a pesar de las políticas sociales. Las posibles respuestas son varias.

En primer lugar, los programas específicamente focalizados en las poblaciones en situación de pobreza, como Tekoporã y Abrazo, no tienen como objetivo reducir la pobreza de ingreso. Tekoporã está dirigido a las familias en situación de extrema pobreza y vulnerabilidad que cuenten entre sus integrantes a niños, adolescentes, personas con discapacidad y mujeres embarazadas. Su objetivo es romper la transmisión intergeneracional de la pobreza, posibilitando que las niñas y niños de estas familias ejerzan sus derechos para mejorar sus oportunidades futuras, Abrazo es un programa de prevención, intervención y protección a niños, niñas y adolescentes que realizan actividades económicas en espacios públicos, olerías, vertederos y agricultura.

Estos programas buscan crear las condiciones necesarias para que los niños y niñas permanezcan en la escuela y accedan al sistema de salud, de manera que, en el largo plazo, el capital humano acumulado les permita romper con su historia de pobreza a través de sus mejores condiciones laborales. Por lo tanto, sus impactos se empezarán a ver recién en mediano plazo. En el corto plazo deberían tener como efecto una menor deserción escolar, menor incidencia del trabajo infantil y menor prevalencia de enfermedades.

Las políticas no son milagrosas. No se les puede pedir que tengan un resultado para el cual no fueron diseñadas.

En segundo lugar, los programas de transferencias monetarias podrían tener impacto en la reducción de la pobreza si las sumas desembolsadas en efectivo fueran suficientes para sobrepasar el costo de una canasta básica de consumo.

Los datos proporcionados por la STP y la DGEEC son de pobreza de ingreso. Es decir, cuantifican la cantidad de personas en situación de pobreza, según sus ingresos se encuentren por encima o debajo de un determinado nivel. Por ejemplo, una vez determinado que el costo mensual por persona de una canasta básica de consumo (o línea de pobreza) ascendía a G. 626.159 en el área metropolitana de Asunción y a G. 386.388 en el área rural en el 2014, con esta forma de medir la pobreza, eran pobres todas las personas cuyos ingresos se encontraban ese año por debajo de esos valores.

Por tanto, si se busca que los programas con transferencias en efectivo disminuyan la pobreza de ingreso en el corto plazo, estas transferencias deben cubrir la brecha de ingreso. Es decir, ser suficientes para que los ingresos propios de las familias más las transferencias recibidas superen la línea de pobreza.

Las transferencias entregadas por Tekoporã y Abrazo son, en promedio, de alrededor de G. 200.000, cifra muy alejada de la referida línea, incluso de la de pobreza extrema. Dicho de otra forma, si quisiéramos que estos programas reduzcan la pobreza de ingreso habría que elevar en más del 50 % los actuales montos de las transferencias en efectivo.

La pensión alimentaria para adultos mayores que en el 2014 fue de G. 414.000 tiene una mayor capacidad para reducir la pobreza, especialmente la extrema, ya que este monto es superior a la línea de pobreza, pero solo en el área rural, no así en las zonas urbanas.

Lo que estos programas sí podrían estar haciendo es reducir la intensidad o profundidad de la pobreza. En el 2014, los ingresos de la población pobre del país guardaban una distancia de 35,3 % de la línea de la pobreza: el porcentaje del valor de la canasta básica de consumo que, en promedio, un hogar pobre no logra cubrir con sus ingresos. Este indicador viene disminuyendo paulatinamente, probablemente debido a la expansión de los programas Tekoporã y de pensión alimentaria para adultos mayores. Pero la medición de la contribución de los programas sociales en la incidencia y la intensidad la pobreza requiere estudios actualizados y de mayor profundidad.

En tercer lugar, aunque los tres programas que entregan transferencias pudieran tener como efecto potencial la reducción de la pobreza de ingreso, su cobertura todavía es relativamente baja como para afectar el promedio nacional.

La cobertura actual de Tekoporã es de 100.000 familias y, según los datos más recientes, existen más de 1.500.000 personas en situación de pobreza, la mitad de ellas en pobreza extrema. Esto significa que el programa debería, por lo menos, duplicar su cobertura para llegar a las familias en pobreza extrema de ingreso y ni aún así cubriría a la totalidad.

La meta del programa Abrazo para este año es de 7700 niños y niñas, mientras que la Encuesta Nacional de Empleo Infantil y Adolescente (Enalp) señala que existen más de 400.000 niños y adolescentes trabajando en el país.

La pensión alimentaria para adultos mayores tiene una cobertura actual de casi 140.000 personas. Si consideramos la cantidad actual de personas adultas mayores en situación de pobreza de ingreso, también este programa debería ampliarse en, por lo menos, 50 % más.

Los demás programas sociales –salud, educación– tienen un impacto importante en la reducción de la pobreza de ingreso, pero también a mediano y largo plazo. La política de salud, en particular, es imprescindible para reducir el riesgo de permanecer o caer en la pobreza en el corto plazo, debido a la ocurrencia de enfermedades en la familia o la muerte de uno de los proveedores.

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