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“La desigualdad: un reto para superar la pobreza” fue el tema abordado por la exministra chilena del primer gobierno de la actual presidenta Michelle Bachelet, durante su visita a nuestro país para una conferencia organizada por el Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep). A su criterio, la región debe medir la pobreza desde un punto de vista más completo, aunque el tema central de discusión hoy día es la desigualdad.
¿Cómo define la pobreza? Parte de una polémica que está instalada hoy día a nivel mundial. En América Latina tenemos una forma de medirla muy unilateral, estrictamente a partir de los ingresos del hogar. Estos son circunstanciales; las más de las veces, normalmente, la población más vulnerable no tiene ingresos fijos y, entonces, por razones estrictamente temporales, cuando se aplica una encuesta, pueden estar trabajando o no los miembros del hogar. Entran y salen de la pobreza.
No refleja la realidad. Refleja la realidad, pero solo en una dimensión: la de los ingresos, pero el gran debate en la región, precisamente con este asunto de las desigualdades, las vulnerabilidades, en rigor, de la falta de derechos sociales, es que hay toda una tendencia mundial a medir la pobreza según condiciones multidireccionales, en las que el ingreso es una de las variables a medir.
¿En qué países se aplica esto? En México, Bolivia, Chile. Normalmente, otras dimensiones a medir son: acceso y calidad de la salud, educación, justicia, vivienda, medioambiente; son las variables más importantes. Usted puede ser pobre de ingresos, pero no pobre en la educación.
¿Cómo se hace la medición multidimensional? Estas encuestas, llamadas de hogares, que son las que se utilizan, preguntan sobre todo esto. Se construye un índice: en la familia ven cuántos acceden a educación, la población con hijos en edad de estudiar, a qué colegios van. En salud, cuántas enfermedades tuvieron en el año, adónde acudieron, si tuvieron que pagar o no. Se construye un índice, como se hace con los ingresos, pero se lo extiende a educación, salud; un índice que habla de pobreza multidimensional.
Tiene que ver mucho para evitar eso que llaman “Riesgo de la vulnerabilidad”. El gran tema de América Latina no es el de la pobreza absoluta. Se puede combatir estadísticamente la pobreza, y hoy día en el Paraguay es muy notorio; está presente en todos los países de la región que usted puede salir de la pobreza, pero ingresa a grupos llamados sectores medios nuevos, que son muy frágiles económicamente, con poca base educativa. Si se enferman, es una catástrofe familiar y, entonces, todo lo que conquistaron con subsidios, que les permitieron superar la línea de pobreza, se viene abajo.
Es la desigualdad. El gran tema es la desigualdad en los accesos a la educación, justicia, salud, calidad de la provisión de servicios. América Latina es la región más desigual del planeta. El Paraguay es el tercer país más desigual de Latinoamérica. Puede tener relativo éxito respecto a los que están viviendo en extrema necesidad; lo único que dejan son familias muy indefensas con alta vulnerabilidad.
La deuda sería la desigualdad. Ese es el gran tema precisamente. Si los países están creciendo, como el Paraguay, entonces han tenido éxito en reducir parte de la pobreza. La pregunta es: ¿por qué si eso está ocurriendo, no estamos construyendo clases medias con algunas seguridades económicas importantes, que pueda uno decir que son capaces de enfrentarse solas al mercado? ¿Y por qué razón son tan precarias? El origen es la desigualdad.
En Sudamérica, ¿esto tiene que ver con los tipos de Gobiernos que se han instalado? Los Gobiernos de derecha o centro derecha han apostado al crecimiento como la herramienta para superar la pobreza y desigualdad. Creo que a esta altura, después de 30 años de estas pruebas, se demuestra que si bien el crecimiento ayuda a superar la pobreza, genera vulnerabilidad en la región y es el origen de la desigualdad. La desigualdad como discurso, retórica, vocación política, ha sido siempre patrimonio de las izquierdas, pero creo que llegó la hora de decir que en América Latina este ya no es patrimonio de la izquierda, sino un patrimonio a cuidar de las sociedades.
¿Cómo incide esto en el tema político? Usted lo está viendo en la región; mire la paradoja: en estos 10 años se han tenido los mejores en la superación contra la pobreza de los últimos 30 y, sin embargo, se han notado movimientos sociales muy exigentes, precisamente en los países más exitosos. Chile enfrentó en 2011 una movilización estudiantil grande, lo mismo ocurrió en México, Colombia, y en Brasil hemos visto la antesala del Mundial. Hay un clima de efervescencia política que los partidos y Gobiernos deberían registrar.
¿El crecimiento es una condición para buscar una mayor igualdad? Es una condición y, siendo necesaria, es insuficiente.
A partir de eso, ¿cuáles serían las políticas que deberían seguirse para que la igualdad se pueda plasmar en la realidad? En la práctica son tareas mayores. Aquí hay una estrategia de desarrollo que está llamada a ser mirada en su conjunto, no es un conjunto de medidas inconexas. Primero, se deben instalar sistemas de protección de derechos garantizados; los accesos deben ser garantizados a la población. Hay un segundo factor que casi nadie lo ha mencionado: tiene que haber una agenda de igualdad de género. También cuidado infantil a cargo del sector público; que las mujeres puedan salir a trabajar con tranquilidad porque tienen bien cuidados a los niños.
Educación, salud y ¿qué más? Hay una cuestión fundamental: el tema laboral. La precariedad laboral, la informalidad, el trabajo sin contrato ni seguridad social castigan mayormente a los sectores vulnerables e incluso a los sectores medios. El nivel de seguridad social en el Paraguay es muy bajo.
¿Cómo se financian estas políticas? Si no hay una discusión del tipo de política o de pacto fiscal que lo sustente, no es posible. Esa sí es una discusión política de fondo. Significa que quienes tienen más recursos, poder, conocimiento, información, dinero, estén dispuestos a ceder parte de esto para que otros sectores de la sociedad alcancen esto que debe ser garantizado.
Significa que el Estado también debe cumplir con su función de redistribuir correctamente. Por cierto, son las dos caras: una es recaudar, y hoy día, en América Latina, la mayor recaudación proviene de impuestos indirectos como el IVA, y esto pesa más a los de menores ingresos. Debe haber un Estado que gaste progresivamente, que invierta mejor.
¿Es común el problema de gestión en nuestros países? Hay que hacer que la gestión pública sea transparente, auditable, que la ciudadanía pueda controlarla. Si se le da más poder a la sociedad, si la democracia funciona seriamente, los niveles de funcionamiento serían mucho más eficientes. Las capacidades técnicas son fáciles de construir; el punto está en que los sistemas políticos garanticen el mejor funcionamiento y la idoneidad. Implica un cambio en los sistemas políticos.
¿Cómo ve al Paraguay desde fuera? Le voy a hablar a través de las cifras: hice un estudio de 18 países; algunos los conozco mejor y otros no los conozco. Construí cuatro grupos de países, desde los más inclusivos hasta los más excluyentes. El Paraguay se acerca más a los más excluyentes; no está entre los tres peores de exclusión, pero sí entre los tres peores de desigualdad, que no es lo mismo. Sus niveles de pobreza no son tan brutales como en Guatemala, Honduras, El Salvador, etcétera, pero el Paraguay está entre los países más desiguales y con déficit de derechos sociales importantes, que es el verdadero reto a enfrentar.
¿Qué puede pasar si no conseguimos que los países de nuestro continente alcancen más igualdad? Uno tiene que dormir todos los días preguntándose si valió la pena. Si quieren un país que progrese para todos, incluido para quienes más tienen. Hay que mirar a la sociedad de otra manera de como se la ve hoy.
¿Se roba mucho en nombre de la pobreza? En general, no solo en la pobreza. No olvide que la corrupción existe tanto en el ámbito público como en el privado. Del privado se entera poco, pero evadir impuestos es una forma equivalente de corrupción. Por lo tanto, hablamos de sociedades intrínsecamente corruptas, en ese sentido. Cuanto más se profundice la democracia, cuanto más participativa, más escolarizada es una sociedad, existirán las mejores armas para evitar la corrupción, porque es la demanda organizada de la sociedad sobre el Estado para que provea bienes la que garantiza que haya una fiscalización.
¿Cómo se incluye esto en la agenda política? Como se ha hecho hasta ahora: es el imperio, la fuerza, la demanda de la ciudadanía la que crea las transformaciones. No son los iluminados.
rsosa@abc.com.py