Capital social como bien más valioso

La mayoría de los trabajadores no perciben ser considerados el capital más importante de las empresas en las que prestan sus servicios y sus aportes no se utilizan para la optimización constante.

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“Somos una empresa basada en el conocimiento: todo lo que tenemos es nuestra gente”. Si bien esta expresión es escuchada en las organizaciones, la mayoría de los trabajadores no se sienten tratados como si fueran el capital más importante y sus conocimientos no se emplean para la mejora continua de la organización.

Este tema, al igual que el pensamiento estratégico, la competitividad, los procesos de delegación y profesionalización serán analizados durante el Programa de Alta Dirección (PAD 2013), que se desarrollará desde el mes de julio hasta noviembre próximo. Va dirigido a directivos experimentados y ejecutivos con significativas responsabilidades de Dirección. Combinará sesiones en el Bourbon Conmebol Convention Hotel Asunción y clases presenciales en el campus del IAE en Argentina. Para obtener más información, se puede escribir a iaeparaguay@iae.edu.ar

Falta de motivación y compromiso 

La realidad del trabajo hoy nos permite decir que en muchas empresas las personas no se sienten inspiradas ni comprometidas ni libres para poder expresar sus opiniones.

Al mismo tiempo, se comprueba que existen profundas diferencias entre las empresas, tanto en la conducta, las aptitudes y las actitudes de los empleados, como en el rigor y la corrección de la política y las prácticas hacia el personal. Estas diferencias tienen un influjo significativo en la solidez a largo plazo de las organizaciones.

Por lo tanto, se hace necesario reflexionar sobre cuál es la realidad del trabajo de las personas para entender la vida de las organizaciones.

Personas y empresas

Podemos decir que existen diferencias fundamentales entre las personas y los activos tradicionales, como las finanzas o la tecnología. Debemos remarcar que comprender estas diferencias supone una manera totalmente nueva de pensar y de trabajar en las empresas.

Destacamos que, así como la formulación de las estrategias empresariales solo puede ser realizada a través de personas, lo mismo sucede con su implementación y su realización. Esto significa uno de los más grandes desafíos para el liderazgo y los líderes.

Marcamos también que, para crear un enfoque estratégico que permita integrar y alinear a las personas con el objetivo del negocio, se requiere de un diálogo profundo y permanente en toda la organización que facilite el compromiso y la puesta en marcha de una visión compartida.

De este modo, en esencia se trata de una nueva manera de pensar y de actuar. Una manera de pensar cuyo centro es la creación de significado, de propósito, de sentido. En la medida en que las personas descubren un sentido para su existencia, se sienten inspiradas y motivadas para desarrollarla en el ámbito del trabajo, la familia y la cultura.

Inteligencia racional y emocional

Poder armonizar la inteligencia racional y la inteligencia emocional requiere necesariamente un cambio radical desde el interior de cada uno de nosotros. Con nuestra inteligencia racional entendemos, un proceso que es puramente mental. Sin embargo, esto no es suficiente: hay que ir más allá de este concepto meramente racional. Necesitamos comprender. Comprendemos a través de la experiencia, sintiendo lo que vivimos, sabiendo quiénes, qué o quién decidimos ser en la experiencia, no únicamente en el pensamiento.

¿Cómo producir el cambio?

Para producir el cambio debemos, primero, aprender a escucharnos, prestar atención a lo que queremos, sentimos o deseamos; no solo a lo que pensamos. Lo segundo será aceptarnos tal y como somos. Difícilmente aceptaremos a los demás si no lo hacemos con nosotros mismos: nadie puede dar lo que no tiene.

Aceptarnos significa no juzgarnos, asumirnos con lo positivo y con lo negativo. Podemos analizar nuestras conductas, nuestros pensamientos y sentimientos y obtener conclusiones que nos permitan aprender del pasado, de eso que llamamos errores y que en realidad son experiencias valiosísimas.

De esta manera, podremos vivir el presente, potenciando nuestro lado positivo sin que nos moleste el que llamamos negativo. Muy por el contrario, representará para nosotros un maravilloso reto a superar.

La cultura

Por un efecto cultural, en muchos casos hemos aprendido desde chicos a reprimir nuestras emociones de manera que como adultos no se manifiestan con una energía que puede fluir libremente, sino como algo desencajado o desvirtuado y muchas veces bloqueado por no haber aprendido a conocer y a regular nuestro mundo emocional.

Sin lugar a dudas, esto tiene muchas veces consecuencias que afectan directamente la vida de nuestras empresas y distorsionan los vínculos. También condicionan la capacidad para poder trabajar en equipo, que requiere superar los egoísmos de la individualidad.

Todas estas situaciones afectan en distintos momentos a la eficacia, a las capacidades o a la unidad de la organización. Por lo tanto, se hace necesario reafirmar que ni el entendimiento debe estar controlado por las emociones, ni estas últimas por la razón.

Es el momento de aprender a hacer un esfuerzo y aceptar la tensión que implique sintonizar razón y emoción para que actúen armonizadas y buscando alcanzar acciones y objetivos comunes. Solo así podremos encarar los desafíos adaptativos que toda realidad humana nos presenta y, al mismo tiempo, observaremos la realidad sistémica que representan nuestras organizaciones.

Si podemos aceptarnos a nosotros mismos, estaremos preparados para aceptar a los demás. Sin juicio, con respeto y honestidad, entendiendo que la oposición, los conflictos, las diferencias entre los seres humanos son parte natural de la vida, y que nos ayudan a evolucionar hacia vínculos de interdependencia necesarios para la convivencia. No desaparecerán las desavenencias, pero estaremos en mejor disposición de considerar las oportunidades de solucionarlas.

Visión y resultados

Así, lograr trabajar en equipo y lograr una visión compartida de la empresa pasa a ser una realidad tangible. Las empresas que han sido capaces de darse cuenta de que las personas son el capital fundamental y lo más preciado que tienen, saben también que trabajando en equipo las energías de las personas no suman, sino que multiplican.

En general, estas empresas trabajan para lograr un cambio cultural –o están en proceso de conseguirlo– implicándose todos por igual, desde la alta dirección hasta el empleado con mínimas responsabilidades. Suelen, además, ser capaces de convertir a sus clientes internos y externos en su centro estratégico.

Estas compañías logran contar con personas altamente motivadas, ilusionadas con un gran entusiasmo por lo que hacen, sabiendo que son escuchadas, respetadas y sus ideas tenidas en cuenta. Sus integrantes no ven el trabajo como un castigo sino como una actividad en la que pueden desarrollarse personal y profesionalmente.

Lógicamente, este cambio no se produce de la noche a la mañana. Hay que avanzar sin prisa y sin pausa para desarrollar las capacidades necesarias para que podamos situar a las personas en el corazón de la organización.

IAE Business School

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