¡Renuncio, no soporto a mi jefe!

En mi opinión, la mayoría de los despidos son autodespidos. Es decir, muchas veces las actitudes de las personas no coinciden con lo que la empresa espera de ellas y, por ende, a pesar de tener reglas claras y reiteradas llamadas de atención, se opta por prescindir de sus servicios. Esto, dependiendo del índice de rotación y la transitoriedad propia de algunos cargos, parecería estar dentro de lo razonable y cada empresa tiene sus principios y costumbres al respecto.

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Con las renuncias, en cambio, mi percepción es distinta. Cuando una persona decide desvincularse voluntariamente de una empresa, es momento de alzar una bandera roja y analizar qué está sucediendo, especialmente cuando se trata de un colaborador muy valorado en la organización.

¿Qué está pasando?

El ingreso de las nuevas generaciones a las empresas está revolucionando conceptos y tradiciones fuertemente arraigadas. Estos colaboradores valoran la flexibilidad en el horario, la apertura en cuanto a vestimenta y formas de vida o conformaciones familiares y abogan por la inclusión y aceptación de las diferencias.

El salario parecería estar en el tercer lugar de su escala de prioridades, en el primero se ubica cómo se sienten diariamente; buscan ser felices, por lo tanto, el reconocimiento de su esfuerzo, dedicación y desempeño por parte del jefe tiene un valor importante, así como un clima laboral que les permita saberse valorados, respetados y apreciados como seres humanos.

El segundo punto señalado como clave es el aprendizaje, la posibilidad de ir avanzando en conocimientos, práctica, experiencia y mejora de su calidad de vida. Recién luego de estos dos puntos viene el hecho de que le van a pagar más. Evidentemente, esto no se aplica a todos los casos, estamos señalando a una persona que ya ha superado el nivel de supervivencia y busca proyectarse profesionalmente.

Entonces, cuando existe una renuncia en la organización, y se trata de un colaborador que nos hubiera gustado conservar, pues su ausencia trae incluso inconvenientes a nivel estructural o de un tiempo importante para capacitar a otra persona en ese cargo y responsabilidad, es momento de levantar una alerta. ¿Se trata de un hecho aislado? ¿Se va porque ha conseguido otro empleo donde podrá desarrollarse mejor profesionalmente o ganará mucho más?

Si las respuestas a estas dos preguntas son “no”, entonces, el problema está en cómo le estamos haciendo sentir a esa persona en nuestra organización. Hoy en día, ya no son importantes los valores que se tenían hace 20 años atrás como primordiales, pensar en una carrera a desarrollar en la misma empresa durante toda la vida, estabilidad antes que nada, entre otras, son simplemente ideas que no tienen relevancia para la nueva generación y, probablemente, es también el común denominador de las personas menores a 40 años.

La mayoría busca un ambiente agradable para crecer profesionalmente, el dinero no justifica malos tratos, ni la falta de valoración de los logros obtenidos o la ausencia de reconocimiento del esfuerzo y dedicación. Y si el colaborador solo permanece en la empresa por el dinero… ¡tenemos un grave problema!

Vital importancia

Un punto interesante de las estructuras empresariales en general radica en que la mayoría de los jefes tienen más de 40 años y los colaboradores menos de 40 años. Esto implica que los jefes están chapados a la antigua y los jóvenes de hoy, generalmente, no toleran normas o reglas que para ellos resultan fastidiosas e irrelevantes.

La escuela antigua es similar a como eran las familias hace un par de décadas, el hombre tiene el poder, la mujer es sensible y emotiva, el jefe debe ser como un padre de familia e imponer disciplina y dureza, sin emociones involucradas porque eso es femenino y significa debilidad, le das la mano y te agarran el codo, etc.

La nueva escuela es flexible, abierta, emotiva, la pasión es fundamental para el logro de los objetivos, detestan el reloj marcador, el uniforme, la formalidad del trato y la rigidez de las normas “tipo militar”.

Todo esto afecta tremendamente al ambiente o clima laboral, el jefe tiene expectativas que los colaboradores no cumplen y considera que muchas acciones son una falta de respeto a su autoridad. Por otro lado, los colaboradores dicen: mi jefe no me valora, no me hace parte, no me felicita por más que cumpla superbién mi trabajo, ni siquiera se ríe, y otros comentarios que hacen directa referencia a que están dispuestos a esforzarse por los objetivos, pero no les agradan las ataduras o aquellas estructuras jerárquicas que se imponían en décadas atrás, marcadas probablemente por la era industrial.

De ninguna manera estoy planteando que no se deben cumplir normas, las cuales obviamente deben ser adecuadas al rubro y delicadeza de cada trabajo, me refiero a que al momento de seleccionar las personas adecuadas para cada puesto se debería conocer el perfil que se requiere y alinear las expectativas tanto de la empresa como del postulante.

Si el joven quiere ingresar a trabajar en un banco donde trabajan más de 1.000 personas o a una fábrica con una línea de producción montada no puede pretender ser creativo modificando procesos porque a él le parece que quedarían mejor, o simplemente no querer cumplir un horario y el uniforme asignado, como sería, por ejemplo, la exigencia de indumentaria de seguridad en una fábrica.

Por otro lado, cabe reconocer que hasta a las mascotas les gusta sentir la caricia y aprobación del amo. Entonces, cómo es posible que aún pensemos que a quienes nos rodean no les gustará o no valorarán un reconocimiento por el trabajo bien hecho?

Hay empresarios que me dicen: pero si le digo que hizo bien me va a pedir aumento de sueldo! Pues bien, yo prefiero tener el costo de un salario bien ganado y merecido, que tener un costo oculto de una persona que no produce al tope de su capacidad.

El trabajo antes era visto como sinónimo de esfuerzo, sacrificio y sufrimiento, pero hoy en día esa definición está absolutamente desterrada porque cada ser humano tiene derecho a buscar su felicidad y ello implica calidad de vida en equilibrio para todas las áreas de la vida, incluida la profesional, por supuesto.

Desde luego, cada uno maneja su empresa como considera que debe hacerlo, pero después no se sorprenda por las renuncias, la mayoría de las personas renuncia a su jefe; no, a su trabajo. Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.

Ideas

Pensar en una carrera a desarrollar en la misma empresa durante toda la vida, estabilidad antes que nada, etc., son simplemente ideas que ya no tienen relevancia.

Flexible

El ingreso de las nuevas generaciones a las empresas está revolucionando conceptos y tradiciones fuertemente arraigadas. Estos colaboradores valoran la flexibilidad en el horario.

gloria@ayalaperson.com.py

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