Pobreza 2016: más allá de los nuevos datos, persisten las viejas preocupaciones

La Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) presentó los nuevos datos de pobreza de la Encuesta Permanente de Hogares 2016.

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Este estudio presenta importantes cambios que permitirán mejorar el análisis, no solo de la situación de pobreza, sino también del trabajo y empleo y de las diversas formas de desigualdad. Entre las mejoras se pueden citar: 

1) Actualización de los valores de la línea de pobreza. Elaboración de nuevas canastas a partir de una encuesta de ingresos y gastos de los hogares del país (Encuesta de Ingresos y Gastos y de Condiciones de Vida 2011-2012). La anterior canasta se había construido con la Encuesta Integrada de Hogares (EIH) 1997/1998.

2) Ajustes de los volúmenes poblacionales con base en las nuevas proyecciones de población publicadas en octubre de 2015. Hasta ese año se utilizaban estimaciones basadas en el Censo de Población y Viviendas de 2002.

3) Aumento de la muestra. En 2016 la DGEEC aumentó el tamaño muestral de 10.500 a 13.000 hogares, incluyendo por primera vez a la población indígena de todo el país y por tercera vez información de todos los departamentos del país.

No cabe duda de que estos avances son significativos para conocer mejor la situación socioeconómica de la población, los perfiles de ingresos, trabajo, educación y salud de los hogares y las familias que habitan el territorio nacional, así como las múltiples desigualdades existentes. Esta información es fundamental para el diseño y la evaluación de políticas públicas que busquen afectar algunas de las dimensiones mencionadas.

Analizamos, a continuación, algunos de los aspectos más relevantes del informe presentado por la DGEEC.

1) El principal resultado del cambio en la canasta familiar fue una reducción de la pobreza extrema y un aumento de la pobreza total.

Como la nueva canasta de pobreza extrema está integrada por alimentos de menor calidad, se redujeron el valor monetario de la canasta y, consiguientemente, la cota de la línea de pobreza extrema. Esto es, el monto de dinero que una persona o familia requiere para adquirir el conjunto de alimentos que habitualmente consume ese estrato socioeconómico. Con la nueva línea la pobreza extrema se ubica en 5,73% como promedio nacional, pero llega al 12,17% en el sector rural. Ello supone un total de 387.242 personas con hambre, de las cuales 320.000 residen en zonas rurales.

El aumento en la pobreza no extrema se dio porque la nueva canasta incorpora bienes que una década atrás no eran relevantes para las familias. Por lo tanto, hoy se requiere un ingreso mayor para adquirirlos.

2) La nueva serie de pobreza no modifica de manera significativa el perfil de pobreza.

La pobreza en el Paraguay afecta principalmente a niños y niñas. En 2016, el 42,5% de la población en situación de pobreza tiene 14 años de edad o menos, cifra que se eleva al 46,9% si se trata de pobreza extrema. Es decir, 182.000 niños y niñas pasan hambre y otros 650.000 están en situación de pobreza no extrema. Junto con las personas adultas mayores, constituyen la mitad de la población en situación de pobreza extrema.

3) La desagregación de la información por departamento constituyó un gran avance en la aplicación de la Encuesta de Hogares. Cuatro departamentos concentran alrededor de la mitad de la población en situación de pobreza extrema y no extrema: Caaguazú, San Pedro, Itapúa y Alto Paraná. Este dato no sorprende porque estos departamentos tienen vastas zonas rurales. Lo que sí llama la atención es que sea Central el departamento con mayor número de población en situación de pobreza no extrema, donde viven 305.000 personas en dicha condición. Entonces, si le agregamos Asunción, con alrededor de 62.000 personas en la misma situación, se tiene que casi el 25% de la pobreza no extrema se halla concentrada en el área geográfica de la capital y Central.

4) La situación actual de la pobreza extrema muestra la importancia que tiene la política pública en la reducción de la pobreza. Si no hubieran existido el programa Tekoporã y la pensión alimentaria para adultos mayores, la pobreza extrema hubiese sido 25% más alta.

5) Tener 5,73% de la población en pobreza extrema alude a lo que se denomina pobreza estructural. Desde 2013 la pobreza extrema se mantiene en un nivel cercano a ese valor. Ello obliga a revisar en profundidad las causas y el perfil de la pobreza en el Paraguay, así como la política pública desarrollada en la actualidad, para diseñar e implementar una estrategia adecuada. El gran número de la población dependiente (niños, niñas y adultos/as mayores), la exclusión de los servicios de salud y educación, los obstáculos para la inserción económica de las mujeres, las políticas públicas sin herramientas o con instrumentos inadecuados para llegar a esta población, podrían ser algunas de las causas que impiden que la reducción de la pobreza continúe.

6) La pobreza no extrema debe ser analizada con detenimiento. Los problemas derivados de los conflictos por la tierra y la ineficacia de las políticas públicas para mejorar las condiciones de vida en el sector rural han empujado a la población campesina hacia las ciudades, donde tampoco existen políticas de calidad, especialmente de empleo, que son las que contribuyen a reducir la pobreza al aumentar los ingresos.

7) La persistencia del nivel de pobreza total durante los últimos tres años, a pesar del crecimiento económico y de las políticas económicas implementadas (mayor gasto público en obras de infraestructura y en programas de inclusión económica), debería ser motivo de preocupación. Sobre todo, teniendo en cuenta que el Paraguay logró reducir de manera sistemática la pobreza, inclusive para cumplir el Objetivo de Desarrollo del Milenio en 2015. Como se pudo observar en párrafos anteriores, si no fuera por la política de protección social la pobreza hubiera aumentado.

El Paraguay tiene hoy el gran desafío de realizar un análisis profundo de qué es lo que está pasando con la pobreza y sus determinantes, y la capacidad de las políticas públicas para enfrentar con eficacia sus principales causas. Además, este fenómeno no puede ser desvinculado de las grandes desigualdades que persisten y siguen acumulándose.

Hambre

En 2016, 182.000 niños y niñas pasaron hambre y otros 650.000 estaban en situación de pobreza no extrema. Junto con las personas adultas mayores, constituyen la mitad de la población en situación de pobreza extrema.

(*) Directora de investigación del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep).

veronica_serafini@yahoo.com

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