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Ballenas, lobos marinos, aves, mar azul profundo. Una postal de ensueño de la costa atlántica de la sureña provincia argentina de Río Negro que en unos años podría mutar con la imagen de los vapores emanados por las chimeneas de refrigeración de una central atómica.
La idea preocupa a miles de habitantes de la Patagonia desde mayo pasado, cuando el presidente argentino, Mauricio Macri, en viaje oficial a China, acordó la construcción de dos nuevas centrales nucleares en Argentina, una de ellas en Río Negro.
“No queremos la planta nuclear en la Patagonia ni en ningún lugar. En el mundo está en declive esta tecnología. Es una actividad que enferma al medio”, dijo a EFE Amanda López, de la Asamblea No Nuclear integrada por vecinos de Viedma (1.000 kilómetros al sur de Buenos Aires).
Aunque desde junio los vecinos vienen organizando reuniones en la Catedral de Viedma y movilizaciones de protesta, entraron en alerta días atrás cuando una comitiva china llegó a la ciudad para visitar lugares costeros de la región, lo que temen sea el posible emplazamiento del proyecto.
Según ha informado oficialmente el Gobierno de Río Negro, el sitio aún no ha sido definido, pero se prevé que la central, que será construida por la empresa estatal china CNNC, comience a levantarse en los primeros meses de 2020.
La obra demandará una inversión de 8.000 millones de dólares y empleará a 4.000 personas durante los cinco años que tardaría su ejecución. Ya operativa, la central daría trabajo a 800 personas.
El gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, ha sostenido que “no hay fundamento para el temor”, pues en Argentina hay tres plantas nucleares y “jamás en su historia tuvo un accidente”.
“Seguramente se montará un nuevo pueblo en torno a la planta, con hospital, escuela, servicios, comercios. El hecho de generar una nueva actividad económica para la provincia es altamente positivo”, destacó.
Para Amanda López, una española que desde hace cuatro años reside en Viedma, hablar de progreso es un “engaño” y es el Gobierno el que debe impulsar las energías renovables y “cuidar de la calidad de vida de los ciudadanos”.
López dijo que temen un impacto directo en el ecosistema costero, rico en biodiversidad, además de la “herencia” de los desechos nucleares y el riesgo de incidentes como los de Chernobyl y Fukushima.
El proyecto también es rechazado por Mario das Neves, gobernador de la vecina provincia de Chubut, cuyos pobladores hace dos décadas se alzaron con éxito contra la instalación de un basurero de residuos nucleares en la localidad de Gastre.
“Los residuos que genera una central nuclear son contaminantes y es un pasivo ambiental que se deja a las generaciones futuras. Además están los antecedentes de centrales que tuvieron accidentes”, dijo a EFE Sergio Vázquez, de la organización ecologista Piuke, con base en Bariloche (Río Negro).
Tras años con graves problemas de oferta energética, el Gobierno argentino alega que aspira a diversificar la matriz energética, con el crecimiento, entre otras fuentes, de la generación nuclear. El subsecretario de Energía Nuclear argentino, Julián Gadano, dijo en una rueda de prensa que el Gobierno apuesta al desarrollo de energías renovables, con el complemento de la energía nuclear, que “tampoco genera gases de efecto invernadero”.
“La energía nuclear es sucia, porque genera desechos altamente contaminantes y muy perdurables, es peligrosa y, además, es la fuente de energía más costosa que existe”, señaló a Efe Leonel Mingo, de la Unidad de Campañas en Argentina de Greenpeace, organización que históricamente se ha opuesto a la energía nuclear.