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Esta pequeña fábula nos demuestra que existe una infinidad de negocios posibles en la naturaleza, pero no todos serán razonables. Algunos se harán con recursos renovables, otros con el sacrificio supremo de una de las partes. El ingenio humano es cuasi infinito, pero lo que abunda es la fuerza bruta.
La humanidad entera ha venido haciendo esto por más de seis mil años de historia conocida. Muchos negocios se hacen con inteligencia, buscando el bien de las partes. Otros, obnubilados por la ambición desmedida y enfermiza, deja rico a uno en detrimento del otro. La última está basada en el egoísmo humano; esta normalmente acaba sucumbiendo más temprano que tarde.
En este proceso social evolutivo los que llevan la mejor parte del negocio muy rápido adquieren poder económico. Esta capacidad de comprar y vender con holgura, a su vez, lo lleva al poder político. Es el final de la carrera convencional del hombre. La codicia humana, diferente al anhelo, nos lleva alocadamente a la trilogía fatídica de las tres P: plata, poder y placer.
No obstante, existen pocos, entrañablemente pocos, que anhelan un mundo mejor, sin injusticias, con equidad y prosperidad en las naciones. Cuando estos acceden al poder son los agentes del cambio. Con una tremenda fuerza de voluntad y con ayuda de la voluntad popular se tornan estadistas. En poco tiempo hacen el bien y quedan en la historia. Son los benefactores de la humanidad.
El sector energético ha sido muy avaro con este tipo de personas. Como consecuencia tenemos la obscuridad y el atraso sufrido por todos. Sin embargo, muchos inmigrantes nos ven como la tierra de oportunidades. Saborean la leche y el maná del cielo, mejor que nosotros. Ven los factores que todo estadista sueña: mucha energía renovable, mucha fuerza laboral expresada en el famoso concepto del “bono demográfico”; un clima extremadamente benigno, sin fenómenos naturales como volcanes, terremotos, ciclones y tsunamis. Dios fue tan benigno con el Paraguay al prodigarnos suelo rico y agua dulce, que la envidia del maligno nos castigó con los políticos que tenemos. Aún así así, ¡sigamos adelante!
En entregas anteriores hemos demostrado las cifras monumentales de la energía eléctrica. Lo que Venezuela tiene con el petróleo, Bolivia con el gas, algunos países africanos con el diamante, nosotros tenemos con la electricidad. ¿Cómo podemos acceder a la riqueza con este bien estratégico? Pues con inteligencia, coraje y determinación. Vayamos a algunas propuestas.
Pequeñas Centrales Hidroeléctricas
Muchos creen que construir PCHs es la solución de nuestro déficit fiscal. Es cuestión de ver el mercado de la construcción civil y electromecánica para notar que los costos no están para construir a 100 y vender a 40 el kW obtenido. Es una tremenda estupidez económica comprar caro para vender barato. Si la capacidad instalada de Itaipú me permite “vender” hoy a 40 US$ el MWh, no puedo construir una central sobre el río Ypané a un costo tan elevado que lo haga inaccesible al mercado. Estas PCHs solo se justifican cuando ya utilicemos la totalidad de nuestra capacidad instalada en Yacyretá e Itaipú, inclusive luego de construir Corpus y maquinizar el Aña Cua. Antes no.
Hacer lo contrario solo daría ventajas al Brasil y la Argentina, ávidos de energía de cualquier tipo. Retirar energía regalada de Itaipú ha sido el motor de sus progresos, es por ello que asentaron en los tratados el concepto del precio de costo. Visto de otra manera: cada kW instalado en las PCHs es un KW que ellos retirarán de Itaipú y Yacyretá. Reiteramos: ¿Dónde está el negocio?
Cada año que perdemos al no utilizar nuestra energía proveniente de las binacionales, segura, barata y renovable, perdemos años de desarrollo sustentable. A partir del 2023 se supone que la tarifa de Itaipú estará por debajo de US$ 17 el MWh, ¿Cómo puedo construir PCHs a un alto costo y vender energía más barata que la mencionada? Las PCHs conforman un potencial que debo reservarlas para el futuro, cuando ya no disponga de mi energía en las binacionales. Dicho sea de paso, la única energía excedente en Itaipú y Yacyretá es del Paraguay.
Así como está el Sistema Interconectado Nacional (SIN), lo único que nos da es quebranto y miseria. Para colmo de males, los sindicatos del Estado, como la Sitrande y otros, solo se preocupan de sus tejidos adiposos y sus ombligos. Nunca he visto a ninguno de ellos reclamar con seriedad nuestra soberanía o denunciar corrupción. Se mueven por intereses personales o sectarios, solo cuando sus contratos colectivos arriesga su buen vivir. La ANDE tiene una pérdida segura del 30% (oficialmente), pero un 40% (extraoficialmente). Está en quiebra virtual y solo sobrevive por la tarifa regalada de Itaipu, una consecuencia de la política de “complacencia interesada” de nuestros socios brasileños.
Para recuperar la ANDE, un cadáver institucional, nos resta adoptar la política del gallo y del búho, trabajar desde bien temprano y continuar a la noche. Trabajando las 24 horas del día aún estaremos en desventaja debido a los años perdidos a causa del latrocinio y la negligencia culposa de sus administradores.
Entonces, ¿qué hacemos?
Iniciemos desde donde empiezan los emprendedores. Demos lugar a las mejores ideas, acompañadas de sus mentores. El progenitor de una buena creación intelectual, comercial o de ingeniería, llevará a su prole a buen puerto. No existe mejor madre que aquella que amamanta su criatura. El buen padre, a su vez, enseña a su hijo a caminar, andar en bicicleta, a leer y escribir, le da autonomía para crecer, respetar a su prójimo, a su país y al dios creador.
Una idea que podemos defender a muerte en el sector es el de la soberanía. No tiene enemigos, salvo los felones que siempre traicionan a su patria. El negocio energético fue bueno desde el inicio para nuestros socios condóminos. Esa muletilla que “solo pusimos el agua” es perversa, cobarde y negligente; sin el agua nada se puede. Podemos prescindir de 6 directores, 6 consejeros y 200 gerentes, pero no de 1 m3 de agua.
Los helenos demostraron, con el rey Leónidas, que 300 espartanos eran suficientes para parar a un imperio corrupto y déspota. El rey David se rodeó de 600 valientes para conquistar la tierra prometida.
¿Cuántos hombres necesita nuestro país para levantar vuelo? Uno solo, un estadista. Este a su vez se rodeará de sus valientes y conquistará el desarrollo que tanto anhelamos. Felizmente, el poder lo tenemos nosotros, en cada elección. No la desperdiciemos.
* Ex superintendente de energías renovables de Itaipú