Autoritario o permisivo

¡Qué complicado resulta ser padres hoy! Fuimos hijos de padres autoritarios y, actualmente, hemos ido al extremo de convertirnos en padres permisivos, intentando ser amigos de nuestros hijos, tememos poner límites, pues eso los podría hacer enojar.

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Tenemos terror de lo que nuestros hijos adolescentes piensen, digan o hagan, pero no nos atrevemos a controlarlos, pues ellos exigen independencia, mientras con tono prepotente argumentan que ya son grandes y que no necesitan que los vigilemos.

Un caso de la vida real

¡No soy tu empleado así que no tengo por qué obedecerte! Gritaba en mi oficina Vidal, de 20 años, a su papá, quien entre disgusto y vergüenza no tenía acomodo en la silla que resultaba bastante incómoda luego de casi una hora de Coaching financiero, sesión en la que poco avance se podía notar.

Vidal había cambiado siete veces de colegio en sus últimos tres años de estudios secundarios; en todos los casos había sido expulsado por problemas de conducta, que solo agravaban la situación de su pésimo desempeño escolar.

Terminó el último año secundario con pleitos, pero también con muchas concesiones por parte de su padre y sus profesores; de eso había pasado dos años. Ahora estaban en mi oficina, el padre pidió la entrevista considerando que si un profesional financiero extraño a la familia le hablaba sobre la importancia de ganarse la vida dignamente su hijo comprendería mágicamente que ya era adulto y sentaría cabeza.

Pero Vidal es mayor de edad solo en su documento de identidad, en sus comentarios y reacciones sigue siendo un adolescente y eso lo demuestra, pues adolece de todo y no se hace cargo de nada. Culpa a su entorno de todos sus problemas y es incapaz de asumir responsabilidad alguna por el estado de apatía en el que se encuentra.

Al igual que muchos jóvenes de nuestra sociedad, Vidal es hijo de madre soltera, quien viajó a otro país en la búsqueda de mejor fortuna, dejándolo con su abuela materna. Si bien conocía a su papá desde pequeño, recién inició su relacionamiento con él, cuando tenía siete años, luego de que su madre viajó.

Lo veía un fin de semana cada 15 días, pero no fue hasta que cumplió nueve años que en unas vacaciones de invierno convivió con él por dos semanas y ahí empezaron los problemas, pues su papá quería que Vidal estudiara y completara sus tareas escolares. Pero el niño no estaba acostumbrado a que le pongan límites, en su casa la abuela nunca lo había hecho, pues le tenía pena por la ausencia de su madre, entonces le mimaba dándole todos los gustos, sin incluir jamás ninguna obligación.

Así, pasaron unos años más y cuando Vidal cumplió 14 años fue a vivir con su padre, luego de una gran pelea con su abuela y un tío. Para ese entonces ya había iniciado una seguidilla de malas prácticas en el tercer colegio al que asistía en su carrera escolar, incluyendo algunos actos de vandalismo y teniendo como único factor constante el pésimo promedio escolar.

Reglas y límites

Su padre lo inscribió en la escuela de fútbol con la esperanza de que la disciplina que se requiere para el deporte lo mantuviera alejado de malas compañías y de vicios. Pero también le exigía buenas notas en el colegio y que se comportara bien, asistía a las reuniones de padres pero no estaba dispuesto a apañar sus fechorías y mala conducta. Vidal no estaba acostumbrado a vivir con reglas, por lo que la convivencia fue de solo seis meses y, harto de la prisión que para él significaban las imposiciones de su papá, regresó a casa de su abuela.

Lo bueno fue que siguió con la práctica deportiva, lo cual significó sin duda un aporte valioso a su vida, pues logró mantenerse alejado de los vicios. Lastimosamente, su mal carácter y su poco templado temperamento le jugaron una mala pasada cuando luego de una práctica discutió con un compañero y lo agredió, por lo que lo separaron del plantel. Su padre se enteró luego que constantemente desobedecía las reglas del club y del entrenador, por lo tanto, esa agresión fue solo la gota que colmó el vaso.

Siguió yendo de un colegio a otro hasta que nuevamente, con la intervención del papá logró terminar a los tumbos el último año secundario, cuando ya estaba a punto de perderlo. Pero, lejos de agradecer ese apoyo, para Vidal su papá era un amargado que quería controlarlo, además, no le hizo ningún favor pues solo cumplía su obligación, ya que, al fin y al cabo, no estuvo a su lado mientras crecía y ahora que ya estaba grande aparecía en su vida queriendo darle órdenes.

Desde que terminó la secundaria salió de la casa de la abuela nuevamente por pelearse con su tío y fue a vivir a casa de una novia por unos meses, luego se mudó con una tía paterna, pero solo un par de meses después nuevamente discutió con ella y sus hijos, debiendo recurrir a otra tía para que le diera cobijo.

A los dos años de haber culminado el colegio no ha trabajado en ningún lugar estable ni tampoco ha estudiado nada, se ha convertido en un Ni-ni (ni estudia, ni trabaja) y, por lo que he podido constatar hoy durante la conversación, en realidad es un Ni-ni-ni (ni estudia, ni trabaja, ni quiere).

Su padre le ha cortado la ayuda de prestación económica desde que cumplió la mayoría de edad, pues él mismo le ha dicho en reiteradas ocasiones frases hirientes como: “Vos no sos nada para mí”, “ya soy mayor de edad, no te metas”, “yo sé lo que hago” y otras joyas del léxico adolescente que los alejaba cada día más.

La angustia paterna por ver a su hijo perdido y sin darle valor a su día a día, desperdiciando su talento y juventud, hizo que recurra a mí con la ilusión de que un consejo financiero le haría visualizar la dimensión de la preocupante situación en la que se encontraba y de esta forma encontrar una solución a 20 años de maltratar su relación afectiva y su vínculo parental.

Vidal aceptó conversar conmigo, con más curiosidad que esperanza, e identificó como único sueño convertirse en jugador profesional de fútbol. Utilizamos esa ilusión para elaborar un cuadro de todo lo que se necesita de inversión inicial y durante el 2016 y, luego de conversar, su padre accedió a apoyarle financieramente para que logre alcanzar su meta, pero colocando algunas condiciones sencillas, como mejorar su conducta para convertirse en una persona de bien y compromiso para alcanzar sus objetivos.

Su padre esgrimía que lo apoyaría económicamente poniendo como punto de partida que Vidal tendría que reconocer sus errores y pedir disculpas a las personas a quienes había ofendido con sus acciones. Fue entonces cuando Vidal lanzó el improperio: ¡No soy tu empleado, así que no tengo por qué obedecerte!

Así, Vidal es como un hermoso avión parado en un hangar por falta de turbinas, tiene todo para volar: talento, juventud, físico, apoyo económico, pero es incapaz de asumir sus responsabilidades y comprometerse a algo, al fin y al cabo es más fácil escudarse en el “pobrecito yo” que mi mamá me abandonó, mi papá no estuvo nunca a mi lado, mi abuela no me controlaba, mis amigos tienen lo que piden y sus papás les dan todo porque los quieren, a mí no me quieren por eso no me apoyan sin pedirme algo a cambio, etc.

Palabras del papa Francisco: No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no nos casamos con una persona perfecta, ni tenemos hijos perfectos. Nos decepcionamos los unos de los otros. Sin perdón la familia se convierte en un escenario de conflictos y un bastión de agravios. El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación del corazón.

Los hijos necesitan límites para crecer seguros, al no tener reglas se tiran al vacío, tomando la mano de desconocidos que pueden alentarlos a adoptar antivalores. Tus hijos tendrán muchos amigos, pero solo tienen un padre y una madre. Para que sean responsables financieramente y puedan alcanzar sus metas de vida necesitarán contención afectiva y estabilidad emocional.

Un padre autoritario aleja a los hijos, un padre permisivo arruina a sus hijos. Busquemos el equilibrio para educar a nuestros hijos con amor pero con límites claros, de lo contrario, podemos convertirnos en espectadores del triste espectáculo de cómo arruinan su vida. Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.

Incapaz

Culpa a su entorno de todos sus problemas y es incapaz de asumir responsabilidad alguna por el estado de apatía en el que se encuentra.

Ni, ni, ni

Se convirtió en un Ni-ni (ni estudia, ni trabaja) y, por lo que pude constatar hoy... es un Ni-ni-ni (ni estudia, ni trabaja, ni quiere).

Mejorar

Con algunas condiciones, como mejorar su conducta para convertirse en una persona de bien y compromiso para alcanzar sus objetivos.

Vacío

Los hijos necesitan límites para crecer seguros, sin reglas se tiran al vacío, siguiendo a desconocidos, la puerta de los antivalores.

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