El verdadero comienzo del seguro

Cada historia tiene un punto de origen, un comienzo, un punto de inflexión, un instante decisivo que marca el inicio de algo trascendente. En el universo del seguro ese instante le podemos dar el nombre simbólico de el Big Bang del seguro. Es el momento en que el individuo –movido por la reflexión, la experiencia vivida o simplemente el instinto de supervivencia– toma conciencia del riesgo y decide protegerse frente a él. No se trata de una simple transacción económica o algo puramente material, sino de un acto profundamente humano: el despertar de la conciencia de vulnerabilidad y la elección deliberada de buscar su seguridad y la de los suyos.

El Big Bang del seguro ocurre entonces cuando el asegurado deja de ver la incertidumbre como un concepto lejano y abstracto y la reconoce como una posibilidad concreta que puede afectar su vida, su patrimonio o el bienestar de su familia. Es ese segundo en que la mente se detiene y plantea la pregunta clave: ¿qué pasaría si…? A partir de ese pensamiento surge una chispa racional y emocional que impulsa la decisión de buscar protección.

Así como el universo nació de una expansión energética que dio origen al orden, el seguro nace de esa expansión de conciencia que transforma el miedo en previsión. Y esto fue así desde sus orígenes remotos, pues nace no como una consecuencia de los actos humanos (prehistoria del derecho), sino como mecanismo de reducir el inevitable temor y la ansiedad hacia lo incierto y lo desconocido desde sus primeros vestigios hacia el año 5.000 a. C. en China y en un sentido más formal en el Código de Hammurabi, alrededor de 1.750 a. C.

Desde un punto de vista puramente técnico, ese momento es fundamental. El acto de asegurar no comienza cuando se firma la póliza, sino cuando el riesgo es reconocido. Antes de todo cálculo actuarial o prima establecida hay una decisión interior: la de asumir que no todo depende del azar y que es posible anticiparse al infortunio mediante la cooperación y la solidaridad. Prefiere la certidumbre de la prima antes que la incertidumbre del riesgo, como evento, como siniestro. Así el asegurado, en ese instante, se convierte en un protagonista importante del sistema asegurador, pues sin su decisión consciente de transferir el riesgo, el seguro no tendría razón de ser.

En un sentido más amplio el Big Bang del seguro representa también el nacimiento de la cultura de la prevención. Cada vez que una persona o una empresa decide asegurarse se activa un proceso de educación social: se promueve la responsabilidad, se valora la protección del futuro y se refuerza la confianza en la planificación. Es un pequeño acto de madurez económica y moral que sostiene el equilibrio de todo el sistema asegurador.

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Podría decirse que el universo del seguro se expande a partir de millones de pequeños Big Bang: decisiones personales, familiares o empresariales que nacen del deseo de estabilidad. Cada póliza emitida, cada cobertura contratada es una huella de ese momento inicial en el que alguien comprendió que la vida, con todos sus riesgos, merece ser cuidada.

Así, el verdadero comienzo del seguro, su Big Bang, no está en el pago de la prima como acontecimiento material y externo, sino en un acontecimiento interior, en una decisión puramente humana. Es el punto de partida donde el temor se convierte en acción, donde la incertidumbre se transforma en confianza y donde la prudencia se eleva a virtud. En ese preciso instante –cuando el asegurado decide asegurar– todo comienza: la historia de la protección, de la previsión y de la esperanza racional frente al azar.

Buscar seguridad

Acto profundamente humano. Conciencia de la vulnerabilidad y de la elección deliberada de buscar seguridad y la de los suyos.

(*) Abogado