La discusión sobre el rol del dólar como moneda dominante tuvo lugar con el shock arancelario del presidente Donald Trump, vinculado especialmente con el debilitamiento de las reglas que rigen el comercio y la economía del mundo, situación que el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) denominó: “Momento crítico en medio de cambios en las políticas”.
La magnitud y duración del shock arancelario están por verse, pero con sus idas y venidas ciertamente ha generado una elevada volatilidad en los indicadores financieros, lo que significa mayor incertidumbre y consecuentemente menos inversiones o, al menos, retrasos en los planes de inversión.
Más allá de eso, el asunto de fondo consiste en un aparente cuestionamiento al orden institucional global establecido desde la Conferencia de Bretton Woods de 1944, que buscó poner fin al proteccionismo y creó los organismos multilaterales como el Banco Mundial y el FMI. También, la importancia de la conferencia radica en que fue el momento en que se estableció al dólar como moneda de referencia, que posteriormente se fue consolidando por fuerza propia.
Una moneda dominante es aquella aceptada ampliamente para realizar transacciones internacionales y como reserva de valor. Se trata de la moneda de un país con apertura al comercio exterior, con mercados financieros desarrollados, y con un sistema jurídico seguro y eficiente. Además, tiene que ver con mercados de productos donde la moneda de referencia se utiliza como unidad de cuenta, es decir, para la fijación de los precios de los bienes transados a nivel global, como es el caso de la bolsa de comercio de Chicago y el mismo mercado internacional del petróleo. Asimismo, se trata de una moneda con un mercado de capitales que ofrezca títulos seguros que sirvan de resguardo de valor, los que serían los Bonos del Tesoro de los EE.UU.
Ahora bien, a diferencia del primer periodo de Trump, donde su guerra comercial –de menor escala– resultó en una apreciación del dólar, esta vez el shock arancelario vino acompañado por una pérdida del 8% del valor de la citada moneda en lo que va del año, en relación con las monedas de los principales socios comerciales de los norteamericanos.
Todo lo anterior, junto con las preocupaciones por las críticas hacia la Reserva Federal (Banco Central), el manejo de la información del sistema de pagos de la Secretaría del Tesoro, los recortes presupuestarios que afectarían la capacidad de gestión del servicio de impuestos internos, el déficit fiscal y el déficit del comercio exterior de los EE.UU., han puesto en duda la supremacía del dólar en el futuro.
Podría ser quizás una oportunidad para el ascenso del euro como moneda de referencia, lo que requeriría avanzar hacia una integración fiscal efectiva de dicha región, que principalmente brinde como fruto el desarrollo del mercado de bonos públicos europeos, lo que podría tomar tiempo.
Entonces, la verdad es que hoy día no existe una opción distinta al dólar norteamericano, que sea realizable a corto plazo y que cumpla con las cualidades citadas de una moneda dominante.
Al respecto, los EE.UU., con solo el 4% de la población mundial, generan el 28% de la producción de bienes y servicios del planeta, y albergan el 53% del valor de las acciones de las empresas que cotizan en los mercados de capitales. Asimismo, el 58% de las reservas internacionales de los bancos centrales se mantienen en dólares, mientras el 65% de los préstamos transfronterizos y el 54% de las facturas del comercio exterior se realizan en dólares.
Lo expuesto precedentemente parece indicar que el dólar mantendría su hegemonía de moneda dominante y que un eventual movimiento hacia otra moneda podría ocurrir de manera gradual, en la medida que se vaya estableciendo otra alternativa.
(*) Profesor universitario y miembro titular del directorio del Banco Central del Paraguay (BCP). Exviceministro de Economía.