Crecimiento de transferencias menores a G. 5 millones y su impacto en la economía local

De acuerdo con estadísticas del Banco Central del Paraguay (BCP), el número de transferencias acumuladas de bajo monto pasó de apenas 2,8 millones de operaciones en el 2018 a 170,2 millones al cierre de 2024. En 2019 fueron contabilizadas 4,9 millones de transacciones, que casi se duplicaron en 2020 al alcanzar los 10,1 millones. Ya en 2021, la cifra se elevó a 18,9 millones, y en 2022 se consolidó con 34,4 millones. Para el 2023, el total se duplicó nuevamente a 74,5 millones, lo que muestra una aceleración creciente en la adopción de estos medios de pago.

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En paralelo, el monto total transferido también tuvo un incremento sustancial. En 2018 las operaciones de bajo monto movilizaron G. 3,7 billones y en 2019 pasaron a G. 5,8 billones. En 2020, el volumen ascendió a G. 9,9 billones; en 2021 llegó a G. 17 billones y en 2022 a G. 26,5 billones. Para el 2023 el monto trepó a G. 45,3 billones y durante 2024 alcanzó los G. 82,2 billones. Este valor representó 24,7% del producto interno bruto (PIB) estimado, frente al 1,6% en 2018, evidenciando no solo un crecimiento sostenido sino también un papel cada vez más relevante dentro de la economía nacional.

Los últimos datos del BCP revelaron que entre enero y febrero de 2025 las operaciones electrónicas totalizaron 39,6 millones, frente a las 18,3 millones registradas en el mismo bimestre del año anterior. En cuanto al importe total transferido, ascendió a G. 17,5 billones, superando en 73% los G. 10,1 billones del mismo periodo de 2024.

Un entorno que favorece la digitalización

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El crecimiento observado en las transferencias se enmarca en un contexto en el que Paraguay ha impulsado activamente la digitalización de sus servicios financieros. El fortalecimiento del Sistema de Pagos del Paraguay (Sipap) y otras innovaciones han sido fundamentales para facilitar operaciones de bajo monto, sin restricciones horarias ni de días.

Además, el auge de las cuentas electrónicas, como las habilitadas por bancos y entidades financieras no tradicionales, permitió que muchas personas sin cuenta bancaria pudieran integrarse al sistema financiero. La disponibilidad de medios digitales para enviar y recibir dinero ha mejorado significativamente, especialmente en zonas urbanas, y empieza a expandirse con mayor fuerza hacia el interior del país.

A esto se sumó el impacto de la pandemia de covid-19, que funcionó como un acelerador del proceso. Durante los momentos más críticos de la emergencia sanitaria, el uso de efectivo se redujo y las personas comenzaron a preferir pagos digitales, lo que generó un cambio de hábito que persiste en la actualidad.

Uno de los aspectos más relevantes de este fenómeno es su capacidad para fomentar la inclusión financiera. En un país donde alrededor del 65% de la fuerza de trabajo es informal, las transferencias de bajo monto se han convertido en un canal accesible para realizar pagos, recibir ingresos o enviar dinero a familiares sin necesidad de utilizar efectivo.

Además, el promedio de cada transacción se mantiene relativamente bajo, lo que evidencia que estas herramientas están siendo utilizadas para compras diarias, pagos de servicios, remesas familiares, giros entre personas o pagos a pequeños negocios. Esto no solo mejora la eficiencia de las transacciones, sino que también ayuda a reducir los costos operativos y el riesgo de manejar dinero en efectivo.

El crecimiento del volumen de operaciones de bajo monto también indica un dinamismo económico más fuerte en los estratos medios y bajos de la población. Mientras las grandes operaciones bancarias pueden estar vinculadas al comercio exterior o a grandes empresas, el comportamiento de las transferencias pequeñas refleja una economía más activa en la base social.

Implicancias para el sistema financiero y las políticas públicas

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El hecho de que las transferencias menores a G. 5 millones ya representen a casi un cuarto del PIB es una señal clara de que el sistema financiero debe continuar modernizándose para adaptarse a una estructura de pagos más dinámica y centrada en el usuario. La masificación de estas operaciones exige mejoras en ciberseguridad, interoperabilidad entre sistemas, educación financiera para nuevos usuarios y normativas que acompañen el desarrollo del sector fintech.

Desde el punto de vista del Estado, esta tendencia representa una gran oportunidad. El uso de pagos digitales puede contribuir a la formalización de la economía, mejorar la trazabilidad de ingresos y fortalecer la base tributaria sin necesidad de imponer nuevas cargas, sino simplemente integrando a más actores al circuito formal.

También, el avance tecnológico podría ser aprovechado para mejorar la eficacia de programas sociales, transferencias condicionadas o subsidios, utilizando plataformas electrónicas que reduzcan los costos y aseguren que los recursos lleguen directamente a los beneficiarios.

En definitiva y para remarcar, el crecimiento acelerado de las transferencias electrónicas de bajo monto en Paraguay constituye una transformación estructural del sistema de pagos. Este proceso, que en solo seis años multiplicó por más de 60 el número de transacciones y por más de 20 el monto transferido, refleja no solo un mayor acceso a la tecnología sino también un cambio cultural en la forma de consumir, ahorrar y relacionarse con el dinero.

Canal

En un país donde cerca del 65% de la fuerza de trabajo es informal, las transferencias de bajo monto se convirtieron en un canal accesible para realizar pagos, recibir o enviar dinero.

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