El shock arancelario y la economía

“Durante décadas, nuestro país ha sido saqueado por naciones cercanas y lejanas, tanto amigas como enemigas”, lo dijo el presidente Donald Trump, refiriéndose a lo que considera un abuso comercial, justificando así su política de shock arancelario.

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La visión transaccional del presidente de los Estados Unidos de América (EE. UU.), en su intención de recortar los déficits comerciales y devolver las industrias a su país, parece desconocer que la gestión de un Estado es distinta a la gestión de una empresa, lo que me recordó el libro de Paul Krugman -Premio Nobel en Economía- denominado “Internacionalismo Pop”, donde se revisan conceptos del comercio internacional pertinentes para el caso.

Uno de esos conceptos es que las importaciones son el propósito de comercio. Para un país, la importancia del comercio radica en la capacidad de importar bienes, dando más opciones a los consumidores y elevando el bienestar de la población. Las exportaciones, que se sustentan en las ventajas comparativas (producir y vender lo que mejor se sabe hacer), son un medio para el propósito.

Asimismo, otro concepto relevante sostiene que cuanto más productivo es un país, los bienes que produzca serán de mayor valor agregado y sus trabajadores gozarán de salarios más altos. Pero, aunque cuente con una supremacía absoluta en todas las ramas económicas, igualmente será difícil que produzca todo y se beneficiaría del intercambio. Es más, el hecho de que un país intente producir en todos los sectores significa desaprovechar su ventaja, que sería especializarse o enfocarse en su fuerte.

La estrategia nacionalista de imponer aranceles para reducir el déficit de la balanza comercial parece desconocer los conceptos y evidencia sobre las bondades del comercio internacional. Ciertamente, los EE.UU., con su gran tamaño, puede imponer aranceles, pero dados los niveles del shock arancelario, la dimensión del daño sería significativa para el comercio y para el orden económico mundial.

La balanza comercial es parte de la cuenta corriente de la balanza de pagos, un concepto más amplio y adecuado para evaluar el resultado entre lo que se vende y lo que se compra del exterior. La cuenta corriente es la diferencia entre el ahorro y la inversión. Por ejemplo, un país que produce y exporta más de lo que compra del exterior, entonces podría tener más ahorros, mientras que si tiene más inversiones podría sostener más importaciones.

EE.UU. tiene déficit en su cuenta corriente todos los años desde la década de 1980, lo que se podría explicar en buena medida por la disminución del ahorro nacional norteamericano.

Si bien con los niveles anunciados de los aranceles se podría generar una recaudación fiscal adicional, si no se aborda el asunto del bajo nivel de ahorro nacional y si no se compensa a los sectores que verían caer su poder adquisitivo, entonces la medida podría tener un escaso efecto en su objetivo y terminaría impactando negativamente en el bienestar.

Los vaivenes de los anuncios generan incertidumbre y pérdida de confianza, así como los cambios en las variables relevantes del mercado dan señales sobre cómo la economía reacciona e interpreta los efectos, en este caso del shock arancelario.

Normalmente, un país que impone aranceles consigue que su moneda gane valor o se aprecie. Teóricamente, esto supone que mejoraría su relación de intercambio, y podría mejorar su resultado en la balanza comercial y la cuenta corriente.

A diferencia de lo esperado, es interesante notar que el índice del valor del dólar respecto a las monedas de sus principales socios ha perdido casi 4% de su valor desde el anuncio de los aranceles la semana pasada y ha caído 9,1% desde que Trump asumió la presidencia.

Además, las tasas de interés parecen indicar una mayor probabilidad de recesión, puesto que descuentan que el banco central bajaría más su tasa de interés de referencia. La tasa de interés de los bonos del Tesoro de los EE.UU. a diez años ha bajado hasta 4,4% en los últimos días, cuando al inicio del Gobierno de Trump se ubicaba en 4,8%.

Finalmente, la guerra comercial declarada por Trump parece significar un fuerte shock, que no solamente afectaría a los Estados Unidos, sino que podría tener un impacto mucho mayor en todo el mundo, pudiendo provocar un menor crecimiento de la economía mundial.

(*) Profesor universitario y miembro titular del directorio del Banco Central del Paraguay (BCP). Exviceministro de Economía.

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