América Latina y el Caribe, potencia global en biodiversidad

En este preciso instante, millones de procesos biológicos están sucediendo a nuestro alrededor. Las plantas de los hogares, la vegetación de jardines y parques, los árboles de los bosques o las especies de las profundidades de mares, ríos y montañas están experimentando su propia lucha por la supervivencia, en un proceso evolutivo que se remonta al origen de los tiempos y que hoy en día está cada vez más condicionado por la acción humana.

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Este espíritu de permanente regeneración, de alianzas simbióticas entre especies, de impulsos naturales y recursivos, es el que América Latina y el Caribe necesita llevar a la COP16 de Biodiversidad en Cali, Colombia, para evolucionar la lucha ambiental y ocupar la posición de liderazgo global a la que está destinada. La región alberga el 60% de la biodiversidad del planeta, el 80% de los biomas del mundo y el 30% de los recursos disponibles de agua dulce, por lo que tenemos mucho que aportar.

Nuestros ecosistemas estratégicos son únicos y esenciales para mantener el equilibrio ambiental del planeta. A través de iniciativas de preservación de los páramos, la Patagonia, el Caribe, los bosques de Tumbes en el Chocó y Magdalena, la Mata Atlántica, el corredor biológico mesoamericano, los manglares, la Amazonía y la Corriente de Humboldt, entre otros, tenemos el potencial de replicar soluciones de biodiversidad en todo el planeta. Por eso, en la COP16 América Latina y el Caribe debe reivindicar que es una potencia megabiodiversa y una región de soluciones.

Pero para llegar a este punto, en primer lugar debemos multiplicar las políticas públicas de preservación de nuestros ecosistemas estratégicos. Todos los países de la región ratificaron el Convenio sobre Diversidad Biológica (un acuerdo de 1993 que persigue la conservación de la biodiversidad), pero pocos han presentado planes de acción de protección de diversidad biológica al 2030. Estos planes son uno de los grandes hitos de la COP15 de Kunming-Montreal de 2022, donde se establecieron 23 metas para detener y revertir la pérdida de biodiversidad a 2030, y cuatro objetivos para alcanzar una biodiversidad positiva en 2050.

La COP16 de Cali fue una cita histórica para revisar los avances de los planes de acción, pero también para abordar aspectos importantes, como el establecimiento de un marco equitativo y justo de acceso a los beneficios de los recursos genéticos o la creación de un nuevo marco de seguimiento de la movilización comprometida de 200.000 millones de dólares a 2030.

En este sentido, deberemos crear consensos para movilizar más fondos e implementar mecanismos financieros innovadores, como la emisión de bonos verdes, el canje de deuda por naturaleza, los seguros contra catástrofes o los certificados de biodiversidad. Un buen ejemplo de esto se produjo recientemente con la conversión de deuda más grande en la historia (un total de US$ 1.000 millones) para la conservación de cuencas hidrográficas en El Salvador, fruto del trabajo coordinado de varias instituciones como Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), la Corporación Financiera de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (DFC), Common Reporting Standard (“CRS”), el Fondo de Inversión Ambiental de El Salvador (FIAES) y ArtCap Strategies (grupo de inversión que se especializa en préstamos directos en América Latina y el Caribe).

Los bancos de desarrollo son cruciales para aportar y movilizar nuevos recursos financieros, pero también para articular las agendas de desarrollo de los países en el largo plazo. Si los bancos multilaterales contaran con mayor capital, tendrían el potencial de ser más eficaces en multiplicación y movilización de recursos, así como en roles anticíclicos.

América Latina y el Caribe también debe sacar a flote la voz de los jóvenes en los debates ambientales y fomentar la participación de comunidades afrodescendientes y pueblos indígenas, promoviendo fórmulas para incluir los saberes ancestrales en las agendas climáticas, de sostenibilidad y biodiversidad. Estas voces serán clave para reafirmar nuestro compromiso con la equidad, la inclusión y la justicia climática.

Para acelerar todos estos debates, desde CAF llevamos a la COP16 un espacio único con el Pabellón ‘La biodiversidad nos une’, que facilitó el intercambio de experiencias, aunó esfuerzos, exploró oportunidades de colaboración y aumentó la visibilidad de las soluciones ofrecidas por los países en su conjunto.

En nuestro pabellón también promovimos espacios de diálogo con instituciones científicas con el objetivo de escuchar la voz de la ciencia y para contribuir a divulgar y poner en marcha soluciones basadas en la ciencia. En este sentido, en los meses previos a la COP16 convocamos a más de veinte instituciones científicas internacionales para concienciar sobre la importancia de los datos, la ciencia, la colaboración regional y la aplicación de métodos científicos para solucionar problemas asociados a la pérdida y restauración de la biodiversidad.

América Latina y el Caribe es una región bisagra para preservar la biodiversidad y la estabilidad ambiental del planeta, y por eso en la COP16 de Cali necesitábamos promover nuestro papel de potencia mundial en biodiversidad. Solo así lograremos que nuestra voz permee los grandes debates ambientales que marcarán el paso del desarrollo en las próximas décadas.

Agenda

Los bancos de desarrollo son cruciales también para articular las agendas de desarrollo de los países en el largo plazo.

(*) Presidente ejecutivo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

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