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Se inició con la imposición de peajes que impiden el ingreso al territorio nacional de combustibles y gas por parte de Argentina a las barcazas de bandera paraguaya por parte del gobierno kirchnerista argentino, una decisión contraria a dos documentos que forman parte del derecho positivo internacional: El Tratado del Mercosur, firmado en Asunción, en el año 1991 y el Acuerdo de Transporte Fluvial por la Hidrovía Paraguay- Paraná, en 1992, en donde el ingeniero Juan Carlos Wasmosy, luego Presidente de la República, tuvo activa participación.
Desde un inicio ambos documentos muestran la tendencia correcta de Paraguay de sumarse a lo que se llama integración competitiva en el derecho internacional. Aun sabiendo que nuestro país es mediterráneo, el hecho de competir de entrada con cierta desigualdad de condiciones y apenas habiendo salido de la dictadura, la decisión paraguaya fue correcta.
No se contemplaron en ese entonces mecanismos de solidaridad ni de compensación como socio más pequeño. Pero a diferencia de lo que puede suponerse fue precisamente esa ausencia de hacernos pasar por “pedigüeños” que Paraguay mostró una tendencia correcta mediante la aplicación de la integración competitiva, una decisión correcta del gobierno de entonces.
Así, por ejemplo, en el artículo 5 no deja dudas acerca de lo que hoy sucede y de qué gobierno está violando lo establecido. El referido artículo dice textualmente: “Sin previo acuerdo de los países signatarios no se podrá establecer ningún impuesto, gravamen, tributo o derecho sobre el transporte, las embarcaciones o sus cargamentos, basado únicamente en el hecho de la navegación”.
En este mismo momento la crispación ha llegado al momento de una seria y declarada confrontación entre dos países hermanos que no tiene razón de ser, al menos si se analiza desde el derecho, la justicia y los fundamentos de la economía.
Desde el punto de vista del derecho y la justicia no hay duda alguna de la violación de una de las partes de los documentos arriba mencionados y que deberá dilucidarse mediante el respectivo instituto del arbitraje como en efecto lo solicitó nuestro gobierno que, por cierto, está llevando a cabo una correcta apreciación y decisión sobre el tema en cuestión.
Diplomacia, derecho y economía
No obstante, hay un tema de fondo que considero que no solo ilumina mejor entre entredicho diplomático sino que también es la mejor manera de avistar una solución de fondo donde las partes intervinientes sin ceder sus derechos de soberanía salen beneficiados mutuamente. Eso de que alguien pierde y otro gana es propia de ideas caducas y socialistas que recalaron en el mercantilismo que al parecer se pretende resucitar.
Para ello es preciso iniciar, por ende, y para una mejor y acabada comprensión de este tema sobre uno de los fundamentos más sólidos de las ideas de la libertad: el comercio libre.
Montesquieu
Empiezo con tres esclarecedores de la filosofía de la libertad. Cito primeramente al ensayista ilustrado Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, quien decía en su obra El Espíritu de las leyes publicado en 1748.
“El comercio cura los prejuicios destructivos, y es una regla casi general que dondequiera que haya buenas costumbres, hay comercio y que dondequiera que haya comercio, hay buenas costumbres. Por lo tanto, uno no debería sorprenderse si nuestras costumbres son menos feroces de lo que eran antes. El comercio ha difundido el conocimiento de las costumbres de todas las naciones en todas partes; han sido comparadas entre sí, y de esto han resultado cosas buenas”.
Adam Smith
Seguidamente encontramos a Adam Smith, conocido como el padre de la economía moderna. Allá por el año 1776 en ocasión de la publicación de su libro Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, o sencillamente La Riqueza de las naciones, discurre en su análisis sobre el papel del comercio internacional.
Dice este autor que el comercio internacional afecta decididamente en el desarrollo y la prosperidad de las naciones. Smith que criticó fuertemente al mercantilismo de entonces consideraba que el comercio entre países no era un juego de suma cero, donde uno gana y el otro pierde.
Más bien, Adam Smith demostró que las restricciones al comercio (interno como externo de los países) significan costos para el mismo país que las establece y que al final repercuten sobre la calidad de vida de los habitantes y del crecimiento económico.
Bastiat
El otro autor que me parece correcto nombrar en este espacio es Claude Frédéric Bastiat, economista francés y periodista económico del que hablaba Schumpeter en su Historia del análisis económico. Bastiat creía apasionadamente en la libre empresa y vivió desde 1801 a 1850. En razón al tema que me ocupa en esta nota me detendré en este pensador y economista.
Una de las tantas y brillantes frases de este auto es un resumen del mejor consejero: “Cuando las mercancías no cruzan las fronteras, lo hacen los soldados”. (Se dice que no lo dijo así como está escrito).
Y continúa: “Las barreras resultan en aislamiento; el aislamiento da lugar al odio; al odio, a la guerra; a la invasión. “¿Qué más da?, dicen los sofistas. “¿No es mejor arriesgarse a la posibilidad de una invasión que aceptar la certeza de una invasión?”. Lamentablemente, mucha gente todavía azuzada por intereses contrarios a la vida, la libertad y la propiedad sigue creyendo en la violencia antes que la cooperación, en el sometimiento del otro antes que respetar al prójimo.
La diferencia entre intercambio e invasión son demasiadas. La primera trae paz, colaboración voluntaria y progreso. Lo segundo acarrea violencia, guerra y odios infundados. Entre una barcaza que trae mercancías y otro buque que trae balas y cañones hay notorias consecuencias.
Y aunque aquí muy probablemente nos encontremos en este diferendo entre Paraguay y el Gobierno kirchnerista en una puja geopolítica entre los Estados Unidos y China Continental para adueñarse de la Hidrovía, debemos tomar en cuenta las guerras son buenas para los gobiernos, para que los políticos y burócratas hagan rienda suelta de sus pasiones por el poder y ansias de riqueza mal habida.
Tratados
El Tratado del Mercosur se firmó en Asunción, en el año 1991, y el Acuerdo de Transporte Fluvial por la Hidrovía Paraguay-Paraná, en 1992.
Integración
Ambos documentos muestran la tendencia correcta de Paraguay de sumarse a lo que se llama integración competitiva en el derecho internacional.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.