Créditos del carbono, un engaño desde el desconocimiento y el miedo

Se están llevando a cabo presentaciones del proyecto de ley De los créditos de carbono, firmado por varios senadores, en las que explican acerca de las bondades de este documento. Sus promotores insisten en sus loables objetivos.

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Los créditos del carbono son una herramienta para volver rentable la conservación de bosques mediante la captación del dióxido del carbono (CO2), lo que reditúa ingresos en dinero para los que así lo hagan.

Por supuesto, los destinatarios directos de este proyecto son los productores del campo. Los gremios están recibiendo con beneplácito este nuevo negocio que lo ven como muy rentable y como contribución a la sociedad.

Además, ¿qué podría estar mal aquí? ¿Por qué contradecir tan loable propósito? Cuidar los bosques, medir la emisión de CO2 con la captura correspondiente, comercializar y recibir una compensación en dinero es un negocio interesante y redondo.

Estamos ante una herramienta financiera que desde luego resulta atractiva, más todavía si se toma en cuenta que a la fecha buena parte de los productores del campo cuidan sus bosques. Y no solo eso. Lo que se busca no es solamente “cuidar” los bosques, pues no solamente el CO2 queda limitado a la cuestión de árboles y bosques nativos.

Hay algo más. Los créditos del carbono afectan a las actividades como la agricultura y la ganadería, como más adelante explicaré.

El crédito del carbono es lo más similar a la punta del iceberg. Lo que se ve es poco con relación a lo que no se ve. Mientras los involucrados en el crédito de carbono perciban más dinero e igualmente se percaten que aumenta incluso la rentabilidad de sus propiedades, entonces ¿por qué no aprobar este proyecto tan inocuo y lleno de buenos propósitos?

¿Por qué lo que parece benigno en favor de la humanidad por el combate contra el cambio climático que afecta a todos puede finalmente ser contrario a la misma producción y, sobre todo, a la propiedad privada? ¿No será que tal combate o mitigación climática no es tal como se viene diciendo en todos los ámbitos?

¿Estamos ante un engaño estimulado por un miedo infundado y el desconocimiento de lo que ocurre? Para iniciar las respuestas a estas interrogantes empecemos por aclarar algunos conceptos.

El comienzo del engaño

Resulta muy necesario y al extremo dejar en claro una importante diferencia. La misma consiste en distinguir el carbono del dióxido de carbono. El carbono es un elemento; el dióxido de carbono es un compuesto. El carbono es un sólido; el dióxido de carbono es un gas.

Por ejemplo, el carbono en forma de polvo y cenizas puede ser dañino para la salud; el dióxido de carbono no es dañino por sí mismo, a menos que nos expongamos al mismo por muy largo tiempo. El dióxido de carbono es indispensable para la fotosíntesis y por tanto para la vida.

Ahora bien, cuando se habla de carbono se asocia con algo sucio y peligroso, pero que por lo general queda como que se refiere al dióxido de carbono. No obstante, el dióxido de carbono no es dañino; por el contrario, es necesario para la vida y para la producción como para el aumento de la productividad de más y mejores alimentos.

Como se habrán percatado los que algún conocimiento aunque elemental tengan, los proyectistas del crédito de carbono se hacen notar como los defensores del medio ambiente. Propugnan disminuir y terminar con la emisión de carbono cuando que en realidad se refieren al dióxido de carbono, es decir, se refieren a un necesario e imprescindible compuesto que incide positivamente en la producción de alimentos.

Cuanto más niveles de dióxido de carbono existan en la atmósfera, pues mejor para el mundo, para las personas, los animales, las plantas y los bosques. Al respecto resulta interesante la reciente literatura científica publicada en Nature Climate Change donde se documenta que una buena parte del planeta en su vegetación se ha venido beneficiando en los últimos tiempos por la reforestación y el aumento de la cosecha ¡a causa de la alta concentración de dióxido de carbono!

No estoy en contra de hacer negocios con los bosques para ponerlos a salvo de la deforestación. Pero si nos detenemos ahí, nuestra mirada será simplista y carecerá de sustento. El negocio del crédito del carbono ciertamente se vuelve lucrativo y hasta con poco riesgo, pero el mismo afecta a la producción de más y mejores alimentos, en especial en los países emergentes, donde sus economías en gran parte dependen del campo, como en efecto ocurre con Paraguay.

Es muy diferente lo que ocurre en los países donde sus economías de escala industrial incentivan los créditos de carbono. Dada esta situación, los créditos de carbono aquí en nuestro país estimularán a los propietarios de fundos agropecuarios con bosques a recibir el dinero correspondiente. Se preferirá recibir dinero antes que elevar la producción de alimentos que requiere de inversión y riesgo.

Descarbonización y economía verde

No puede entenderse el crédito del carbono sin la descarbonización y la economía verde. En estos años se las viene promoviendo desde organismos públicos y privados. Es la descarbonización para hacer lugar a la economía verde a nivel planetario.

Los términos verde, limpia y renovable van imperando y se exige como fuente de energía (como la solar, eólica, geotérmica e hidráulica); mientras que el carbón, el gas y el petróleo deben hacerse a un lado. La pregunta es ¿a qué costo lo hacemos aquí en países como Paraguay? Al costo de impedir el crecimiento de la producción nacional, perjudicando las inversiones, la creación de empleos y las mejoras salariales.

Pero también afecta a los países ricos. Hoy Europa está en crisis energética y no se debe solo a la guerra de Ucrania. La economía verde no abastece lo suficiente de energía para mantener la industria, por ejemplo de Alemania, que ahora se encuentra en recesión, en una crisis más delicada de lo que parece. Y uno de los motivos de esa crisis se encuentra en los altos costos y la incertidumbre generados con los precios de la energía y la famosa transición energética hacia la descarbonización de la economía verde. Pero la realidad dice otra cosa: vuelven a utilizar las centrales eléctricas de carbón.

Para que la “nueva” economía verde entre en acción a nivel planetario se requiere de un componente económico, esto es, los bancos como intermediadoras del dinero global. Y aquí aparece el crédito del carbono. Otorgando rentabilidad por las zonas y propiedades boscosas, a los productores del campo se los seduce y se los vuelve directamente involucrados con el crédito del carbono, en un mundo cada vez necesitado de alimentos y no precisamente de los sintéticos que, por cierto, también pretenden imponernos.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

Rentable

Los créditos del carbono sirven para volver rentable la conservación de bosques mediante la captación del dióxido de carbono (CO2).

Reemplazo

Se exigen como fuente de energía la solar, eólica, geotérmica e hidráulica, y se dejan de lado el carbón, el gas y el petróleo.

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