Pensemos en grande y lejos: el PIB mínimo del 8% anual

¿Qué podemos perder? Nada. ¿Qué podemos ganar? Todo. Más todavía cuando se sabe que el Producto Interno Bruto (PIB) seguirá con el pico del 4 o 5 por ciento anual (este año no llegará ni al 2 por ciento) debido a la ausencia de reformas de fondo, el elevado endeudamiento y el mal gasto sumado a la incertidumbre por la baja calidad institucional.

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Sin embargo, más allá del diagnóstico el problema de fondo es otro. El ánimo derrotista está permeando desde arriba para abajo y proviene de los gobernantes, políticos y burócratas que desde luego poco o nada les interesa insuflar las fuerzas de los cambios que el pueblo necesita porque así a aquellos les viene mejor.

Los derrotistas y agoreros del pasado están equivocados. Y no solo eso, están mintiendo. El despilfarro de nuestro dinero mediante ideas y políticas fracasadas es apenas la punta del iceberg. Concentrados en la coyuntura perdemos todos. El Paraguay deja de aprovechar las inmensas oportunidades que tiene. En efecto, la combinación de factores y circunstancias que caracterizan a lo que a diario ocurre es la coyuntura, la misma que muchas veces no nos deja concentrarnos en los temas y las propuestas de fondo. Resulta necesario mirar hacia el futuro con elevado sentido aspiracional.

Sólo así en Paraguay podrán llevarse a cabo las transformaciones para dar el salto cuántico hacia la modernidad.

Debemos pensar en grande, avanzar mirando lejos. Debemos tener un alto sentido aspiracional e iniciar cambios monumentales. Esto significa convertir a nuestro país en un lugar atractivo para las inversiones nacionales y extranjeras.

Ese 4 por ciento del Producto es absolutamente insuficiente y devastador. Nuestro país debe crecer cuanto menos al 8 por ciento anual. Al emitir la señal de que en el Paraguay se puede invertir y realizar mejoras atrayendo capitales de amplia y positiva repercusión sobre los salarios de los trabajadores y las ganancias empresariales, estaremos dando un paso nunca antes logrado en nuestra historia.

Estado es empobrecedor

Bajos impuestos, menos burocracia y seguridad tanto física como jurídica en su sentido amplio, en un breve plazo elevará el retorno del capital maximizando la rentabilidad de las empresas en un proceso en el que también se beneficiará el fisco en sus recaudaciones.

Y esto comparado con lo que está ocurriendo en países como Argentina, donde el capital empieza a huir por la incertidumbre y las equivocadas medidas de su gobierno, pues aquí en Paraguay esas inversiones son bienvenidas y plenamente garantizadas.

No obstante hay que insistir en que una idea posible como expresada aquí y a diferencia de lo que todavía algunos creen, una zona franca en donde se practique el comercio libre requiere de instituciones firmes y consolidadas. No es posible hacer fructificar una economía abierta interna y externamente sin un gobierno garante de la seguridad jurídica, los contratos, la propiedad privada y lo atinente a las inversiones que llevan a cabo los individuos y las empresas.

El modo en que se ha venido procediendo en estos años no han dado el resultado requerido. Y si bien se hicieron algunos cambios que volvieron atractivo al país en un entorno regional adverso para las inversiones –como la estabilidad monetaria y la sostenibilidad fiscal que, por cierto, los podemos perder si no hacemos los cambios como lo expresado en esta nota– todo ello es insuficiente.

¡Acaso hay una mejor lección que la que hoy tenemos! Los hechos hablan por sí solos. El papel de los gobiernos en entorpecer y molestar la iniciativa de millones de emprendedores no ha hecho más que hacernos perder tiempo y recursos.

Menos politiquería y burocracia

Si se pretende seguir elevando la presión tributaria sin consideración alguna a la economía y se sigue con la politiquería en donde los que se presentan a ocupar cargos es para decirnos que su objetivo es seguir redistribuyendo más dinero de unos para otros, entonces estamos en un círculo no solo perverso, sino también mentiroso, inmoral y peligroso.

Nos vienen diciendo y repitiendo que cuanto más dinero el político y el burócrata cuente a su disposición, la vida de la gente mejorará y ¡esto no es cierto! Si se pretende como parece ser tener un plan con proyectos de ley que sólo hablan de la llamada justicia social y la redistribución de la riqueza, siendo estas propias del vigente y pérfido socialismo del atraso y la miseria. Nos viene diciendo, repitiendo y mintiendo que el retraso en las reformas no tienen tantas consecuencias dañinas y no es así.

Nada puede ser más perjudicial para la prosperidad de un país que sus dirigentes tengan el propósito de elevar la participación del Estado mediante más impuestos, más regulaciones, más burocracia, disponiendo de más dinero para redistribuirlos entre los pobres. Esta es una noción populista que termina por destruir el sentido moral de la persona beneficiada que de ese modo termina rindiéndose ante la seducción del dinero fácil y sin responsabilidad.

Ni un solo guaraní

Cualquiera sea el Estado con el respectivo gobierno que tengamos y me refiero del signo político que fuera, en ningún modo puede suplantar la iniciativa, el esfuerzo, la inversión y la división del trabajo en un mercado libre donde personas y empresas colaboran para disponer de más bienes y servicios. El gobierno, cualquiera sea, no cuenta con los recursos y nunca los tendrá a su disposición para eliminar la pobreza, el desempleo o repartir tierras para los ocupantes de propiedades privadas.

En realidad si hay algo que en estos años se ha venido probando es que el Estado como tal no solo no dispone de un solo guaraní que previamente no le haya sacado a la gente, sino que igualmente la sustracción del dinero hecho de modo coercitivo termina en elevar la corrupción y en riquezas mal habidas de aquellos que precisamente “administran” el dinero de otros.

Lo que hoy tenemos es el avance de la consolidación infame de la “industria de la pobreza y la dependencia” de la politiquería. La pobreza y el desempleo no se deben a que el paraguayo es haragán como siguen diciendo los que así les conviene para alzarse con la dirección de esas personas en situación de vulnerabilidad; se debe a que sus gobernantes disponen malas ideas contra sus prójimos para mantenerlos en la mendicidad y la informalidad.

Y lo expresado no es solo un tema económico y político que desde luego lo es. Es un tema de orden moral. Los problemas sociales que afectan y hasta destruyen a las familias se deben a la destrucción de la educación inicial y las barreras puestas para la creación de empleos, todo ello ocasionado por las malas ideas estatistas que sobrevaloran el rol del Estado sobre las personas.

El Paraguay debe mirar lejos con un elevado sentido aspiracional. Este es el modo de escapar de la modorra, la pasividad, la inmundicia, el daño y la corrupción del estatismo prevaleciente a los que nos tienen acostumbrados los políticos que buscan seguir viviendo a costa de los demás.

Paraguay debe ser una amplia zona territorial de bajos impuestos, con inflación cero, sin déficit, con seguridad física y jurídica en la que sobresalgan la plena garantía a la propiedad privada, la economía libre junto con las garantías civiles para de ese modo atraer y radicar, como un poderoso imán, el ahorro y la inversión nacional como extranjera.

Esto es posible. Pensemos en grande y lejos: El PIB mínimo del 8 por ciento anual.

Despilfarro

El despilfarro de dinero mediante ideas y políticas fracasadas es apenas la punta del iceberg. Concentrados en la coyuntura perdemos todos

Politiquería

Lo que hoy tenemos es el avance de la consolidación infame de la “industria de la pobreza y la dependencia” de la politiquería.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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