Robo y violencia desde el Estado rompen con política y economía

Es usual considerar como evidente que el robo y la violencia se deben a los delincuentes en general, los que están lejos del gobierno. Sin embargo, las conductas manifiestamente dañinas como violencia y robo provienen en gran parte desde el mismo Estado. Los gobernantes que juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes son los que provocan los más variados daños directos y colaterales a sus prójimos. Les sacan a los demás sus ahorros e inversiones, no les dejan trabajar, les endeudan impidiéndoles contar con un mejor futuro entre otras cosas. Esto es un gran daño.

El robo y la violencia que provienen desde el mismo Estado rompen con la política y la economía.
El robo y la violencia que provienen desde el mismo Estado rompen con la política y la economía.GENTILEZA

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Esta situación no se limita a Paraguay. Es un mal que apareció cuando se sustituyó al gobierno constitucional de la libertad y la República por un modelo de ideas que le fue dando cada vez más preeminencia al poder político y a la burocracia.

Y lo que tenemos a fecha es precisamente eso. En menor o mayor grado campean el robo y la violencia. El robo visto desde la visión del derecho es la apropiación indebida de la propiedad que pertenece a un tercero. Es un delito de tipo patrimonial puesto que se afecta al patrimonio que es un bien jurídico.

Considero desde luego correcta esa conceptualización, pero, nuevamente resulta necesario apelar al concepto multidisciplinario del conocimiento para decir que todas las acciones de los políticos y burócratas en general ajustadas en la categoría de robo y violencia son inmorales y antieconómicas.

El robo, es cierto, consiste en apropiarse de lo ajeno y solo puede llevarse a cabo por medio de la violencia puesto que la persona que sabe que será perjudicada jamás prestaría su consentimiento para que se le saque algo que es suyo, producto de su esfuerzo diario.

Ahora bien, y sabiendo los gobernantes que ocasionalmente fungen de servidores públicos, los mismos actúan en contra del mandato del pueblo. Roban violentamente porque saben que disponen de lo ajeno. Se apropian indebidamente de los escasos recursos disponibles en la economía, recursos resultado del esfuerzo, la creatividad, el ahorro y la inversión de mucha gente que pagando sus impuestos finalmente no reciben contra prestación alguna o si la reciben apenas son residuales.

No existe la representación

La llamada representación en la democracia no existe porque nadie otorga su acuerdo para que otro le haga daño y lo vuelva cada más pobre y dependiente de su victimario. Aceptar que esta forma de representación es la que se debe seguir consintiendo es un despropósito mayúsculo. Solo en la mente de una persona que se crea esclava podría darse tal situación. De manera que estamos ante un cambio de paradigma trascendental en las relaciones sociales entre el Estado y los ciudadanos. El órgano político y jurídico ha venido creciendo y demasiado a costa nuestra, de esas personas que todos los días trabajan y se esfuerzan con sus familias para lograr un mejor porvenir.

El Estado entonces ha dejado de ser para la política y tampoco es para la economía. Ha dejado de ser para la política puesto que si la organización de una sociedad se basa en el saqueo, el robo y la violencia, entonces no estamos hablando o haciendo política. La política es otra cosa y demasiado importante para todos. Una ciudadanía no se organiza en un territorio determinado para autodestruirse. Se organiza para convivir, cooperar y progresar juntos, donde los talentos y capacidades son diferentes pues los resultados serán distintos, siendo este el objetivo de la política en su genuina acepción.

Lo mismo ocurre con la economía. La economía es la acción humana por la cual las personas colaboramos mediante la división del trabajo para contar con mejores bienes y servicios donde la plena garantía de la propiedad privada, la justicia y la seguridad son su columna vertebral. No puede ni habrá una economía pujante y vigorosa mientras no se garantice la propiedad, así como cuando la justicia no es tal sino un remedo para hacer sobresalir a los más fuertes incentivando corrupción e inseguridad.

Lo que pasa

Se considera como válida la idea de que el subdesarrollo de los países se debe a factores ajenos a las instituciones y conductas de los gobernantes. Se culpa a todos, desde los países desarrollados capitalistas hasta por la falta de recursos en los presupuestos; menos a los verdaderos verdugos de la sociedad. Y mientras se persista con esa idea divulgada en una educación que sigue desconociendo los fundamentos de la sociedad libre, los funcionarios en los diferentes gobiernos seguirán tan rapaces, ignorantes y carentes de escrúpulos, como antes y ahora. No fue hace mucho, durante los años cincuenta del siglo pasado, que apareció una teoría denominada del desarrollo, cuyo propósito consistió en fundamentar aquella afirmación y en especial tener una justificación. Se pretendió contar con una línea de pensamiento, acorde con la identidad propia de nuestros pueblos.

Fue así que la Comisión Económica para América Latina (Cepal) sostuvo que el desarrollo requería de la promoción de la industrialización nacional mediante el incremento de los aranceles para así sustituir las importaciones por la producción local.

Desde entonces las políticas públicas tuvieron al Estado como su principal protagonista. Los gobiernos fueron considerados como el motor de la economía. Esto no solo afectó el modo de analizar la economía. También se inmiscuyó en la política, la educación, hasta inficionarse en la administración de justicia.

Permeó tan profundamente esta idea que los gobiernos con sus ocasionales funcionarios adquirieron tantas atribuciones que se mostraron soberbios y cerrados a los cambios, y de este modo, se consolidó la corrupción sistémica, como hoy la padecemos.

De las riquezas mal habidas

Con la aplicación de esta teoría aparecieron los nuevos potentados, funcionarios que de la noche a la mañana se fueron enriqueciendo impunemente desde y con el Estado; sin embargo, no logró el desarrollo de los países ni el bienestar de la población.

Pese a este fracaso, políticos e intelectuales cerraron filas, pues todavía se atrevían a seguir culpando a los países ricos y a la falta de presupuesto de los males que ellos mismos creaban. Y como había que mantener el sistema, apareció luego la teoría de la dependencia.

Esta teoría decía (muchos todavía la siguen manteniendo vigente) que el subdesarrollo de los países se debía a que estaban en la periferia, como un satélite que dependían y se subordinaban al capitalismo central. Para cambiar esta situación los intelectuales y políticos de la época propusieron destruir al enemigo, el sistema liberal capitalista.

De este modo la revolución encontró a sus referentes en la revolución cubana con Fidel Castro, el Che Guevara, la Teología de la Liberación.

Luego de la caída del comunismo se vinieron el Foro de San Pablo, el Grupo de Puebla y para todavía sumar mayores males en estos años se puso en marcha una línea de pensamiento que se identifica con el nuevo orden mundial, orden que no es nuevo sino tan vetusto y autoritario como muchos que vimos pasar en la historia de la humanidad.

Ahora mismo

Con el surgimiento de la política económica keynesiana prevaleciente en este momento, se fue aceptando que la política fiscal por medio de los presupuestos, el gasto estatal y los impuestos, conforman juntamente con el endeudamiento maneras decisivas para afectar la producción, los precios y el empleo. El objetivo: estimular el consumo para así acrecentar el bienestar de la población.

La citada secuencia de ideas y medidas se convirtió en algo “sagrado”, un dogma al que no se puede criticar ni tan siquiera tener una mirada diferente. Así, por ejemplo, la palabra consumo y de su estímulo por parte del Estado es considerado como un objetivo del cual no se puede apartar un gobierno e incluso los sectores empresariales le siguen el juego prestándoles dócilmente su acuerdo.

Es cierto, a productores y comercializadores de bienes y servicios les conviene se incremente el consumo puesto que hace posible nuevas inversiones, cumplir con préstamos, elevar salarios e ingresos empresariales, entre otros. Desde luego, el consumo no es malo. Es el fin de toda producción.

Este problema de gastar para estimular el consumo tiene como protagonista principal al Estado. El Estado es capaz de gastar sin consideración alguna a la creación de nuevos bienes y servicios.

No hay que dejarse engañar. Los motivos de las lacras sociales que padecemos son provocados por los malos gobiernos con equivocadas ideas que siguen impunes en el pillaje y el insaciable saqueo. El robo y la violencia desde el Estado rompen con la política y la economía. Todavía estamos a tiempo para revertir este derrotero.

Saqueo

Motivos de las lacras sociales que sufrimos son provocados por malos gobiernos, con equivocadas ideas que siguen impunes en el pillaje y el saqueo.

Revertir

El robo y la violencia desde el Estado rompen con la política y la economía. Todavía estamos a tiempo para revertir este derrotero.

Daños

Los gobernantes que juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional y las leyes son los que provocan los más variados daños directos y colaterales a los ciudadanos.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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