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La inflación puede quedarse por mucho tiempo. No necesariamente puede ser pasajera, sino que viene para quedarse y crecer. La inflación se genera lentamente para luego acelerarse convirtiéndose en un problema de carácter crónico sin visos de solución.
A modo de clarificar el tema resulta necesario insistir en qué es finalmente la inflación.
El carácter conceptual es relevante puesto que si no tenemos una idea clara sobre lo que es algo y partimos de premisas falsas, pues por lógica expositiva luego nuestras conclusiones no serán ciertas.
Estamos ante un tema, insisto, fundamental porque si no lo consideramos así pues seguiremos dando vueltas en un círculo vicioso. Unos cuantos seguirán ganando y engañando a otros y estos otros pues sencillamente seguirán perdiendo. Dicho de otro modo, en el tema que hoy me ocupa se enfrentan dos concepciones de la sociedad.
O prevalece el poder del Estado mediante su respectivo gobierno (cualquiera sea) o prevalece el pueblo en su sentido correcto como la suma de los individuos que conforman la sociedad. De no hacerse esta diferencia, pues se seguirán cometiendo errores.
Todavía más, se permitirá que una línea de pensamiento que antepone los intereses del Estado sobre los derechos individuales siga siendo privilegiada poniendo en permanente peligro la libertad y la propiedad.
Los escolásticos
No puedo sustraerme de la historia. La considero como fundamental en el análisis político económico, pues de esta área del conocimiento conocemos el origen y el desarrollo hasta nuestros días de instituciones y prácticas de las que hoy disponemos.
De que haya sucedido un hecho determinado hace siglos atrás no le quita su valor, por el contrario, le otorga todavía más importancia, porque si se entiende su origen y desarrollo pues tendremos a nuestra disposición un cúmulo de conocimientos que nos permitirán entender mejor lo que en el presente sucede.
Hago entonces referencia en este comentario a uno de mis pilares en el conocimiento de la economía y la política: los escolásticos españoles del siglo XVI y mediados del siglo XVII. Los escolásticos establecieron de modo magistral las bases de lo que luego sería la Escuela Austríaca de Economía, la genuina escuela liberal (en su sentido clásico) en el mundo.
Por ejemplo, la teoría subjetiva del valor así como la utilidad marginal la debemos a Diego de Cobarrubias y Leyva; que los precios determinan los costos y no al revés a Luis Saravia de la Calle; el principio de preferencia temporal a Martín de Azpilcueta; y el carácter distorsionador de la inflación sobre la economía a Juan de Mariana, Cobarrubias y Azpilcueta; la imposibilidad de organizar la sociedad mediante mandatos coercitivos y que toda intervención estatal sobre el mercado tiende a violar el derecho natural, también se lo debemos al gran Juan de Mariana.
Allá por el año 1600, por ejemplo, Juan de Mariana decía con razón que la inflación es un impuesto no consentido por el pueblo y que devaluar la moneda con más impresión forzosa por parte del poder de turno constituía una arbitrariedad, una ilicitud e inmoralidad.
Mariana ya había propuesto en aquel tiempo equilibrar el presupuesto público y, sobre todo, que la familia real gaste menos porque “lo moderado, gastado con orden, luce más y representa mayor majestad que lo superfluo sin él”.
Es preciso – decía Juan de Mariana, “reconocer que la inflación es un impuesto dañino que desorganiza la vida económica” y que el “arbitrio de una nueva moneda es errado y perjudicial”. De este modo, Juan de Mariana diseña un programa de reducción de gasto público y de mantenimiento del presupuesto equilibrado que, aún habiéndolo establecido en 1605, es de actualidad y de atención para nuestros dirigentes.
Inflación
La inflación es la expansión monetaria y crediticia que aumenta el volumen de dinero y crédito en el mercado y solo pueden hacerlo los gobiernos. Son los respectivos bancos centrales los únicos autorizados a imprimir billetes y acuñar monedas.
Los precios de los bienes y servicios pueden aumentar y de hecho sucede igualmente su baja en el mercado. Pero a diferencia de ese proceso cíclico de subas y bajas que acarrea competencia entre productores y comerciantes para satisfacer a los consumidores, cuando estamos ante la inflación sucede algo muy diferente. Es el Estado mediante el gobierno el que imprime billetes que no representan riqueza alguna que previamente se haya producido.
Cuando hay más billetes para igual cantidad de productos, entonces estamos ante un proceso inflacionario. La mayor cantidad de billetes y monedas en realidad no origina un aumento de los precios propiamente dicho, sino que causa una disminución del valor adquisitivo de la moneda.
Se desvaloriza la moneda; entonces, cae su poder adquisitivo. Dicho de otro modo, cuando estamos ante un proceso inflacionario necesitamos cada vez más guaraníes para comprar los mismos productos que antes adquiríamos.
Un gran engaño
Tenemos que terminar de una vez por todas con el engaño al que nos tienen acostumbrados los políticos y burócratas cuya línea de pensamiento es la de privilegiar la caja estatal en vez del bolsillo de la gente. El poder estatal administrado, por cierto, por gente de carne y hueso pero que se cree superior a sus prójimos considera necesario financiar los gastos públicos (gastos despilfarradores donde unos pocos sacan rédito de ello haciendo ricos en detrimento de los que les pagan sus privilegios) por medio de la emisión de moneda sin respaldo en la producción.
Desde luego que este perverso e inmoral engaño tiene a su vez una explicación de orden académico y de ahí llega a la política. Ocurre que combatir la recesión y el desempleo, ya lo decían J.M. Keynes y sus acólitos, el gobierno debe intervenir el mercado adoptando medidas de expansión monetaria y crediticia.
Creen en esa expansión monetaria y crediticia porque consideran que existe un desajuste entre el ahorro y la inversión por parte del sector privado. De este modo, se cree que la baja producción, de la productividad, la merma en las ventas y el bajo consumo se debe a que los mismos empresarios y las familias ya no pueden seguir ahorrando e invirtiendo cuando que en los hechos fue el intervencionismo estatal el que le puso frenos y obstáculos a la iniciativa y creatividad de los individuos.
Solución
No hay de otra. Hay que bajar el gasto público, terminar con el endeudamiento, el déficit fiscal y el actual despilfarro.
Debemos al mismo tiempo derogar las legislaciones absurdas y perjudiciales como el código laboral que daña en especial a los jóvenes y a la gente sin preparación.
Igualmente urge iniciar las reformas en el sector eléctrico, la caja fiscal y en la previsional del Instituto de Previsión Social (IPS) conjuntamente con un programa de estricta austeridad, donde la seguridad tanto jurídica como la vida de los ciudadanos se encuentre plenamente garantizada. Lo expresado en el comienzo de estas líneas y antes de que sea tarde debe ser considerado porque la inflación no puede ser precisamente una cuestión pasajera, puede quedarse para convertirse en un proceso hiperinflacionario. Ya sabemos quién es el culpable de la inflación, el impuesto no legislado.
Crónico
La inflación se genera lentamente para luego acelerarse, convirtiéndose en un problema de carácter crónico sin visos de solución.
Solución
Para reducir la inflación no hay otra solución que bajar el gasto público, terminar con el endeudamiento, el déficit y el despilfarro.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.