Recordando al máximo escritor paraguayo

Augusto Roa Bastos, nacido en Asunción, Paraguay, en 1917, es hasta la fecha la figura literaria más importante y representativa de nuestro país.

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Conoció el exilio (en su forma más dura e inmerecida) de manera que casi toda su obra la desarrolló en el extranjero, concretamente en la Argentina, donde encontró refugio en 1947.

Tuvo que hacer —para sobrevivir— de mozo en un hotel de alojamiento, corrector de pruebas en un diario y redactor de cartas comerciales en una editorial de música.

El escritor había dicho en cierta oportunidad: “Es ya de público conocimiento, porque yo lo he contado, no escondo nada de mi pasado de pobre, que fui mucamo en un hotel de alojamiento, albergue transitorio como se llama ahora, vendedor de seguros, mercachifles de libros, autor de tangos y chacareras, consultor sentimental, escritor de horóscopos, vendedor de chafalonías, guionista de cine, cantor”.

En una entrevista exclusiva concedida a Armando Almada Roche se expresó en esta forma: “Escapando a duras penas de las garras de la intolerancia y el terror llegué a Buenos Aires, la que con el tiempo sería mi segunda patria. Allí me volví a encontrar con Campos Cervera, Asunción Flores, Carlos Lara Bareiro y nada más y nada menos con mi amigo Elvio Romero”.

Es con su libro El trueno entre las hojas cuando comienza a ganar notoriedad.

Aquellos cuentos que forman parte del texto fueron publicados en 1953.

A través de ellos encara profundamente la realidad paraguaya, que conocía, y cuánto, utilizando los idiomas castellano y guaraní.

Expresa sobre él y su narrativa Almada Roche: “Estos cuentos son todos paraguayos. Están —como toda obra de Roa Bastos— arrancados de esa particular realidad: la vida en paz y en guerra, casi siempre en guerra incluso cuando hay paz”.

La prestigiosa poetisa Josefina Plá lo ha recordado con cariño: “Yo lo conozco a Roíta hace cuarenta años. Lo conocí en Asunción por su primera obra, El ruiseñor de la aurora, y después cuando se incorporó al grupo renovador del 40 aunque su fusión se realizó en realidad luego del 40”.

Augusto adquirió fama internacional con su novela Hijo de Hombre, que resultó ganadora, en 1960, del primer premio del Concurso Editorial Losada.

Paraguay pasaría entonces a llamar rápidamente la atención de países de otras lenguas y costumbres. ¿Por qué? Porque su literatura no solamente era valiosa, sino que además era comprometida.

Con un lenguaje detallado, preciso, pulido, fue tomando registros como ningún otro escritor paraguayo de la realidad de su pueblo.

HIJO DE HOMBRE

Jean Franco acerca sobre su novela estos valiosos conceptos: “El más notable empleo de simbolismo cristiano en este sentido lo ofrece la novela paraguaya Hijo de Hombre. En ella la cruda lucha entre la elite en el poder y los oprimidos se transforma en una visión poética del Paraguay entre el levantamiento de campesinos de 1912 y la Guerra del Chaco de los años treinta. El pueblo de Itapé está dominado por un Cristo crucificado al que una vez al año bajan de la cruz y hacen desfilar en procesión por el pueblo”.

Hijo de Hombre ha sido elogiado y estudiado por críticos literarios de nuestro país y del extranjero.

¿Pero qué pensamientos tenía este brillante autor sobre su propia creación literaria? Vale la pena conocerlos, desde luego: “Creo que se han tejido alrededor de mí y de mi obra un prestigio y una imagen que no corresponden en absoluto a mi mundo de valores, a mi visión del mundo, ni probablemente a sus méritos supuestos o reales, y menos al sentido que ella tiene o quiere tener”.

En 1974 sale a la luz su novela Yo El Supremo.

Se sabe que con ella obtuvo el Premio Miguel de Cervantes 1989. No es un texto fácil, de ninguna manera. Es más bien complejo, pero igualmente digno de ser leído. Con él Roa Bastos se convierte en uno de los escritores más sobresalientes de América Latina.

Yo El Supremo no es una biografía ni un libro de historia, según numerosos críticos literarios.

Lo que se desarrolla en la novela pertenece a la ficción, si bien los documentos que han sido utilizados fueron tomados estrictamente de la historia. O sea que tiene un soporte histórico.

Armando Almada Roche hace esta particular apreciación: “Desde su aparición, Yo El Supremo se ha visto confrontada a numerosos equívocos y su análisis viene resultando uno de los campos de batalla predilectos de las diferentes orientaciones y tendencias predominantes entre los críticos latinoamericanos y los americanistas de todo origen”.

Es muy llamativo cómo nuestro máximo escritor conservó en todo momento la humildad, pues se declaraba solamente artesano de la palabra.

La nueva generación de escritores de nuestro país debería hallar en la conducta, en los códigos morales y en la ética que él mantuvo siempre, un modelo a seguir.

En 1976 participó de un Encuentro de Escritores en la Biblioteca Ayacucho. Siendo una personalidad literaria de renombre, fue entrevistado.

La pregunta guardaba relación con la historia y su texto. Roa Bastos se expresó de la siguiente forma según consta en el libro La figura de un genio, de Roche: “La historia es un punto de partida. En el Paraguay ha sido muy distorsionada por los historiógrafos. Mi novela no apunta necesariamente a referentes concretos”.

Para conocer mejor la obra roabastiana sería interesante que el lector supiera lo que dijo en una entrevista en Buenos Aires: “Mi actitud como narrador debía ser la rebelión contra lo que nosotros llamamos la Historia. Traté de encontrar las estructuras más significativas a través de los mitos del subconsciente colectivo y de la vida cotidiana del pueblo, y sobre todo, una proyección coherente hacia el hombre en general, no circunscrito a una zona sino a un contexto social y cultural de América Latina”.

Armando Almada Roche escribe: “Sin duda, la naturaleza especular de Yo El Supremo incita a los críticos a ver reflejados en la obra los problemas que más le acucian, pero es esa tentación la que lleva a olvidar la obra y su contexto para perderse en los meandros del subjetivismo que Roa Bastos intenta combatir”.

También es importante considerar la siguiente apreciación de Almada: “El lector latinoamericano actual, a quien Roa Bastos ha tomado como público interlocutor, seguramente habrá de recibir con la lectura de esta obra un sostenido soplo de contemporaneidad. Aunque es muy posible —casi seguro— que al lector no compenetrado con la historia del Paraguay se le escapen algunos contextos y referencias específicos que el autor maneja con admirable oficio para tender constantes puentes desde el pasado siglo hacia el presente”.

Se puede escribir y decir tanto sobre la figura de este genio de las letras paraguayas.

Lo que no se debería hacer, bajo ningún concepto, es improvisar un comentario en torno a su legado literario sin tener conocimiento de él porque entonces se estaría faltando groseramente a la verdad.

Armando Almada Roche lo ha conocido de cerca en Buenos Aires, fue su amigo y ha consultado bibliografías para decidirse a publicar el libro.

POESÍA PARAGUAYA

TIERRA LEJANA

Oscar Iván Resquín Núñez

Levantémonos, por qué estar sentados,
espero niña, el tango sea de tu agrado,
no dejemos pasar esta oportunidad,
siento las ganas que ambos tenemos.
Deja la timidez, amor mío,
aquí saben cuanto nos queremos,
si todos somos conocidos,
en este barrio argentino.
Nuestra reciente llegada de Europa,
el fuerte acento extranjero,
incluso es una ventaja,
con gente tan hospitalaria.

delfina@abc.com.py

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