Premio Carlos Pastore: aportes al estudio de la historia social de Paraguay

En la tercera edición del Premio Carlos Pastore –creado en el 2008 para trabajos de investigación acerca de «problemas actuales relacionados con la tenencia de la tierra en Paraguay, sus antecedentes históricos y sus posibles soluciones»–, la convocatoria, realizada en esta ocasión por el Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, se extendió, más ampliamente, a los «trabajos inéditos sobre la historia social del Paraguay». Los estudios que acaban de recibir el primer y el segundo premio, entregados este mes de agosto, son «Itá, pueblo de indios» y «La resistencia angaité».

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En el transcurso de los años 2015 y 2016 se llevó a cabo la tercera edición del Premio María Leonor Olmedo-Carlos Pastore, cuya convocatoria estuvo a cargo del Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos (CPES) y contó con el auspicio de la Academia Paraguaya de la Historia y con el acompañamiento y el apoyo de la familia de don Carlos Pastore.

En esta edición fue estimulada la presentación de estudios sobre temáticas pertenecientes al área de la historia social paraguaya. Fueron presentados, en total, siete trabajos, de los cuales dos resultaron premiados por un jurado conformado por reconocidos investigadores en historia y sociología. Ambos estudios analizan procesos histórico-sociales experimentados por pueblos indígenas de nuestro país, procesos que, por un lado, conforman las bases históricas de la identidad nacional, consistentes en el mestizaje y el uso del bilingüismo guaraní-español, y, por otro lado, expresan firmes manifestaciones de la resistencia de tales pueblos, en defensa de sus territorios, a las prácticas de expulsión de las cuales han sido objeto desde la Colonia hasta la actualidad.

El primer premio se otorgó al trabajo de Aldo Andrés Cabrera Jones «Itá, pueblo de indios», del cual cabe destacar los siguientes aportes:

1. Itá, como consecuencia del establecimiento de la encomienda durante el período colonial, fue creado como pueblo de indios guaraníes residentes en la zona de los carios, probablemente durante el mandato de Domingo Martínez de Irala. Décadas más tarde, fue confiado a los padres franciscanos, que mantuvieron su tutelaje durante doscientos cincuenta años. Finalmente, su condición de pueblo de indios fue derogada por Carlos Antonio López en 1848. Desde entonces, sus pobladores se convirtieron en ciudadanos paraguayos y, al mismo tiempo, tuvieron que cambiar sus apellidos, que durante siglos estuvieron en vigencia.

2. Un relevante ejemplo del proceso de mestización provino de una de las indígenas iteñas. Ella fue la madre de la hija del gobernador Martínez de Irala. Sin embargo, el mestizaje, antes que eliminarlo, fortaleció el sistema de encomienda. Precisamente, la encomendera más famosa que tuvieron los hombres indígenas de Itá fue nada menos que la hija de Martínez de Irala.

3. Las indígenas que vivieron en Itá no eran, legalmente, mitayas o mitarias; es decir, no estaban encomendadas. No obstante, una de sus actividades consistió en acompañar a sus maridos a las casas de sus patrones españoles, en las cuales realizaban una serie de trabajos por los que esperaban obtener algún beneficio. Igualmente, las mujeres se dedicaban a la hilanza y la artesanía del barro, que hasta el presente sigue siendo una de las más destacadas actividades laborales y artísticas de Itá.

4. La organización económica del pueblo consistió en la vigencia del sistema comunal. Los bienes producidos eran de la comunidad y todos los indígenas tenían que trabajar para la misma. Con ello se aseguraba la subsistencia. Dicho sistema no siempre fue acatado; hubo algunos indígenas que no lo hicieron, y entre ellos no faltaron quienes, toda vez que podían, se fugaban hacia las provincias argentinas (Corriente y Santa Fe), consiguiendo, de esa forma, constituirse en campesinos libres.

5. El gobierno de Itá estuvo a cargo de un administrador y un cabildo, o consejo, integrados por los indígenas del pueblo. Si bien quienes ejercieron dichos cargos no escaparon al abuso del poder, el balance de las administraciones fue favorable para los iteños. Este balance positivo, por cierto, fue estimulado por la destacada labor de los padres franciscanos, entre los que sobresalió fray Tomás de Aquino (pa’i Aquino). Los franciscanos incentivaron, con base en un cristianismo solidario, la convivencia comunitaria.

5. Finalmente, el estudio ha constatado que, a través del tiempo, la impronta de los guaraníes ha sobrevivido al mencionado decreto de don Carlos Antonio (1848), a pesar de las posiciones sociales adquiridas y de los nuevos apellidos. Hasta el día de hoy, el habla cotidiana, las costumbres, las cosmovisiones, entre otras pautas socioculturales, delatan el pasado indígena del pueblo iteño.

El segundo premio correspondió al trabajo de Bernardo Coronel «La resistencia angaité: etnia, clase y nación». El estudio, entre otras conclusiones, resalta que:

1. Desde finales del siglo XIX, las empresas extranjeras extractivistas compraron grandes extensiones de tierra pública en el Chaco, con lo que varios pueblos indígenas quedaron dentro de sus propiedades. Los indígenas se convirtieron en la fuerza de trabajo necesaria para la explotación y fabricación del tanino.

2. Los angaité fueron uno de los pueblos sometidos por las multinacionales extractivistas durante más de cincuenta años. Sufrieron el duro impacto de la tanineras, que impusieron un régimen de explotación semiesclava. No obstante, lograron resistir ese proceso manteniendo los rasgos esenciales de su cultura cazadora y recolectora.

3. Con el fin del ciclo del tanino (a mediados del siglo XX), las fábricas se cerraron y los indígenas (angaité, enxet, guana y sanapaná) tuvieron que reconstruir sus antiguas formas de vida. Los angaité se fragmentaron en varios grupos, formando nuevas comunidades. Uno de ellos fundó la de Santo Domingo, sita al norte de Filadelfia, un lugar que no era su territorio ancestral; pero que fue el único en el que pudieron reconstruir su forma de vida tradicional.

4. Para las comunidades indígenas chaqueñas, la tierra constituye un factor esencial de supervivencia sociocultural. Cultura y tierra (o naturaleza) son sinónimas e inseparables. La cultura recolectora y cazadora se produce y reproduce en la medida en que hay acceso a las fuentes materiales que garanticen su supervivencia.

5. El gran problema y desafío que los angaité están enfrentando radica en que, actualmente, el Chaco paraguayo vive en un nuevo escenario de avance del agronegocio, que, a diferencia de las multinacionales extractivistas del pasado, busca desplazar a las comunidades indígenas para quedarse definitivamente con sus tierras.

Cabe consignar que, además de los anteriores, fueron mencionados por el jurado, como importantes contribuciones a la historia social paraguaya, otros dos trabajos: «Espías, epidemias y prisioneros en la triple frontera. Mato Grosso más allá de la guerra (1864-1968)», de Jorge Coronel Prosman, y «Soberanía territorial entregada al capital brasileño transnacional. Entre la protección armada del latifundio y la histórica lucha por la tierra en Concepción», de Hugo Javier Pereira Cardozo.

En síntesis, estos estudios brindan aportes al análisis de capítulos importantes de la historia social paraguaya. El objetivo del Premio Carlos Pastore es colaborar, conjuntamente con otras iniciativas de instituciones académicas y de investigadores del país, con la promoción del avance del conocimiento científico en la mencionada disciplina. Con esta finalidad se irán concretando, en el futuro, otras nuevas convocatorias.

* Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos - CPES

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