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La explotación humana en los yerbales fue solo un capítulo en la novela de la yerba mate, hoy definitivamente integrada a la lista de commodities sudamericanas de difusión mundial.
El mate, rebautizado como antioxidante por excelencia, se ha convertido en un trago de lujo, uniéndose al té verde y al vino tinto. Se enseña a oler la yerba como se aprende a catar el vino. En variadas formas, lo toma la gente cool en París, en Hollywood o en Nueva York. Por supuesto, también hay cremas, enjuagues para el pelo y revitalizantes diversos, todos derivados de la silvestre plantita que los padres misioneros aprendieron a conocer a través de los pueblos originarios del Paraguay, sur del Brasil y norte de Argentina.
¿De dónde surge este gusto fashion por la yerba mate? ¿Por qué ahora y no hace veinte años? Cosas del marketing y de los bicentenarios, que nos han sumergido en la historia latinoamericana con mucha buena voluntad y sin igual entusiasmo. .
BUEN NEGOCIO
Cada vez que los pueblos se han movido en oleadas de conquista, las plantas los han seguido. Nada más reciente y evidente que el aluvión de novedades culinarias y medicinales aportado por América del Sur. Otra constante de la civilización ha sido que en los templos se ha concentrado el saber científico, aun en tiempos de mayor inestabilidad.
Los soldados de la conquista, tanto como su poder por las armas imponían su religión, pero por otra parte, los pueblos originarios, poseedores del conocimiento de los usos y utilidades alimenticias o extáticas de las plantas y frutas locales, lograron también cierto dominio.
Hay que situarse en el momento y el lugar. Los españoles y sus descendientes mestizos dependían, en gran medida, de los productos locales para alimentarse y vestirse, e incluso para comprar vino que les alegrara la vida y sirviera para las misas ya que sus provistas provenientes de España y Portugal demoraban demasiado en llegar. Sutilmente, el hábito del mate se fue imponiendo. Los yerbales silvestres comenzaron a ser explotados y la yerba se convirtió en moneda de cambio, fruto de la gran visión económica de los jesuitas de los años 1650 al 1670, asegura Ross W. Jamieson hablando sobre la dependencia de la cafeína en el mundo moderno, en el Journal of Social History. De tal forma, desde los bosques nativos de lo que hoy es el Paraguay fue extendiéndose el comercio hacia el oeste y hacia el sur, gracias a una economía de plantaciones y una red de distribución que Jamieson relaciona con la expulsión de los jesuitas en 1767 y atribuye a la inquietud que su sistema económico inspiró en los iluministas europeos.
El Virreinato del Río de la Plata, creado con fines eminentemente tributarios, facilitó esta dispersión y aunque la yerba pagaba abundante tributo al rey y a las aduanas interiores por donde debía ser exportada, de igual modo constituía una fuente de riqueza inmensa. Especialmente para los jesuitas, cuyas explotaciones de las Misiones producían incansablemente, proporcionando un bien sumamente valioso para recibir a cambio géneros y metales, muy codiciados en Asunción. Además, había una función económica importante desempeñada por el Colegio de Asunción. Ignacio Telesca cita al padre jesuita Sebastián de San Martín en el siglo XVIII expresando: "esta abundancia tan grande la atribuyo a las continuas limosnas que hacemos en esta tierra que nos quieren como el dolor de tripas y que en este siglo nos han echado dos veces".
Ya fuera río abajo o a través de los convoyes de mulas que iban y venían de Potosí, la yerba mate se fue abriendo camino, usada como moneda en trueques varios. Considerada en un principio una fuente de pecado, eventualmente se convirtió en una bebida benéfica y muy publicitada dondequiera la cruzada evangelizadora llegaba. Algunas veces, la mezcla quizás incluía kaa heê, por lo que se la conocía como el "té dulce" de los jesuitas. Todo el Cono Sur consumía yerba mate, dentro de las rutas del virreinato y mas allá, hacia el Perú, y remontando la cordillera, hasta la ciudad de Cuenca en el Ecuador, donde se han encontrado mates y bombillas del siglo XVIII, e incluso registros de cronistas de la época que mencionan que la consumían las damas de alcurnia.
Y hay algo más. Al parecer la cantidad de yerba que podía comerciarse estaba restringida y los tributos eran a prueba de auditorías, so pena de caer en manos de la omnipresente Inquisición. Ayer, como hoy, hecha la ley, hecha la trampa: en el Alto Perú la yerba se mezclaba con otras plantas cuyas cualidades energizantes habían sido eficazmente comprobadas. Una de ellas, originaria del Amazonas pero fácil de encontrar en los valles andinos y en la Amazonia era la "guayusa"un árbol cuyas hojas parecidas a las del laurel contienen cafeína, y otros elementos mencionada como de gran ayuda medicinal por varias fuentes jesuíticas del siglo XVII.
Hasta la actualidad la guayusa es utilizada medicinalmente entre algunas tribus amazónicas, como menciona Víctor Manuel Patiño en "Plantas cultivadas y animales domésticos en América equinoccial".
MISTERIO GEOPOLÍTICO
Si tan popular era la yerba mate en América, ¿por qué no se difundió en Europa con el cacao y el café?
No le dieron tiempo. Los jesuitas poseedores del secreto de su cultivo fueron expulsados, los habitantes de las reducciones se dispersaron, los cultivos se perdieron y no hubo más remedio que trasladar la cosecha hacia el norte, en busca de la variedad silvestre y de hombres desesperados dispuestos a cosecharla. De todos modos, solo se cubría el mercado sudamericano. Según Jamieson, la yerba mate, que se exportó desde Concepción a partir de 1773, fue la única hierba con cafeína cosechada silvestre en grandes cantidades.
Cuando se creó el Virreinato del Río de la Plata, el control de la producción y el comercio de la yerba mate se realizaron desde Buenos Aires con todo éxito. Tan buen negocio eventualmente llevó a hacia 1890 a grandes plantaciones de yerba mate en Mato Grosso, Brasil, y en Misiones, Argentina.
Mientras tanto, el cacao y el café, de fácil cultivo con mano de obra africana, fueron popularizados en España y luego en Francia. Por otra parte, la yerba mate que tuvo su mayor expansión con los jesuitas, que la habían logrado cultivar, fue también origen de conflictos territoriales entre España y Portugal y una de las causas de la expulsión de las misiones. Al ser expulsados los padres, desapareció el secreto del cultivo, y se trató de utilizar plantines o semillas producto de la digestión del tucán, pero perdían su capacidad reproductiva con rapidez, por eso se decía que la yerba mate no crecía de semilla, solo silvestre.
A partir del siglo XIX, se redescubrió la forma de sembrarla y se volvió a intentar el cultivo. El mate ha renacido tras una pausa popular y proletaria. Los rioplatenses lo sirven de tarde, caliente con bizcochos; y de noche, en tragos trendy como "Gaucho noble" y "Tereré cool". La coyuntura histórica se dio de nuevo y el marketing la aprovechó. Aun así, vale recordar que la primera difusión masiva y comercial de la yerba mate se debió a algún estudioso y observador misionero, y que el consumo de la misma ha pasado por el pecado y por la expiación.
El mate, rebautizado como antioxidante por excelencia, se ha convertido en un trago de lujo, uniéndose al té verde y al vino tinto. Se enseña a oler la yerba como se aprende a catar el vino. En variadas formas, lo toma la gente cool en París, en Hollywood o en Nueva York. Por supuesto, también hay cremas, enjuagues para el pelo y revitalizantes diversos, todos derivados de la silvestre plantita que los padres misioneros aprendieron a conocer a través de los pueblos originarios del Paraguay, sur del Brasil y norte de Argentina.
¿De dónde surge este gusto fashion por la yerba mate? ¿Por qué ahora y no hace veinte años? Cosas del marketing y de los bicentenarios, que nos han sumergido en la historia latinoamericana con mucha buena voluntad y sin igual entusiasmo. .
BUEN NEGOCIO
Cada vez que los pueblos se han movido en oleadas de conquista, las plantas los han seguido. Nada más reciente y evidente que el aluvión de novedades culinarias y medicinales aportado por América del Sur. Otra constante de la civilización ha sido que en los templos se ha concentrado el saber científico, aun en tiempos de mayor inestabilidad.
Los soldados de la conquista, tanto como su poder por las armas imponían su religión, pero por otra parte, los pueblos originarios, poseedores del conocimiento de los usos y utilidades alimenticias o extáticas de las plantas y frutas locales, lograron también cierto dominio.
Hay que situarse en el momento y el lugar. Los españoles y sus descendientes mestizos dependían, en gran medida, de los productos locales para alimentarse y vestirse, e incluso para comprar vino que les alegrara la vida y sirviera para las misas ya que sus provistas provenientes de España y Portugal demoraban demasiado en llegar. Sutilmente, el hábito del mate se fue imponiendo. Los yerbales silvestres comenzaron a ser explotados y la yerba se convirtió en moneda de cambio, fruto de la gran visión económica de los jesuitas de los años 1650 al 1670, asegura Ross W. Jamieson hablando sobre la dependencia de la cafeína en el mundo moderno, en el Journal of Social History. De tal forma, desde los bosques nativos de lo que hoy es el Paraguay fue extendiéndose el comercio hacia el oeste y hacia el sur, gracias a una economía de plantaciones y una red de distribución que Jamieson relaciona con la expulsión de los jesuitas en 1767 y atribuye a la inquietud que su sistema económico inspiró en los iluministas europeos.
El Virreinato del Río de la Plata, creado con fines eminentemente tributarios, facilitó esta dispersión y aunque la yerba pagaba abundante tributo al rey y a las aduanas interiores por donde debía ser exportada, de igual modo constituía una fuente de riqueza inmensa. Especialmente para los jesuitas, cuyas explotaciones de las Misiones producían incansablemente, proporcionando un bien sumamente valioso para recibir a cambio géneros y metales, muy codiciados en Asunción. Además, había una función económica importante desempeñada por el Colegio de Asunción. Ignacio Telesca cita al padre jesuita Sebastián de San Martín en el siglo XVIII expresando: "esta abundancia tan grande la atribuyo a las continuas limosnas que hacemos en esta tierra que nos quieren como el dolor de tripas y que en este siglo nos han echado dos veces".
Ya fuera río abajo o a través de los convoyes de mulas que iban y venían de Potosí, la yerba mate se fue abriendo camino, usada como moneda en trueques varios. Considerada en un principio una fuente de pecado, eventualmente se convirtió en una bebida benéfica y muy publicitada dondequiera la cruzada evangelizadora llegaba. Algunas veces, la mezcla quizás incluía kaa heê, por lo que se la conocía como el "té dulce" de los jesuitas. Todo el Cono Sur consumía yerba mate, dentro de las rutas del virreinato y mas allá, hacia el Perú, y remontando la cordillera, hasta la ciudad de Cuenca en el Ecuador, donde se han encontrado mates y bombillas del siglo XVIII, e incluso registros de cronistas de la época que mencionan que la consumían las damas de alcurnia.
Y hay algo más. Al parecer la cantidad de yerba que podía comerciarse estaba restringida y los tributos eran a prueba de auditorías, so pena de caer en manos de la omnipresente Inquisición. Ayer, como hoy, hecha la ley, hecha la trampa: en el Alto Perú la yerba se mezclaba con otras plantas cuyas cualidades energizantes habían sido eficazmente comprobadas. Una de ellas, originaria del Amazonas pero fácil de encontrar en los valles andinos y en la Amazonia era la "guayusa"un árbol cuyas hojas parecidas a las del laurel contienen cafeína, y otros elementos mencionada como de gran ayuda medicinal por varias fuentes jesuíticas del siglo XVII.
Hasta la actualidad la guayusa es utilizada medicinalmente entre algunas tribus amazónicas, como menciona Víctor Manuel Patiño en "Plantas cultivadas y animales domésticos en América equinoccial".
MISTERIO GEOPOLÍTICO
Si tan popular era la yerba mate en América, ¿por qué no se difundió en Europa con el cacao y el café?
No le dieron tiempo. Los jesuitas poseedores del secreto de su cultivo fueron expulsados, los habitantes de las reducciones se dispersaron, los cultivos se perdieron y no hubo más remedio que trasladar la cosecha hacia el norte, en busca de la variedad silvestre y de hombres desesperados dispuestos a cosecharla. De todos modos, solo se cubría el mercado sudamericano. Según Jamieson, la yerba mate, que se exportó desde Concepción a partir de 1773, fue la única hierba con cafeína cosechada silvestre en grandes cantidades.
Cuando se creó el Virreinato del Río de la Plata, el control de la producción y el comercio de la yerba mate se realizaron desde Buenos Aires con todo éxito. Tan buen negocio eventualmente llevó a hacia 1890 a grandes plantaciones de yerba mate en Mato Grosso, Brasil, y en Misiones, Argentina.
Mientras tanto, el cacao y el café, de fácil cultivo con mano de obra africana, fueron popularizados en España y luego en Francia. Por otra parte, la yerba mate que tuvo su mayor expansión con los jesuitas, que la habían logrado cultivar, fue también origen de conflictos territoriales entre España y Portugal y una de las causas de la expulsión de las misiones. Al ser expulsados los padres, desapareció el secreto del cultivo, y se trató de utilizar plantines o semillas producto de la digestión del tucán, pero perdían su capacidad reproductiva con rapidez, por eso se decía que la yerba mate no crecía de semilla, solo silvestre.
A partir del siglo XIX, se redescubrió la forma de sembrarla y se volvió a intentar el cultivo. El mate ha renacido tras una pausa popular y proletaria. Los rioplatenses lo sirven de tarde, caliente con bizcochos; y de noche, en tragos trendy como "Gaucho noble" y "Tereré cool". La coyuntura histórica se dio de nuevo y el marketing la aprovechó. Aun así, vale recordar que la primera difusión masiva y comercial de la yerba mate se debió a algún estudioso y observador misionero, y que el consumo de la misma ha pasado por el pecado y por la expiación.