Medio siglo de ideas

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La primavera se había adelantado en los lapachos asuncenos el día de la muerte del gran surrealista belga René Magritte en Bruselas. «La deconstrucción es un modo de pensar la historia de la filosofía en el sentido occidental estricto, de analizar su genealogía, sus supuestos, sus axiomas teniendo en cuenta las instituciones, las prácticas sociales, la cultura política de Occidente», le explicaba el concepto que los años posteriores ligarían indisolublemente a su nombre el filósofo argelino Jacques Derrida al escritor brasileño Evando Nascimento en las páginas de la edición de esa jornada de Folha. Era el martes 15 de agosto de 1967, y el crítico y poeta Roque Vallejos reseñaba Los exiliados, la nueva novela de Gabriel Cassaccia, en el primer número del Suplemento Cultural de un joven diario aparecido hacía una semana, ABC Color. Dos escritores españoles, de esos que –como el extraño anarquista Barret, como, en el otro extremo del espectro político, el extraño falangista Giménez Caballero (el segundo hasta su vejez, el primero hasta su muerte)– se quedaron en Paraguay y marcaron su cultura, Josefina Plá y César Alonso de las Heras, inauguraban la portada. En otra página, el dramaturgo y narrador Mario Halley Mora publicaba un relato, «Cinta grabada», que años después, con prólogo de José-Luis Appleyard, sería recogido en Cuentos, microcuentos y anticuentos, y el crítico y escritor Hugo Rodríguez Alcalá veía «retozar la luz recién nacida» en catorce endecasílabos que por azar (esa ignorancia de la causalidad, que dijo Borges) resultaban simbólicamente oportunos para el primer número de un Suplemento Cultural también recién nacido. En otra página, el músico y docente guaireño Gumersindo Ayala relataba el afortunado encuentro del genial Mangoré –que no tenía un peso– con el maestro Ezequiel Cuevas en La Habana, inicio de una amistad que fue generoso obsequio del azar (ese pseudónimo de Dios, que dijo Anatole France), y el crítico Miguel Ángel Fernández veía latir, en la imaginería religiosa paraguaya, «generosamente la vocación estética de un pueblo». La vocación, concepto que brevemente cruza el texto de Fernández, es el tema del artículo de Plá en la primera portada de ese primer Suplemento Cultural, como el tema del escrito del padre De las Heras, en la misma página, es la ciudad a la que acaba de volver, «La Asunción recobrada», como la llama en el título. «La bahía que te hizo ha de volver a hacerte», escribe el sacerdote zamorano. «Tierra adentro y río arriba, desde el nudo de tu copa gigante».

Casi treinta años hacía de la llegada a Paraguay del «pa’i Alonso» («el maestro de más de una generación», precisaba, respetuoso, don Carlos Villagra Marsal, con su cortés y grave voz. Que, recordaba, «tuvo una ocurrencia genial: abrir la Academia Literaria del Colegio San José a estudiantes de otras instituciones y jóvenes intelectuales con los mismos intereses, y formar la Academia Universitaria». Que los reunía cada viernes a él, a José María Gómez Sanjurjo, a Rubén Bareiro Saguier, a Ricardo Mazó, a Ramiro Domínguez, a José Luis Appleyard…).

En la pequeña ciudad alicantina de Villajoyosa, en el verano de 1924, la joven Josefina conoció al artista paraguayo Julián de la Herrería (seudónimo de Andrés Campos Cervera), con el que se casó en 1925, con el que vino a Paraguay en 1926. Hacía treinta años ya de la muerte de Julián ese agosto en el que la primavera se adelantó en los lapachos y apareció el primer número de este suplemento. Desde entonces ha pasado medio siglo, un medio siglo poblado de diversas y grandes firmas. Se encontraron y se seguirán encontrando en estas páginas tanto ideas y voces coincidentes y en armonioso acuerdo –algo que siempre es necesario–, como también polémicas y en fecundo debate –algo que es más necesario todavía–, en esa libertad que tonifica y oxigena el pensamiento y la cultura. «Escribir o crear para el aplauso común, el lucro, el halago social, no es tener vocación, es simplemente tener ambiciones sociales más o menos camufladas», dejó escrito en su primer artículo para este Suplemento Cultural Josefina Plá hace cincuenta años. «Dar menos que todo, no es vocación», afirma. Y a su lado, compartiendo con ella la portada inaugural, su dos veces paisano –paraguayo y español–, el «pa’i» Alonso, le escribe a su Asunción recobrada:

«Tu bahía tendrá collar de perlas y paseo de brisas refrescantes. Tardes anochecidas de Asunción».

Que así sea.

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