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Antecedentes
En esta época en que las relaciones políticas entre estos países no pasan por un buen instante, conviene recordar los momentos muy fructíferos que nos unían al país oriental.
Los lazos de orígenes étnicos prehispánicos nos vinculan profundamente. La relación está poco estudiada. Así, los charrúas (y sus grupos diversos) y los guaraníes (en sus diversos pueblos) tienen lazos profundos y ricos. La denominación plural de tupí guaraníes debería ampliarse y englobar a los charrúas.
La conformación de las zonas descubiertas, conquistadas y colonizadas por los íberos, tiene también otro vínculo. Al fundarse la casa fuerte de Asunción, hace esa labor fundacional el vasco Juan de Salazar de Espinoza de los Monteros. Al refundarse en 1580 Buenos Aires, será obra del vasco salido de Asunción, Juan de Garay. Ciento cincuenta años después, al fundarse Montevideo, será obra del gobernador salido de Buenos Aires, el también vasco Bruno Mauricio de Zavala.
Desde luego, en los mapas coloniales se unen a Paraguay, Corrientes, Entre Ríos, como “Nueva Vasconía”, no porque los vascos fueron la inmigración mayoritaria en esa época (no ascendieron sino a un 20%), pero prodigiosa si se sabe que los habitantes de la Euskal Herria eran unos 300.000 habitantes en la propia España. Sobresalían sí la tozudez de la raza y el deseo de tener villas con los fueros de la península.
La primera relación, que no fue social o comercial, entre paraguayos y la Banda Oriental del Uruguay fue por motivos bélicos. Ayudaron los paraguayos a la reconquista de Montevideo (1807), ocupada por los ingleses en las guerras napoleónicas.
En las postrimerías del régimen español y siendo gobernador del Paraguay donde Bernardo de Velazco y Huidobro (también vasco), habrá un intento de homogeneizar la política del gobernador español de Asunción con el de Montevideo (Vigodet). Se proyectaba la unión del Paraguay, Uruguay, Corrientes y Entre Ríos, para tratar de preservar el tiempo colonial que ya se iba.
LA INDEPENDENCIA
Bajo canales de la Independencia reflotará esa idea, la patria federal que soñaba José Gervasio Artigas (también vasco), que quiso reunir a las cuatro zonas territoriales en una patria plural y libertaria. Caído su proyecto político, Artigas se refugia en el Paraguay, en el asilo político más notorio que se daba en la zona y en ese tiempo. Artigas permaneció en el país, hasta su muerte. No quiso volver a su país, aunque recibió invitación para ello de su gobierno e incluso pese a la venida al Paraguay con mismo objetivo, de uno de sus hijos. Al morir será enterrado en el entonces nuevo cementerio de la Recoleta. Años después será repatriado por el gobierno uruguayo.
El compositor oriental Francisco Acuña de Figueroa, autor de la letra del himno uruguayo, recibió la propuesta del gobierno paraguayo de componer la letra del que se deseaba sea el himno nacional, a partir de la textura romántica, que impregnaba ese tiempo. Así lo hizo. El gobierno envió a dos delegados para recibirlo con mucha formalidad. Aún más, Acuña de Figueroa no quiso cobrar nada. Fue una donación, que poco se recuerda en nuestros colegios. Nos unen los himnos. Por otro lado, cabe mencionar que tras Bolivia (1843), Brasil (1843), el Uruguay será el tercer país en reconocer nuestra independencia.
LA GUERRA DEL ’70
Romántica será también la decisión del Gral. Francisco Solano López de preservar las libertades uruguayas, sometidas a la prepotencia del gobierno imperial brasilero. Sin un tratado que lo oficializara y sólo basado en cartas que nos prometían unión, fuimos a una guerra. En febrero de 1865, entra a Montevideo el Gral. Venancio Flores, de nefasto recuerdo para nuestro país, y será el que significará con Argentina y Brasil la lucha con el Paraguay. Cabe decir que la alianza la firmó Flores, no el pueblo uruguayo. El ejército uruguayo, pequeño en número, a partir de Curupayty, será solo simbólico. Flores será asesinado en Montevideo (1868), mientras aún duraba la gran lucha.
Para muestra de las extrañas circunstancias, que rodeó ese escenario bélico: en el Paraguay nació el intelectual político y diplomático don Juan Andrés Gelly, que fue también periodista. Vivió parte de su vida en Argentina y otro poco en el Uruguay. Gelly muere antes que estallara la Guerra del 70. Su hijo tenido en la Argentina será el Gral. Gelly y Obres, que dirigirá en gran parte de esa contienda al ejército argentino. Mientras, los restos de su padre descansaban en el Paraguay. Paralelamente, fueron primos hermanos de este los Pacheco y Obres, parientes del viejo Gelly y de otro pariente, serían notorios hombres públicos orientales del mismo tiempo.
El que revelará los términos del tratado secreto de la Triple Alianza contra el Paraguay será el ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, que lo entrega al ministro británico en Montevideo y desde allí se difundirá al mundo. No dejo de creer que esa revelación no fue inintencional, y que no era solo un acto privado entre esos diplomáticos. El canciller uruguayo debió renunciar cuando se supieron los términos de ese tratado de destrucción.
EN LA POSGUERRA
A 15 años de concluida la guerra, Uruguay devuelve los trofeos de guerra y condona la deuda de resultas de la confrontación bélica. Hay que recordar que en ese tiempo las devoluciones de trofeos militares eran un hecho del todo inusual; mucho más, nunca fue pedido. Sería también el español Matías Alonso Criado, por años residente en el Uruguay, cónsul de España, quien será también nombrado cónsul honorario del Uruguay, en el Uruguay. Fue uno de los que gestaron el acto de 1885, de devolver los trofeos y estuvo presente en la delegación oriental. Alonso Criado era empresario, jurista, periodista, entre otras diversas actividades. Compró de su peculio 30 hectáreas de tierras en el barrio Tembetary de Asunción, para repartirlos a los necesitados. Editó, previo estudio todo a su costo, miles de ejemplares sobre el cultivo del tabaco y la vid, de acuerdo a nuestro clima. Mandó investigar y editó, todo a su cargo, un mapa gigante del Paraguay, con un plano de Asunción, la presencia en el país de la congregación salesiana, para que atendiera y formara a los menores en escuelas de artes y oficios. A Alonso Criado lo cesó el gobierno liberal de 1905, y en el decreto pertinente ni las gracias le fueron dadas. Nada recuerda en el Paraguay su noble labor. Hasta mandó hacer un folleto sobre la reforma del sistema penitenciario. Un pedido de calle con su nombre, para el barrio Tembetary, duerme hace tres años en la Municipalidad capitalina, sin aviso de acuerdo.
Dentro de la recuperación del pasado de origen, y en su forma muy bella, será el poeta e intelectual uruguayo Zorrilla de San Martín quien escribiría la obra “Tabaré”, que tanto influyó, tendrá en la antropología de las etnias primitivas. Ese hábito de preservar las leyendas de antaño proviene de esta obra, no la única, pero sin duda la que mayor trascendencia tuvo. Siguiendo esa línea, será el Cónsul Honoris Causa del Uruguay en el Paraguay, Agustín Nicolás Carrón Aimot, que escribirá y publicará algunas leyendas en la prensa local, pero la parte fundamental de ellas se perderá. Agustín Carrón hospedó en 1915 en su casa al mismo Zorrilla, en la visita que este hizo al Paraguay.
De mayor brío es la obra publicada en el Uruguay, 1897, por José Enrique Rodó, titulada “Ariel”, que tanta influencia en principios, política y literaria tuvo en América. Se definía entre 1900 y 1940 como “arielista” todo principio impregnado de esa exposición literaria. En nuestro país, esa obra era lectura de formación de toda persona de principios y antiimperialista. En nuestro medio, el movimiento más arielista fue sin duda alguna la “Liga Nacional Independiente” (1928), que gran influencia tuvo aquellos años.
LA PEREGRINACIÓN URUGUAYA DE 1913
Dentro de ese marco de respeto y aprecio cabe destacar la presencia en nuestro medio de la peregrinación uruguaya, que trajo a su vez a docenas de estudiantes uruguayos, muchos de ellos de Salto, ciudad en donde creció la idea.
Era presidente del Uruguay don José Batlle y Ordóñez, en su segunda presidencia, uno de los políticos más brillantes del Uruguay y del continente. En el Paraguay era presidente Eduardo Schaerer, primer presidente civil que cumpliría su periodo de gobierno. Del Uruguay vino como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario el Dr. Daniel Muñoz, junto con otros comisionados en el crucero “Uruguay”. Toda la delegación oriental vino en el ferrocarril, recientemente unido al uruguayo y al argentino. Se hizo coincidir el viaje con las fechas mayas de 1913. En el trayecto hubo manifestaciones civiles y militares, que les hicieron notar que están también en su patria. En Asunción fueron recibidos por el cónsul uruguayo en nuestro país, Alfredo Silva y Antuña, y por sus pares del Centro de Estudiantes de Derecho, presidido por Adriano Irala. La riqueza de la directiva intelectual y publicística de esos estudiantes de derecho, en una época en que ese título conlleva no sólo un esfuerzo profesional, sino también de ideas: Raúl Casal Ribeiro, Enrique Bordenave, Juan Carlos Garcete, Juan Vicente Ramírez, Juan Stefanich, Miguel Pecci, Rodrigo Solalinde, Adriano Irala, serían símbolos por 20 años de la juventud principista. Este último se presentará al Chaco con sus alumnos y contraerá una enfermedad que lo llevará a la muerte muy joven. Raúl Casal Ribeiro llegará a vicepresidente de la República; Juan Carlos Garcete, a presidente de la Cámara de Diputados; Juan Stefanich será canciller; en el gobierno de febrero de 1936, el escritor Leandro Díaz León será parlamentario; su voz resonaba en los faros, en el mismo brío de sus ideas. Enrique Bordenave será político y ministro idóneo; Juan Vicente Ramírez llegará, entre otros puestos, a ser decano de la Facultad de Filosofía.
La delegación uruguaya era portadora de un bello mensaje al Paraguay dado por José Enrique Rodó, que en su parte medular decía: “El Uruguay es el Paraguay atlántico y el Paraguay es el Uruguay de los trópicos”. Traían también textos de Juan Zorrilla de San Martín y Luis Alberto de Herrera. El Paraguay respondía con Eloy Fariña Núñez, en un bello y expreso tanto, y otro escrito de Ignacio A. Pane. Una de las actas principales fue el homenaje a Artigas en el retoño del árbol plantado por este en Santísima Trinidad. Medallas, escarapelas se repartían en el acto.
Hoy, a 100 años de esa visita, cómo olvidar un acto de tanto vínculo entre jóvenes paraguayos y uruguayos. Lo preserva en el tiempo, un bello álbum de hermosas presentaciones hecha por Adriano Irala y Santiago Barbrieri.
Editor: Alcibiades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py
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