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En el poema dedicado A Francisco y Ricardo Mardones Restat, el hombre existencial, que, para el existencialismo, configura su propia existencia, es figurado, a través de la imagen del polvo, como un ser finito que desde la nada del polvo se hace hombre. Entonces, se levanta del polvo para poder ser y crear su existencia «sin nacer otra vez», pues no se origina como esencia, no nace; se configura a sí mismo, para luego ir «Rumbo a otro cielo, / desde su alta marea de ceniza».
A Francisco y Ricardo Mardones Restat
El polvo que rodando
Se hará hombre
Para iniciar de nuevo
Su jornada
Sin nacer otra vez,
Rumbo a otro cielo,
Desde su alta marea de
ceniza.
[…]
Es en el sentimiento de angustia que destilan los poemas donde se hace más visible la adhesión al existencialismo. La angustia, que para Heidegger es «revelación de nuestro ser», se hace patente en el uso de términos que connotan oscuridad y profundidad. Esto se aprecia en el poema Y no habrá sol, en que Vallejos califica a la vida de peripecia sin sentido, de naufragio:
Y no habrá sol
ni ojos que nos miren,
ni habrá mar
ni tierra
que nos traguen,
flotaremos callados
con las velas rasgadas,
sin rosa de los vientos,
ni marea en la sangre.
Y no llegaremos
nunca
a puerto alguno
ni anclarán
nuestros
pies,
en piedra o nube,
se gastarán las alas
batidas como remos
y zarpará la nada
hasta nuestro naufragio
Así, el hombre carente de sentido, de rosa de los vientos, se precipita hacia su ocaso, hacia la nada. Y con esto la voz lírica introduce un término recurrente en la vasta poesía de Vallejos: la nada, que siempre se relaciona con la angustia del hombre.
Al igual que la nada, la muerte es otro tema recurrente en la lírica del poeta paraguayo. Para el existencialismo, el hombre es un ser para la muerte, y mientras exista el ser, la misma es una posibilidad permanente y pertenece exclusivamente al individuo. «Nadie puede asumir el morir de otro», afirmaba Heidegger, y es así como en los primeros versos del Poema 11 la voz lírica califica a la muerte de trago que solo pertenece al individuo: «Se bebe uno la muerte/ sorbo a sorbo, / sin convidar a nadie/ el propio trago». Surge la figura del ser cansado, que no es otra cosa que el ser angustiado: «mientras el ser cansado/ se acurruca/ sobre su blando lecho/ de ceniza», el ser agobiado por la existencia que acostará su muerte sobre su cuerpo prefigurado como ceniza, símbolo esto de la conciencia de la nada.
La muerte es, entonces, establecida como la última posibilidad del hombre y como la negación absoluta de la trascendencia, pues la voz lírica entiende que la nada lo acosa. La angustia, que nace de la muerte y de la nada, es la que individualiza al hombre y la que revela al ser su propia existencia. Estos temas planteados en los poemas de Roque Vallejos permiten una mirada peculiar de la generación poética del 60, a la que perteneció el autor, y reflejan, además, la sombría atmósfera en la que vivió: la consolidación de la dictadura de Alfredo Stroessner. Por ello, su poesía es la lírica del hombre existencial de su época.