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El dios griego Hermes, que entre los romanos se identificó sincréticamente con Mercurio, era el patrón de los ladrones, de los mentirosos y de los comerciantes. Hijo de Zeus y Maya, también auspiciaba los viajes, la elocuencia y el ingenio de los oradores y de los poetas, y la habilidad de los atletas. Diestro con la palabra, era el Mensajero de los Dioses. Hermes era un dios muy inteligente y astuto, virtudes que lindaban, en su inquieto intelecto, con los vicios del fraude, el engaños y la estafa, y con los correspondientes actos, cometidos por el ágil pero inescrupuloso dios siempre con destreza y con alegría. Hermes es el único de los dioses griegos que puede entrar y salir libremente del Hades. Por su rapidez física y mental, se lo representa con casco y sandalias alados. El exquisito Pound alude, en su poema The Lake Isle, al pensamiento antiguo que expresa, en los patrocinios que Hermes y Mercurio extienden por igual sobre los ladrones y los comerciantes, un tácito saber acerca de la naturaleza, deshonesta en sí misma, del comercio. Actividad lucrativa que, no obstante, en las sociedades contemporáneas, gobernadas por el capital, orientadas al lucro y promotoras del consumo, es vista en el imaginario colectivo como digna de todo encomio y respeto, si no de admiración.
THE LAKE ISLE
O God, O Venus, O Mercury, patron of thieves,
Give me in due time, I beseech you, a little tobacco-shop,
With the little bright boxes
piled up neatly upon the shelves
And the loose fragant cavendish
and the shag,
And the bright Virginia
loose under the bright glass cases,
And a pair of scales not too greasy,
And the whores dropping in for a word or two in passing,
For a flip word, and to tidy their hair a bit.
O God, O Venus, O Mercury, patron of thieves,
Lend me a little tobacco-shop,
or install me in any profession
Save this damn’d profession of writting,
where one needs one’s brains all the time.
(Ezra Pound)
LA ISLA DEL LAGO
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,
dadme a su justo tiempo, os lo suplico, un pequeño estanco
con sus brillantes cajas
apiladas en los estantes
y la fragante picadura
y la hebra
y el rubio de Virginia
a granel bajo los frascos luminosos
y un par de balanzas que no estén muy grasientas
y las putas cayendo para charlar un rato,
contar un chiste y arreglarse el pelo
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,
dadme un pequeño estanco
o cualquier profesión que no sea esta
maldita profesión de tener que escribir,
en la que necesitas todo el día el cerebro
(Versión en español de Montserrat Álvarez)