Guaraní, ¿un nuevo alfabeto oficial?

Sobre los paradójicos problemas que la buena voluntad de los académicos puede generar en el uso de su propia lengua para los guaraniparlantes reflexiona la doctora en Ciencias del Lenguaje por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París Hedy Penner, investigadora en temas lingüísticos y sociolingüísticos sobre el guaraní y el español hablados en Paraguay.

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En noviembre pasado, la Academia de la Lengua Guaraní (ALG) aprobó algo importante: el guaraní recibió un «nuevo alfabeto oficial». Así dice la noticia publicada en varios medios de la prensa escrita (por ejemplo, «Guaraní, con alfabeto oficial» en ABC del 5/11/2015), basándose en un escrito que emana de la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL). Se considera una «sesión histórica», pero no se aclara en qué sentido fue histórica la sesión de la Academia. ¿Es porque el alfabeto es oficial, o porque es un nuevo alfabeto o porque es un nuevo alfabeto oficial?

¿Será el primer alfabeto oficial? Se supone que el alfabeto usado en los materiales educativos oficiales elaborados por el Ministerio de Educación –para poner en marcha la reforma educativa de 1994– tiene carácter oficial. En todo caso, fue objeto de una resolución ministerial (nº 10749 del 10/10/2000). Es llamativo que entre este y el aprobado por la ALG no exista diferencia alguna: en los dos casos se habla de 33 letras o grafemas (a – ã – ch – e – ê – g – g̃ – h – i – î – j – k – l – m – mb – n – nd – ng – nt – ñ – o – õ – p – r – rr – s – t – u – û – v – y – ÿ – ’). Por tanto, tampoco se trata de un nuevo alfabeto. ¿Será entonces un nuevo alfabeto oficial porque fue nuevamente adoptado, pero por otra instancia oficial, la de la ALG, instituida a mediados de 2012? Es probable que así convenga interpretar esta noticia.

Sabemos que las posturas encontradas ante qué guaraní debe enseñarse y escribirse, e incluso hablarse, no datan de hoy. No sorprende, entonces, que nuestros treinta académicos de número estén divididos en dos grupos, los puristas y los modernistas (según Zarratea en ABC del 2/9/2013). Si se considera que la Academia procede por votación para la toma de decisiones, conviene saludar el resultado de la votación, aunque un acuerdo logrado a través de la argumentación lingüística es siempre mejor base de trabajo para el futuro. Esta vez parece haber ganado la moción de los modernistas, por lo menos en lo que se refiere a la incorporación de un grafema para los hispanismos: la «rr». Con esta inclusión se podrá escribir el título de la canción de Emiliano R. Fernández «Che la rréina», sin temor de cometer un atentado a la lengua. En vez de «Che la reina», con las dos grafías, la del guaraní para «che» y la del castellano para «la reina».

Además de decretar como grafema guaraní el sonido llamado vibrante múltiple, como en rréina (en contraste con la vibrante simple, como en piri), la sesión histórica también avaló la legitimidad de la emblemática letra del gramático Reinaldo Decoud Larrosa y sus discípulos y seguidores: la «g» con la tilde nasal «~» superpuesta («g̃»). Esta letra, sinónimo de toda una ideología lingüística, solo existe en fuentes expresamente diseñadas para el guaraní, como Times Guaraní y Arial Guaraní. ¿Pero cuál es su utilidad en el mundo digitalizado de hoy? No está disponible en el teclado de celulares; por tanto, ningún mensaje o sms en guaraní puede contener la «g̃». No puede emplearse en chats o charlas a través de Internet o en motores de búsqueda (como Google, Yahoo, Altavista o Bing). ¿Acaso Aguaratata, la versión guaraní de Mozilla Firefox, contiene esta letra? Basta con echar una mirada a las redes sociales: la tan apreciada letra «g̃» de los sectores históricamente puristas brilla por su ausencia porque debe ser reemplazada por otra letra, la «g» o la «ng», como de hecho ya lo hacen ciertos autores o sectores, incluso en textos impresos. En vez de optar por una solución fácil y útil, nuestros académicos nos quieren prescribir un nuevo alfabeto oficial, pero impracticable. ¿Cuánto tiempo necesitamos para despojarnos de ese viejo ropaje ideológico? ¿Será que los actuales ideólogos de las políticas lingüísticas para el guaraní consideran que sin esta letra la lengua no puede ser estandarizada? En todo caso, tengo la impresión de que no conciben su misión en beneficio de futuros usuarios (no académicos) del guaraní escrito.

A excepción de la «g̃», no pretendo criticar la elección de las otras letras adoptadas para escribir el guaraní, puesto que existen como signos, sea en el teclado o como símbolos en las fuentes. En cambio, declarar que la lengua guaraní «consta de 33 fonemas y 33 grafemas» es contestable, fácilmente lleva a concepciones erróneas y conduce a la Academia así a un callejón sin salida honorable. Por motivos que no llego a comprender, la Academia persiste en esta ecuación, que, de hecho, aparece en muchas gramáticas y es enseñada casi como un dogma. Al parecer, la Academia pretende fundamentar la elección de los 33 grafemas en el análisis fonológico: considera que el guaraní tiene 33 fonemas; entonces, los adopta como letras. Por razones que intentaré explicar, hubiese sido más juicioso –y provechoso para el trabajo futuro de la Academia– declarar solo: «la grafía de la lengua guaraní consta de 33 grafemas».

La cuestión de afirmar si un sonido es fonema (posee valor fonológico) es una cuestión técnica, o, mejor dicho, teórica. Por un lado, muchos fonólogos consideran también fonemas /ŋgw/ y /ŋw/. En la escritura, el primero se escribe «ngu», como en kangue (pronunciado [kãŋgwe]); el segundo se escribe de maneras diferentes, por el tema de la «g̃»: por ejemplo, hag̃ua, hag̃uã, haguã o hang̃uã, palabra que se pronuncia mayormente [hãŋwã]. Pero ni /ŋgw/ ni /ŋw/ figuran entre los 33 fonemas o letras de la Academia. Por otro lado, seis letras que la Academia considera fonemas, a saber «m», «mb», «n», «nd», «g̃» y «ng», para muchos fonólogos no son todas fonemas. Están aquellos que consideran que los fonemas son /m/, /n/, /ŋ/ y /ŋw/ y que los sonidos llamados prenasales –o prenasalizados– [mb], [nd], [ŋg] y [ŋgw] son variantes contextuales. Otros han postulado lo contario: son fonemas /mb/, /nd/, /ŋg/ y /ŋgw/, y [m], [n], [ŋ] y [ŋw] son variantes contextuales. Las dos propuestas se fundamentan en hechos vinculados con el fenómeno de la nasalidad, analizado de maneras muy distintas por las diferentes corrientes teóricas. Al igual que en las otras ciencias humanas o sociales, tampoco en la fonología existe algo así como una verdad absoluta.

Los que consideran fonemas /m/, /n/, /ŋ/ y /ŋw/ sostienen que la estructura de una palabra como kumanda, pronunciada [kûmãnda], es /kumana/. Los que concluyen que los fonemas son /mb/, /nd/, /ŋg/ y /ŋgw/ dirán que es /kumanda/. La estructura fonológica de la palabra escrita kane’õ, pronunciada [kãnêʔõ] por los guaranihablantes, para los primeros es /kane’õ/, pero para los segundos es /kande’õ/. No solo el análisis de los sonidos consonánticos nasales y prenasalizados está ligado al fenómeno de la nasalidad, sino también, y sobre todo, el de las vocales. El guaraní se caracteriza por una nasalidad que no está anclada o asociada a un sonido, fonema o segmento, sino a varios. Por eso no se puede afirmar que haya fonemas vocálicos nasales, aunque convenga adoptar letras vocálicas nasales, como lo hace la Academia.

Para simplificar, se puede afirmar que, en cuanto a la nasalidad, el guaraní posee esencialmente tres tipos de palabras: a) las nasales, b) las que contienen una consonante prenasalizada y c) las orales. En las palabras nasales, todos los segmentos son nasales, salvo las consonantes sordas; por ejemplo, [põrã]. En las palabras con una consonante prenasal, solo los segmentos anteriores a ella pueden ser nasales; por ejemplo, [kãnîndeju]. En las palabras orales, todos los segmentos son orales; por ejemplo, [karaja]. El tipo de palabras que nos interesa aquí es el de las nasales, donde la nasalidad es fonológica. Es importante no confundir la articulación nasal (descenso del velo del paladar) y la acentuación o intensidad sonora (mayor fuerza muscular). En [põrã], tanto [o] como [a] son nasales, pero la intensidad sonora recae en la sílaba que contiene la [a]. Sostener que [ã] es el fonema nasal es, sencilla y llanamente, incorrecto. Para la escritura, por una razón de economía, se ha decidido marcar solo esta vocal con la tilde nasal: porã. ¡En el guaraní del Paraguay! No así en el de Bolivia, cuyo patrón acentual también es fijo, salvo que el acento de intensidad suele recaer en la penúltima sílaba. Entonces, en la interpretación que subyace a la fórmula «33 fonemas y 33 grafemas», en el guaraní de Bolivia sería la [õ] la que tendría estatus de fonema y, por tanto, la palabra se escribiría põra. Tanto el guaranihablante paraguayo como el boliviano pronuncian [põrã], solo que el primero pone mayor fuerza muscular y espiratoria en la segunda sílaba, y el segundo, en la penúltima (primera en este caso).

Aunque el fenómeno de la nasalidad es más complejo que lo expuesto aquí, quizás esta somera caracterización permita al lector comprender que en ciencias no hay algo así como una verdad única. El concepto de fonema, aunque siempre útil, ha sido desechado por muchas teorías fonológicas, que emplean el de segmento, obviando así la cuestión del valor fonético o fonológico de un sonido. Pero no es la implicancia científica la que más me inquieta en la fórmula «33 fonemas y 33 grafemas». No se puede exigir que docentes y escritores de guaraní, que son los miembros de la Academia, estén académicamente preparados para el análisis lingüístico. Y aunque lo estuviesen, parece haberse demostrado que la combinación profesor de lengua y lingüista no redunda en beneficio del pensamiento científico porque la praxis del profesor de lengua está del lado de la norma y la gramática prescriptiva, y no del lado del análisis de los hechos lingüísticos.

No, hay otros aspectos que sí me preocupan, porque contribuyen a desvirtuar la realidad fonética y fonológica del guaraní. La fórmula «33 fonemas y 33 grafemas» da pie a la concepción de que la nasalidad del guaraní es como la del portugués o la del francés, es decir, ligada a un segmento. Muchos docentes tienden a hacer una lectura fonética de la ortografía y enseñan una pronunciación que no es la del guaraní. Exigen que los alumnos o estudiantes pronuncien, por ejemplo, [porã], como pude corroborar en una de las universidades. La estudiante, una buena guaranihablante, no recibió la mejor nota en el examen final (oral) porque fue incapaz de pronunciar [porã] y produjo [põrã], como cualquier guaranihablante.

Otra implicancia afecta a la Academia misma. La lengua es un bien de uso común y, por tanto, dinámica y sujeta a cambios. Si fuese cierta la visión de que los seres humanos somos hablados por la lengua, como aún sostienen algunos, ninguna lengua cambiaría en el tiempo ni en el espacio. Como se sabe, en cinco siglos de uso, el guaranihablante la ha marcado profundamente. Para rendir cuenta de la evolución de la lengua, la Academia podría verse en la necesidad de cambiar o ampliar el alfabeto. De hecho, ya la expresó, pues en el artículo mencionado arriba se señala que está pendiente la suerte de la «d», la «f» y la «ll» y… ¡¡¡la de la «x»!!! Sabemos que existen sonidos del castellano que los guaranihablantes pronuncian desde hace siglos en préstamos del castellano o de otras lenguas, como [d] («diez’i»), [f] («fideo» o «réfere») y [ʎ] («llanta» o «valle»). Estas aún no recibieron la bendición de la Academia para ser escritas como dies’i o die’i, fidéo, réfere, llánta o válle. ¿Cómo hacerlo, teniendo en cuenta la fórmula «33 fonemas y 33 grafemas»? Aparentemente, la Academia la considera intocable y evalúa otra salida decorosa, pues aclara que se «decidirá si los mencionados grafemas entran como un apéndice del alfabeto, o pasan para su reglamentación de uso (sin figurar en la lista) desde un departamento especial de la Academia, dedicado a la gramática y la ortografía».

¡Qué curiosa concepción tiene la Academia de su trabajo de estandarización de la lengua (o normativización, término que se prefiere en la Ley de lenguas): el guaraní se escribiría según un alfabeto oficial y un apéndice o una reglamentación solo para el uso gráfico! Por un lado, decide cuál es el grafemario de la lengua, más allá de si la tecnología permite aplicarlo; por el otro, también concibe que una lengua puede tener un grafemario oficial y un apéndice, en el cual se incluirían las letras «toleradas» pero «no del todo guaraní», pese a haber ya incluido un sonido no patrimonial en el alfabeto oficial, la letra «rr». La única explicación que le encuentro a esta vía poco ortodoxa es que los que quieren incluir las cuatro letras, los modernistas, saben que a la hora de votar no tendrán la mayoría de votos. Bueno, es útil saber cómo se pueden hacer las cosas. Dicho sea de paso, la aludida resolución aplica una vía similar, pues establece que el sistema alfabético de los 33 grafemas «admite la incorporación de los siguientes grafemas [“d”, “f” y “ll”] para la escritura de préstamos lexicológicos integrados» (pp. 37-38).

Entre las letras cuya suerte está pendiente figura también la «x» ¿Por qué la «x»? Aparentemente, la grafía guaraní la necesita «para representar la /j/ española», dice el escrito de la SPL. Claramente, la Academia pretende incluir la letra «x», símbolo fonético de la letra «j» del castellano (como en «jazmín» o «jugar»). No veo por qué la «h» no puede representar gráficamente las distintas variantes fricativas y sordas, sean velares o glotales. ¿O acaso algunos miembros abogan por un alfabeto fonético, es decir, escribir tal como se pronuncia? Entonces no habría una ortografía, es decir, una grafía correcta, sino solo una grafía, como se hizo para el latín en la Roma antigua.

En ninguna escritura basada en el alfabeto latino la cantidad de letras es igual a la cantidad de fonemas, o al revés, como sugiere la fórmula empleada por la Academia. Es una cuestión de análisis. Sea cual fuere el alfabeto adoptado para el guaraní, este es eminentemente fonológico porque se eligen signos que en la realidad pueden ser pronunciados de maneras distintas. La Academia no necesita escudarse detrás del concepto de fonema para otorgar mayor legitimidad a su decisión. No existe tal cosa como un alfabeto científico o un alfabeto natural. Se decide con qué letras se van a representar los sonidos (o fonemas) de una lengua. Como es por convención, la ortografía de una lengua también puede ser cambiada o reformada. Lo que importa es que sea un alfabeto útil; si no de aplicación fácil, por lo menos aplicable. Esto es tanto más importante para el guaraní cuanto que aún son pocos los que se comunican por escrito en guaraní.

Decididamente, en su primera decisión, el dardo de nuestra joven Academia de la Lengua Guaraní no apuntó hacia una buena articulación de criterios. Pero demos tiempo al tiempo: aún queda mucho camino por andar. Ojalá en el futuro la Academia pueda alejarse de sus posiciones apriorísticas y abrirse a la reflexión y al análisis de la lengua.

*En alusión al título de la obra de Senz y Alberte (2011) El dardo en la Academia, que a su vez alude a El dardo en la palabra, de Fernando Lázaro Carreter (1997).

* Lingüista

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