«Dios existe, y es un payaso»

El cómico de la legua, escritor, activista político, bufón, actor y dramaturgo Darío Fo, hijo de una campesina y un ferroviario, censurado y llevado a comisaría durante toda su vida y premio Nobel de Literatura, ha muerto el jueves.

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La frase del título es de Darío Fo, el dramaturgo italiano que dijo verdades prohibidas a los poderosos con vehemencia y con gracia de bufón, cuya loca y enérgica burla de la vida política, de las costumbres sociales y de la religión le valió alabanzas, menosprecios y el Nobel de Literatura, y que acaba de morir el jueves por la mañana, en el hospital Luigi Sacco, de Milán, por complicaciones de una vieja enfermedad pulmonar.

Darío Fo nació en la Lombardía, el 24 de marzo de 1926, en una pequeña ciudad de la provincia de Varese llamada Sangiano, junto a la ribera del lago Maggiore. Su padre, Felice, era jefe de estación del ferrocarril estatal y por eso la familia se mudó varias veces. Felice era actor aficionado, y socialista. Fo reunió en su obra diversas tradiciones: el humor de las vanguardias, de la commedia dell’arte y de la sátira política, y siempre recordaba que aprendió el arte de contar historias de su abuela materna.

En 1940, marchó a Milán a estudiar pintura y arquitectura en la Academia Brera, pero la Segunda Guerra Mundial interrumpió su carrera. Su familia estaba en la resistencia, y él ayudó a su padre a llevar refugiados y soldados aliados a Suiza. Reclutado por la armada de la República de Salò, se escapó y vivió escondido hasta el fin de la guerra.

Al terminar esta, siguió sus estudios en Milán.

En 1951 conoció a Franca Rame. Se casaron en junio de 1954. Fo trabajaba para el Piccolo Teatro en Milán; sus obras, pese a ser populares, eran muy perseguidas por la censura. Luego de ser censurado por unos monólogos satíricos que escribió para la cadena RAI, volvió a enfrentarse al control estatal con Il dito nell’occhio, pieza escrita y dirigida por él que fue censurada por el gobierno y la Iglesia. No obstante, la compañía teatral encontró locales en los que pudo representarla, no sin dificultades; pero el público la recibió con entusiasmo.

En 1955, Darío Fo y Franca Rame trabajaron en la producción de películas en Roma. En 1959, volvieron a Milán y fundaron la Compagnia Darío Fo-Franca Rame, para la cual Fo escribió, actuó, dirigió, diseñó vestuarios y escenografías. En 1962, Fo estrenó una obra sobre Cristóbal Colón, Isabella, tre caravella e un cacciaballe, que le ocasionó violentos ataques de grupos fascistas. El Partido Comunista Italiano se encargó de la seguridad de Darío Fo y de Franca Rame. La Signora è da buttare (1967) también levantó enconadas polémicas; trataba de la Guerra de Vietnam y el asesinato de John F. Kennedy por Lee Harvey Oswald. El gobierno norteamericano acusó a Darío Fo de ser irrespetuoso con el presidente Johnson y les denegó la visa de entrada a él y a su esposa durante varios años.

En 1968, Darío Fo y Franca Rame crearon la Associazione Nuova Scena, colectivo teatral con escenarios portátiles que viajó por toda Italia. Un año después, Fo presentó Misterio Buffo (1969), obra tremendamente popular de la que se hicieron más de cinco mil representaciones, que recuperó el grammelot de la comedia del arte –lenguaje satírico hecho de onomatopeyas y mímica que ayudaba a pasar la censura, porque no lo entendían, y que su amigo Umberto Eco tomó prestado para El nombre de la rosa– y que puso los cimientos sobre los que se alzaría el popular teatro di narrazione.

En 1970, Darío Fo y Franca Rame dejaron la Nuova Scena por diferencias políticas y fundaron su tercer grupo: Collettivo Teatrale La Commune, que produjo piezas basadas en la improvisación. Muerte accidental de un anarquista (1970) se basaba en la muerte del anarquista Giuseppe Pinelli. En esos años, en medio de enfrentamientos con la policía y grupos de extrema derecha, el 8 de marzo de 1973, Franca Rame fue raptada por un grupo fascista, al parecer conducido por oficiales de alto rango de los Carabinieri de Milán, violada y torturada.

Franca Rame regresó a los escenarios a los dos meses, para representar nuevos monólogos antifascistas.

Distanciado del Partido Comunista desde la década de 1980, en 1981 Fo estrenó Trompetas y frambuesas y Escarnio del miedo, esta última inspirada en el secuestro de Aldo Moro. Publicó su autobiografía, El país de los murciélagos, en el 2002.

Cinco años antes de eso, tras una vida de arrestos, persecución y censura, de lucha contra la censura eclesiástica y gubernamental, contra las ideas fascistas y contra cualquier tipo de control y de abuso de poder, en octubre de 1997, por algún motivo ignoto, la Academia sueca decidió premiar esa extraña tradición, la valiente risa antigua de los cómicos de la legua y los locos de las cortes, y fue Darío Fo quien recibió el Nobel de Literatura (que, por curiosa coincidencia, este año de luto la Academia sueca comunicaba que sería otorgado a Bob Dylan el mismo día de la muerte de este bufón que, a diferencia del ganador del 2016, nunca llenó estadios, pero que sí tuvo que colgar más de una vez en las puertas, por lo general pequeñas y populares, eso sí, de muchos teatros, el cartel de «No hay entradas»). Cuando Darío Fo recibió el Nobel de Literatura en 1997, la prensa fue en general bastante desdeñosa, o cuando menos, un tanto fría. L’Osservatore Romano se extrañaba de este premio concedido a un «bufón». El Abc de Madrid tituló la breve columna dedicada a la noticia: «Un cómico de la legua».

En la ceremonia de recepción, de Nobel, Darío Fo habló de su mujer:

«Juntos hemos planeado y montado miles de obras, en teatros, en fábricas ocupadas, en sentatas en universidades, incluso en iglesias no consagradas, en cárceles y en parques, bajo el sol, bajo la lluvia, siempre juntos. Hemos tenido que soportar abusos, asaltos de la policía, insultos de los bienpensantes y violencia. Y es Franca la que ha sufrido la agresión más atroz. Ella es la que ha tenido que pagar más caro que ninguno de nosotros, con su propia integridad física, la solidaridad con los humildes y con los derrotados que siempre ha sido nuestra sola premisa.

»El día en que se anunció que se me iba a conceder el Premio Nobel a mí, yo estaba frente al teatro de la Vía di Porta Romana, de Milán, donde Franca, junto con Giorgio Albertazzi, representaba El demonio con tetas. De pronto, me vi rodeado de un enjambre de reporteros, fotógrafos y cámaras de televisión. Un tranvía que pasaba por ahí se detuvo de golpe, el conductor se bajó a felicitarme, y entonces los pasajeros hicieron lo mismo y se pusieron a aplaudir; todos querían estrecharme la mano y felicitarme, cuando, de pronto, se pararon, y, al unísono, gritaron:

»–¿Dónde está Franca?

»Y empezaron a aullar:

»–¡Francaaaa!

»Hasta que vino Franca. Estupefacta y con lágrimas en los ojos, bajó para abrazarme. Y en ese momento, como llovida del cielo, apareció una banda que tocaba solo instrumentos de viento y tambores, formada por chiquillos de todos los rincones de la ciudad, y resultó que era la primera vez que tocaban juntos. Tocaron Porta Romana bella, Porta Romana a ritmo de samba. Jamás en mi vida he escuchado nada más desafinado que eso, pero fue la música más hermosa que Franca y yo hayamos escuchado nunca.

»Este premio es para los dos».

Era un bufón beligerante, salvaje. Con un armario y una mesa, con un teléfono y una puerta podía aniquilar a carcajadas a todos los poderes de la tierra. Era el resultado tremendo y sin miedo de siglos de oficio, de toda una tradición pobre y alegre de cómicos de la legua, de verdaderos ingenios y titanes de la interpretación que hablaban el lenguaje de la gente para reírse en las barbas de los príncipes de este mundo, y que llevaban la libertad y sabían cómo montar el gran tinglado de la antigua farsa donde quiera que fuesen.

juliansorel20@gmail.com

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