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En su libro Instruments of Desire: The Electric Guitar and the Shaping of Musical Experience, Steve Waksman expone un importante enfoque de este instrumento como una suerte de vector de cambios sociales.
Así, a lo largo de ese ensayo Waksman analiza los diferentes papeles que ha cumplido la guitarra eléctrica en la historia de la música popular en Occidente, «las formas en las cuales la guitarra eléctrica se ha integrado a un conjunto diverso de contextos musicales ya existentes, y las formas en las cuales ha remodelado esos contextos».
Uno de esos contextos musicales es el del blues afroamericano entre 1941 y 1955, un periodo de cambios y transiciones, y de mayor «potencial de la música afroamericana, y de los artistas negros, para “cruzar”, con sus éxitos, hasta las audiencias blancas». Entre otros sellos, Chess Records, de Chicago, y Atlantic, de Nueva York, comienzan a grabar a cantantes negros de blues.
Estos fueron también los años, prosigue nuestro autor, «que vieron el desarrollo paralelo del blues eléctrico y del rock and roll, dos estilos musicales que resultarían afectados significativamente por los cambios en la amplificación y por el papel de la guitarra eléctrica».
Chuck Berry aparece, en ese escenario, como «un tipo de guitarrista más familiar para nuestros estándares contemporáneos»: aunque sin dejar de ajustarse en buena cuenta al arquetipo del intérprete de blues, a la imagen generalmente proyectada por los músicos afroamericanos antes de hacerse internacionalmente famosos, Chuck Berry supo pasar de un público regional a un público nacional con su hit «Maybellene» en 1955 –que el famoso locutor Alan Freed pasó por la radio entusiastamente–, y lo hizo de un modo tan perfecto que, en la cúspide de su fama, era un hombre negro de treinta años que tocaba para multitudes blancas y adolescentes.
Bibliografía:
Steve Waksman, Instruments of Desire: The Electric Guitar and the Shaping of Musical Experience, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1999.