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Cada tanto conviene leer alguno de los libros de Marcos Aguinis. Este escritor argentino el más vendedor en su país ha transitado senderos espinosos en los 75 años de su vida y parece que ahora, finalmente, ha abierto la puerta para ir a jugar. Sale a la venta su nuevo libro Elogio del placer (Editorial Sudamericana).
Cada cual puede tener su favorito dentro de la extensa obra que empezó con Marcos Aguinis aun siendo neurocirujano, pasó por sus años de psicoanalista, luego de secretario de Cultura en la presidencia de Raúl Alfonsín y le valió varios premios. Este año será nombrado doctor honoris causa por la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Lo divertido de escribir acerca de un libro aún no leído es la incertidumbre. Sin haber siquiera visto la tapa del libro de Aguinis, una ya se pregunta si habrá elegido preferentemente algún placer de los sentidos o del espíritu, y en todo caso, cuál.
¿Quién escribe este libro? ¿El Aguinis setentón, casado dos veces, exitoso y agudo? ¿O el Aguinis de La gesta del marrano, imaginada antes de que las manos del joven escritor tocaran una computadora? ¿Cuáles han sido las experiencias en la vida del autor para inducirlo a pensar que podía aportar algo nuevo a la interminable discusión sobre las facetas diamantinas de lo que deleita a algunos pero disgusta a otros?
¿Desde dónde se experimenta mejor el placer, desde la izquierda o desde la derecha? ¿Es más tentador con culpa o sin ella? ¿Por qué se tiende a relacionarlo con pecado? ¿A quién cabe atribuirle semejante desperdicio de algo bueno?
Físicamente, ¿qué parte de nuestro sistema nervioso es más sensible a lo que nos gusta; cuáles son los aromas, los sonidos, los sabores más populares en todo el mundo?
¿Cambian con la geografía? Calculemos que sí, porque una frazada puede encantarnos si la compramos en los Andes, pero difícilmente pase de tapiz o de alfombra en una casa tropical.
¿Hay un impulso vital que nos incline a dar y recibir placer? ¿De dónde viene, qué objetivo tiene, cuánto dura? ¿Van cambiando los placeres con los años o con las horas del día?
Casi siempre la anticipación de un buen momento es agridulce: por un lado, sufrimos la angustia de no tener todavía al alcance el bien esperado; por el otro, sabemos que tan pronto empiece el placer, comenzará a terminarse, pero la esperanza nos mantiene en vilo.
Eso, precisamente, nos sucederá con el nuevo libro de Marcos Aguinis. Lo leeremos demasiado rápido, y tendremos que volver atrás una y otra vez, como nos ha sucedido con varios de su libros, para saborear mejor su prosa exacta, acidulada con la dosis justa de ironía.
Cada cual puede tener su favorito dentro de la extensa obra que empezó con Marcos Aguinis aun siendo neurocirujano, pasó por sus años de psicoanalista, luego de secretario de Cultura en la presidencia de Raúl Alfonsín y le valió varios premios. Este año será nombrado doctor honoris causa por la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Lo divertido de escribir acerca de un libro aún no leído es la incertidumbre. Sin haber siquiera visto la tapa del libro de Aguinis, una ya se pregunta si habrá elegido preferentemente algún placer de los sentidos o del espíritu, y en todo caso, cuál.
¿Quién escribe este libro? ¿El Aguinis setentón, casado dos veces, exitoso y agudo? ¿O el Aguinis de La gesta del marrano, imaginada antes de que las manos del joven escritor tocaran una computadora? ¿Cuáles han sido las experiencias en la vida del autor para inducirlo a pensar que podía aportar algo nuevo a la interminable discusión sobre las facetas diamantinas de lo que deleita a algunos pero disgusta a otros?
¿Desde dónde se experimenta mejor el placer, desde la izquierda o desde la derecha? ¿Es más tentador con culpa o sin ella? ¿Por qué se tiende a relacionarlo con pecado? ¿A quién cabe atribuirle semejante desperdicio de algo bueno?
Físicamente, ¿qué parte de nuestro sistema nervioso es más sensible a lo que nos gusta; cuáles son los aromas, los sonidos, los sabores más populares en todo el mundo?
¿Cambian con la geografía? Calculemos que sí, porque una frazada puede encantarnos si la compramos en los Andes, pero difícilmente pase de tapiz o de alfombra en una casa tropical.
¿Hay un impulso vital que nos incline a dar y recibir placer? ¿De dónde viene, qué objetivo tiene, cuánto dura? ¿Van cambiando los placeres con los años o con las horas del día?
Casi siempre la anticipación de un buen momento es agridulce: por un lado, sufrimos la angustia de no tener todavía al alcance el bien esperado; por el otro, sabemos que tan pronto empiece el placer, comenzará a terminarse, pero la esperanza nos mantiene en vilo.
Eso, precisamente, nos sucederá con el nuevo libro de Marcos Aguinis. Lo leeremos demasiado rápido, y tendremos que volver atrás una y otra vez, como nos ha sucedido con varios de su libros, para saborear mejor su prosa exacta, acidulada con la dosis justa de ironía.