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Tintín en el Chaco: La oreja rota
El lunes pasado fue conmemorada la firma, el 12 de junio de 1935, del protocolo que puso fin a esa guerra entre Paraguay y Bolivia que el historietista belga Georges Prosper Remi (1907-1983), «Hergé», recrea en el sexto episodio de la serie –publicada por entregas en Le Petit Vingtième entre febrero de 1935 y febrero de 1937, y en forma de álbum por el sello Casterman en 1937 (en blanco y negro) y 1943 (a color)– de aventuras «Tintín reportero».
En ese sexto episodio, titulado La oreja rota, Tintín viene a Suramérica y encuentra que San Teodoro (cuya capital es Los Dópicos), doble imaginario de Bolivia, y Nuevo-Rico (cuya capital es Sanfación), versión fabulada de Paraguay, llevan tres años (la Guerra del Chaco duró tres) enfrentándose en la «Guerra del Gran Chapo».
La oreja rota nos da una idea –clara como la línea del maestro belga– de la imagen del mundo suramericano que tenía un europeo de la década de 1930: zona de permanentes conflictos, golpes de estado, violencia, inestabilidad, tráficos ilegales de todo tipo. Son esos los ingredientes básicos de la receta empleada por Hergé para retratar repúblicas oprimidas por dictadores que a su vez son marionetas de las grandes potencias –en ese momento, Estados Unidos y Gran Bretaña–, instigadoras de guerras tercermundistas: todo conduce a la lectura de la Guerra del Chaco como efecto del hallazgo de petróleo en un territorio hasta entonces sin interés económico ni, por ende, motivo de disputas.
Para diversos especialistas, en efecto, la Guerra del Chaco fue en realidad una pugna entre empresas multinacionales petroleras –dos: del lado boliviano, la Standard Oil Company; del lado paraguayo, la Royal Dutch Shell–, tesis esta, en cambio, inventada por los nacionalistas bolivianos, según otros. Al parecer, los artículos del escritor y periodista vienés Anton E. Zischka (1904-1997), y su libro La guerre secrète pour le pétrole (París, Payot, 1933), pudieron estar entre las fuentes de Hergé, que ya había abordado el tema del petróleo en Tintín en América y volverá a abordarlo en Tintín en el País del Oro Negro.
Una ruta de esta bananera aventura en viñetas existe de veras: se trata de la «carretera de la muerte», construida en Bolivia por prisioneros de guerra paraguayos en la década de 1930. Tintín por poco se mata en ella, naturalmente, dicho sea de paso.
Ulrico en el Río de la Plata
Publicada en 1987 (y reeditada en el 2013 por el sello Del Eclipse) Ulrico. La historia secreta de la Conquista, del escritor y dibujante argentino Carlos Schlaen, es una novela gráfica sobre la vida del militar, viajero y cronista Ulrico Schmidl (Straubing, 1510-Ratisbona, circa 1580), que llegó al Río de La Plata con la expedición de don Pedro de Mendoza y Luján que fundó Buenos Aires y Asunción, «madre de ciudades» de la cual, décadas después, partiría Juan de Garay con otra expedición a fundar por segunda vez aquel sitio.
En este cómic, Schlaen recrea la estética renacentista de los primeros libros impresos, con sus grandes iniciales dibujadas y sus viñetas y márgenes ricamente ornamentados, y mezcla personas y hechos históricos con episodios y personajes ficticios para narrar la vida del lansquenete que se convirtió en el autor de la primera crónica de la conquista del Río de la Plata, que Bartolomé Mitre editó por vez primera en el siglo XX en Argentina, en 1903, con el título de Viaje al Río de la Plata, y de cuya primera edición, en alemán, en Fráncfort y en 1567, celebramos, por cierto, el 450 aniversario este año, 2017.
El autor, Carlos Schlaen (Santa Fe, 1946- Buenos Aires, 2012), dejó otra ficción histórica: Orllie, la viva imagen del rey de la Patagonia –realizada con el estilo de los libros franceses de mediados del siglo XIX y enriquecida con profusión de testimonios apócrifos de personajes tanto históricos –Dumas, Chaplin, los Lumière, Verne, Fernando de Lesseps…– como ficticios). También escribió novelas policiales para el público juvenil (en desorden cronológico, El caso del mago y la clave secreta, El caso del videojuego, El caso de la modelo y los lentes de Elvis –Premio Fantasía 1999–, entre otros títulos) y probó el género de terror con El tercer conjuro.