Al vuelo (Cuento)

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Se acercó al control del aeropuerto. Ya estaban abordando los últimos pasajeros de la aerolínea. Una turista más, a última hora. Vamos rápido.

Puso sus veinte pulseras, sus zapatos con soporte, su cartera negra, y dos o tres bolsas de shopping en la bandeja del detector y pasó por la inspección. El timbre sonó con alarma y una inmutable oficial le pidió que abriera los brazos, para escanearla de punta a punta. El silbido era incesante.

–Tengo un implante en la cadera, explicó. También un reemplazo metálico de la cabeza del fémur, un clavo en la clavícula y seis coronas en las muelas. De las de antes, que son eternas. A veces me molestan los huesos, aunque me tomo unas pastillas para dormir, sumadas a las de la presión. Por eso en vuelo descanso muy bien.

Los policías se miraron, se encogieron de hombros y la dejaron pasar.

Calmosamente recuperó sus pertenencias y abordó el avión. Suspiró aliviada mientras se acomoda en el asiento- ventanilla, para no perderse detalle.

Su misión había concluido. Un par de horas, una breve escala. Después, algunas combinaciones ingeniosas. Ya se habría hecho el depósito en la cuenta de las Bahamas.

Motivo del viaje: turismo - visitar a familiares.

Profesión: ama de casa.

¿Habría sospechado alguien que había un cuarto pasajero?

Si la hubieran visto, habrían mirado para otro lado. Cualquier millonario puede darse el gusto de llevarse una rubia sensual a dar un paseito por los aires.

Y si la rubia lleva un bolso un poco grande, ya se sabe que las mujeres cargan zapatos y cremas pesen lo que pesen.

Notable lo compactos que vienen los paracaídas en estos tiempos.

Todo se achica, hasta los explosivos. Ya no es como cuando el coyote le ponía bombas ACME al correcaminos. Casi ni se ven los artefactos. En un instante se activan, escondidos, diez segundos después de que ante la sorpresa general la rubia abra la portezuela y se tire del helicóptero.

¿Qué hace esta loca? Alguien alcanzó preguntar, entre los sacudones de las turbulencias. En caída libre hacia el río, apenas si la impulsó el aire caliente de la explosión. Al abrirse, el paracaídas negro pasó inadvertido en la oscuridad.

Es bueno saber nadar. Aprovechó la correntada y se acercó a la orilla.

Lo único que me falta es que ahora me pique una víbora.

Una buena caminata vigorizante la hizo entrar en calor.

Gran invento el GPS. De lo contrario se hubiera perdido sin encontrar la casa, en esa noche cerrada.

¿Pollo o pasta?

¿Para beber?

Hasta la comida de avión resulta sabrosa después de tantas horas de ayuno.

Señores pasajeros, les habla el capitán. Estamos volando a 10.000 pies y vamos a descender para aterrizar nuevamente en nuestro puerto de embarque.

Una pasajera ha sufrido aparentemente un problema cardiaco y debe recibir inmediata atención médica. Pedimos disculpas por esta demora.

Reanudaremos el vuelo tan pronto cumplamos con los trámites correspondientes.

Las autoridades aeroportuarias se hicieron cargo del cadáver de la mujer fallecida en vuelo, comentó el vocero de la aerolínea. Pobrecita, tan indefensa y sola. Apenas había estado un día en el país y ni conocidos tenía.

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