El anarquista Manuel González Prada (II): Elogios envenenados

De la singular vida y polémicas ideas de Manuel González Prada (Lima, 1844 - 1918), uno de los grandes anarquistas de Latinoamérica, trata esta serie cuya segunda entrega publicamos hoy.

El escritor anarquista Manuel González Prada. Carbón de Málaga Grenet, París, diciembre de 1931.
El escritor anarquista Manuel González Prada. Carbón de Málaga Grenet, París, diciembre de 1931.

Paradoja en un irreverente como González Prada es la reverencia que pone sus ideas más allá de todo debate, decíamos la semana pasada. No es la única paradoja que rodea su memoria.

Admiraciones tramposas y elogios envenenados

Las lecturas dominantes de la obra de González Prada le dan formalmente el título de anarquista pero no parecen ver el anarquismo en su pensamiento. Los motivos de esta construcción póstuma de su imagen requerirían investigación, pero cabe por ahora señalar en ella la duplicidad típica de los frutos de la admiración tramposa y el elogio envenenado. Si sus admiradores nacionalistas lo han pintado como un patriota, varios de sus autoproclamados discípulos lo han elevado –id est, lo han reducido– a un precursor, alguien relevante en función no tanto de sí mismo cuanto de su posteridad.

Posteridad que habría superado la flaqueza teórica del maestro rescatando lo mejor de su legado, básicamente moral: «Los hombres de la nueva generación», declara Mariátegui, «en González Prada admiramos y estimamos, sobre todo, el austero ejemplo moral. Estimamos y admiramos, sobre todo, la honradez intelectual, la noble y fuerte rebeldía». Y, si bien González Prada «no interpretó este pueblo, no esclareció sus problemas, no legó un programa a la generación que debía venir después» y «los conceptos no son siquiera lo característico de su obra», prosigue Mariátegui, «en la prosa de Páginas libres, entre sentencias alambicadas y retóricas, se encuentra el germen del nuevo espíritu nacional».

Mariátegui fue uno de los colaboradores de la revista del grupo Orkopata. 
José Carlos Mariátegui en 1929. Retrato de perfil de José Malanca.
José Carlos Mariátegui en 1929. Retrato de perfil de José Malanca.

Por otra parte, se nos suele decir que, después de haber pasado la ocupación posterior a la Guerra del Pacífico encerrado en su casa, González Prada salió del encierro consciente de que no existía una verdadera nación peruana ni un sentimiento patriótico en las tropas, falta de sentimiento al que culpó de la derrota bélica, y que las denuncias por las cuales se le tildó en ese entonces de antipatriota eran en realidad las de un patriota dolido al constatar que su nación no merecía tal nombre pues en ella no todos tenían iguales derechos ni estaban representados por igual. La acusación de antipatriota, nos dicen estos defensores nacionalistas de González Prada, fue, pues, injusta. González Prada, nos dicen, no atacó a la Patria sino a sus enfermedades; no al Perú, sino a sus élites, que se habían adueñado de él. En este punto no es raro que llamen a escena, con traje de paladín de la identidad cultural peruana, al González Prada que fustiga a los imitadores de modelos literarios europeos.

Tal lectura patriótica del pensamiento de González Prada, anclada en su primera época, concluye que expresa el anhelo de una nación realmente inclusiva, solidaria y democrática. Y, a la luz de sus discursos y escritos de dicha época, es verosímil. ¿Qué lo preocupa en ellos sino la exclusión de los indios (y no la existencia de esa categoría, indios, como tal) de la nación peruana (y no la idea de nación como tal)? No ataca en esos días la nación-estado como opresora en sí misma y excluyente por definición, sino sus defectos. No parece un revolucionario sino lo opuesto, un defensor de la institucionalidad democrática, crítico, por ello mismo, de sus deficiencias.

Manuel González Prada en 1902
Manuel González Prada en 1902

Enseña Poe en La carta robada que puede llevar mucho tiempo descubrir lo que siempre estuvo ahí, y González Prada llega al anarquismo desenterrando una raíz que las lecturas póstumas que asimilan toda su obra a una sola etapa vuelven a enterrar. No se llega, empero, a ser uno mismo sin dejar por el camino a los que uno fue. O, como el propio González Prada escribió:

«¿Identidad del individuo? Quimera: no poseemos un alma única, sino una serie de almas; no somos un hombre idéntico, sino muchos hombres sucesivos. En lo profundo de nuestro ser hemos visto nacer y morir muchas personalidades, todos representamos una larga cadena de individuos diversos y aun contradictorios» (Un rato de filosofía, circa 1884-9. En: Nuevas páginas libres, 1937).

De los conceptos

Sin embargo, el germen del anarquismo plenamente asumido en su madurez está en esa primera época. Entre sus escritos inmediatamente posteriores a la guerra, el artículo de 1888 Propaganda i ataque (recogido en Pájinas libres, 1984) contiene varios de esos conceptos que Mariátegui echa en falta y que sus defensores nacionalistas no parecen ver. En orden de aparición en el pasaje transcrito abajo, la dominación por el consenso, el deber moral de la insumisión, el carácter engañoso de la política institucional, la blasfemia del nombre de la Patria, la multitud como sujeto revolucionario y la legitimidad del empleo de la violencia:

Foto de Manuel González Prada en la edición de 1924 de "Horas De Lucha".
Foto de Manuel González Prada en la edición de 1924 de su libro "Horas De Lucha".

«Harto se habló a la Humanidad de sus obligaciones, para que se recuerde ya de sus derechos. ¡Abajo esas mentiras convencionales de respeto y resignación! (…) Esa palabra, resignación, inventada por los astutos que gozan para encadenar el brazo de los inocentes que sufren iniquidades y atropellos, debe desaparecer de todos los labios, porque resuena como sinónimo de ultraje en el opresor, de cobardía en el oprimido (…) Un solo acto de rebeldía suele producir más bienes a la especie humana que todas las resignaciones i todos los respetos (…) Y ¿a quién le cumple más que al escritor la indisciplina i insumisión? Él debe marchar siempre a la cabeza de los insumisos e indisciplinados (…) Para demandar justicia no aguarda hora propicia ni ocasión favorable, sino que la exige siempre en todo lugar, principalmente cuando se corre peligro al demandarla y cuando todos tiemblan y callan. Y en esto se diferencia del político (…) En resumen, hoi el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus (…) ¿Qué fué nuestra política? El arte de gobernar a los hombres como se gobierna una máquina o un rebaño (…) Se necesita herir i punzar a las multitudes, no por el malévolo prurito de ofenderlas i exasperarlas, sino por el jeneroso deseo de estimularlas para el bien i enardecer el coraje para l’acción».

No faltan conceptos en la obra de González Prada; la elección de un estilo asistemático, breve e intempestivo, y la trasgresión de las normas ortográficas –que dominaba sin esfuerzo– tienen el sentido anarquista –y el valor epistemológico– de la renuncia a toda posible autoridad intelectual y a toda intención pedagógica despojando de sus tradicionales signos de superioridad académica al lugar (propio) de enunciación de las ideas y al sujeto (uno mismo) que las enuncia.

Manuel González Prada: "Anarquía" (Barcelona, 1938)
Manuel González Prada: "Anarquía" (Barcelona, 1938)

Luego de los años en Europa (1891 - 1898), en los cuales se gesta su anarquismo consciente, abandona su aventura dentro de la política convencional (el partido surgido en 1891 del Círculo Literario, la Unión Nacional) y en las primeras décadas del siglo XX, ya anarquista militante, su tema central es la desigualdad estructural que define un sujeto revolucionario al mismo tiempo plural –en tanto que la discriminación se manifiesta en varias formas (por clase, por sexo, por raza)– y universal –en tanto que todas esas formas sostienen un modo de producción económica, una supremacía, un orden–:

«…revolución del filósofo contra los absurdos del dogma, revolución del individuo contra la omnipotencia del Estado, revolución del obrero contra la explotación del Capital, revolución de la mujer contra la tiranía del hombre» (La Revolución, 1907).

Capaz de un levantamiento universal, el sujeto revolucionario no expresará las demandas de uno solo de los sectores oprimidos:

«A todos nos cumple dar nuestro contingente de luz y de fuerza para que el obrero sacuda el yugo del capitalista; pero al obrero le cumple, también, ayudar a los demás oprimidos para que destrocen las cadenas de otros amos y señores» (Fiesta universal, 1905).

A la luz del desarrollo maduro, una mirada retrospectiva a la primera época revela su abordaje del problema del indio, posterior a la guerra con Chile, no como tema nacionalista, de inclusión humanitaria ni de reivindicación identitaria cultural o étnica, sino como el comienzo de la amplia comprensión (incipiente entonces) de un orden sostenido en la opresión de los diversos sectores sociales subordinados.

(Continuará…)

Manuel González Prada en 1884
Manuel González Prada en 1884

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