«Este no es el socialismo que quiero para mi país»: Mario Vargas Llosa y Cuba

Ahora que, ante el fallecimiento del novelista peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936 - Lima, 13 de abril de 2025), la Casa de las Américas ha publicado una virulenta carta de Haydée Santamaría dirigida a él, difundimos también, por nuestra parte, algunos datos para acercarnos a la verdadera historia de la ruptura del Nobel de Literatura con la Revolución cubana.

Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar
Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar

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Mario Vargas Llosa ingresó en 1953 en la Universidad de San Marcos y poco después comenzó a militar en Cahuide, nombre con el que intentaba resucitar el Partido Comunista en Perú. «Era la época del reinado absoluto del estalinismo, y, en el campo literario, la estética oficial del partido era el realismo socialista. Fue eso, creo, lo que primero me desencantó de Cahuide», recuerda en El país de las mil caras.

Rechazar el realismo socialista no le impidió seguir comprometido con la izquierda. Las cartas de sus años de aliado de la Revolución cubana muestran su esfuerzo por conservar su derecho a criticar lo que cree incorrecto sin dejar de estar del lado de Cuba.

«A pesar de que desde 1961 el gobierno cubano dio muestras de avanzar hacia la alianza con Moscú y la adopción de algunos elementos propios de los socialismos burocráticos de Europa del Este, como el partido único, el control gubernamental de los medios de comunicación, el ateísmo, el machismo o la censura –en 1961, por ejemplo, fue clausurado el suplemento Lunes de Revolución, que dirigía Guillermo Cabrera Infante, y prohibido el film PM, de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, los novelistas del boom mantuvieron su apoyo a La Habana», señala el escritor cubano Rafael Rojas.

Suplemento cultural “Lunes de Revolución”.
El suplemento cultural “Lunes de Revolución”, censurado por el Gobierno de Fidel Castro.

En carta a Emir Rodríguez Monegal, director de Mundo Nuevo, del 2 de febrero de 1967, Vargas Llosa le informa de la negativa de los escritores cubanos del entorno de la Casa de las Américas a colaborar con su revista, pero le pide que, a pesar de eso, no publique ataques a la Revolución cubana:

«Abusando un poco, querido Emir, quisiera pedirte que, por decepcionado que te puedas sentir con la negativa cubana a colaborar en tu revista, hagas lo posible por evitar que ella sirva de algún modo de tribuna para los enemigos de la Revolución cubana. La actitud de los escritores puede parecerte demasiado intransigente, pero allá uno se explica bastante bien esta intransigencia, cuando ve la ferocidad con que la Revolución es combatida y con qué admirable convicción y coraje están saliendo adelante los cubanos a pesar del bloqueo, de los sabotajes, de la campaña internacional de desprestigio de cierta prensa. Nosotros hicimos un viaje por el centro de la isla, y visitamos granjas y aldeas y fábricas, y te aseguro que era un espectáculo conmovedor y a la vez muy triste cuando uno se ponía a comparar entre lo que está ocurriendo en el campo cubano y lo que ocurre en mi país, por ejemplo».

Mario Vargas Llosa en Palestina.
Mario Vargas Llosa en Palestina, en el año 2005.

En otra, a Carlos Fuentes, del 10 de febrero de 1967, escribe Vargas Llosa:

«En la reunión de la Casa de las Américas se habló de las alusiones inamistosas e incluso injustas que se te habían hecho en algunos documentos, como la carta abierta a [Pablo] Neruda, y tanto Julio [Cortázar] como yo criticamos el artículo de Ambrosio Fornet, aparecido en el último número de la revista de la Casa de las Américas, en el que se refiere a ti de una manera inaceptable. Conozco hace tiempo a Ambrosio –fuimos compañeros en la Universidad [Complutense] de Madrid–, y le tengo mucho afecto, y por eso mismo me sorprendió que se hubiera excedido en esa forma. Tú sabes el clima de tensión y de fervor en el que viven los cubanos, y la extrema susceptibilidad política en que los tienen las condiciones de la isla (el bloqueo, la amenaza permanente de invasión, etc.); creo que eso explica muchas cosas, pero desde luego que no las justifica todas».

Guillermo Cabrera Infante en su despacho de “Lunes de Revolución”, 1961.
Guillermo Cabrera Infante en su despacho de “Lunes de Revolución”, 1961.

Vargas Llosa vuelve a escribir a Fuentes el 20 de enero de 1969:

«No sé nada de Cuba. No fui a la reunión de la revista, porque no tenía tiempo ni tampoco muchas ganas, pero hablé por teléfono con Fernández Retamar la otra noche. Julio acababa de partir de La Habana. Llamé a Roberto para tratar de confirmar si era cierto que Edmundo Desnoes estaba preso, acusado de ser agente de la CIA, pero al hablar con él no me atreví a preguntárselo. Lo noté un poco cauteloso y temí ponerlo en un apuro. Estoy sumamente inquieto, apenado y asustado con lo que ocurra en Cuba y te ruego que me cuentes lo que sepas. Lo último que llegó a mis manos fueron los discursos de Lisandro Otero que me produjeron escalofríos, casi tantos como los que tuve cuando leí las indecentes frivolidades contra la Revolución de nuestro amigo Guillermo [Cabrera Infante]».

Pero es en una carta a Roberto Fernández Retamar del 1 de marzo de 1969 donde se presiente la ruptura de relaciones entre Vargas Llosa y la Casa de las Américas y, por extensión, el Gobierno cubano:

«Discrepar de la actitud adoptada por Fidel en la cuestión de Checoslovaquia no significa, en modo alguno, haberse pasado al bando de los enemigos de Cuba, como no lo es tampoco enviar un telegrama opinando sobre un asunto cultural de la Revolución. Mi adhesión a Cuba es muy profunda, pero no es ni será la de un incondicional que hace suyas de manera automática todas las posiciones adoptadas en todos los asuntos por el poder revolucionario. Ese género de adhesión, que incluso en un funcionario me parece lastimoso, es inconcebible en un escritor, porque, como tú lo sabes, un escritor que renuncia a pensar por su cuenta, a disentir y opinar en alta voz ya no es un escritor sino un muñeco de ventrílocuo».

Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez en Lima en 1967 (Revista Caretas).
Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez en Lima en 1967 (Revista Caretas).

Guillermo Cabrera Infante recuerda en Mea Cuba cuando Alejo Carpentier se reunió con Vargas Llosa en un restaurante londinense. Carpentier traía un mensaje de La Habana:

«Alejo le dijo a Mario que traía un mensaje de Haydée Santamaría, que lo saludaba como un verdadero revolucionario. Lo menos que quiere un escritor es que lo confundan con lo que no es, pero Alejo hablaba ahora de escritor a escritor. Lo que era una falsedad. Haydée quería que Mario donara, públicamente, su premio (unos 30.000 bolívares: Alejo, ducho en aritmética venezolana, calculó que eran unos 25.000 dólares) a la guerrilla. La Casa de las Américas (es decir el Gobierno de Castro, que pagaba siempre a los diplomáticos a través del Narodny Bank ruso) le devolvería a Mario esa misma cantidad a razón de mil dólares mensuales que le traería Alejo en persona».

Vargas Llosa respondió, simplemente, que no. «Mario sería un ingenuo político, pero no era un tonto», aclara Cabrera Infante. «Aceptar la oferta que podía rechazar significaba convertirse, de hecho, en un agente cubano».

La ruptura definitiva llegó en 1971 cuando Mario Vargas Llosa firmó la carta de protesta contra el encarcelamiento del escritor cubano Heberto Padilla y renunció al consejo de redacción de la revista Casa de las Américas. En una carta a Haydée Santamaría, Vargas Llosa expresó: «No es este el ejemplo del socialismo que quiero para mi país».

Mario Vargas Llosa
La ruptura definitiva llegó en 1971 cuando Mario Vargas Llosa protestó contra el encarcelamiento del escritor cubano Heberto Padilla. En carta a Haydée Santamaría, Vargas Llosa expresó: «No es este el ejemplo del socialismo que quiero para mi país».

Fuentes:

Alejandro Armengol: «Cuando Vargas Llosa dijo no», Cuba Encuentro, 23/05/2016. Disponible en línea: https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/cuando-vargas-llosa-dijo-no-325608

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