Desde la torre del loco

Adiós al escritor y Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936 - Lima, 13 de abril de 2025), último monstruo sagrado del Boom latinoamericano.

Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez en Lima en 1967 (Revista Caretas).
Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez en Lima en 1967 (Revista Caretas).

Cargando...

Era el domingo 13 de abril de 2025 cuando me acordé de la torre del loco –como la llama Rafael Argullol (1), aquella habitación en casa del carpintero Ernst Friedrich Zimmer, en la ciudad de Tubinga, a orillas del río Neckar, donde vivió durante 36 años un hombre al que consideraban loco, aunque Zimmer no compartiera esa opinión, pues era, tengo entendido, un gran admirador de su poesía. En un mundo moderno y secularizado, el loco creía en los dioses de la Antigüedad, y creía que habían enmudecido y que estaban ocultos, exiliados en las profundidades del océano. De eso hablan sus versos, de una época huérfana de lo divino, incapaz de grandes sueños.

Pensaba en el loco porque al desempolvar la biblioteca encontré inesperadamente mi ejemplar de El archipiélago, un pequeño volumen publicado por Alianza Editorial en los 80. Recordé que hace mucho alguien me contó un día que el escritor peruano Lucho León Herrera (2), después de leer en un café unos versos míos, había hecho un breve y firme comentario:

–Conoce bien a Hölderlin.

Recuerdo que lo tomé como un ataque, cosa que ahora me hace sonreír. Era una adolescente y pretendía crear algo jamás escrito, que no se pareciera a ninguna otra obra. No sabía que eso era imposible –ex nihilo nihil fit–. Y de pronto, mientras la imagen de Lucho León –una especie de dandy mefistofélico que a veces llevaba frac, guantes y un pequeño bastón con empuñadura de plata, atuendo demasiado moderno para ese clon del Quijote de los grabados de Doré–, con Lima de fondo –la noche de Lima, toda electricidad– se apoderaba de mi mente, mi celular empezó a recibir mensajes: Ha muerto Vargas Llosa. Me pareció una extraña coincidencia. Me lo sigue pareciendo. Todas las coincidencias son extrañas, dice una parte de mí. Las coincidencias no existen, susurra otra.

Mario Vargas Llosa (1936 - 2025).
Mario Vargas Llosa (1936 - 2025).

Era el domingo13 de abril de 2025. El día que hubiera cumplido 140 años Gyorgy Lukács. Diez años después de las muertes paralelas de Eduardo Galeano y Günter Grass.

Se ha dicho que Vargas Llosa no tiene un estilo sino tantos estilos como novelas. Novelas que todos elogian o invitan a leer o a releer en estos días.

Una novela puede ser abstraída mentalmente de los procesos concretos de los cuales forma parte (como mercancía editorial, por ejemplo) para pensar sus cualidades como puramente intrínsecas, o puede ser pensada en su contexto (como producto de la industria editorial, entre otras cosas), entendiendo sus cualidades como determinadas, en parte, extrínsecamente.

Me parece que hoy el segundo tipo de lectura revela en la mayor parte de los casos el triple éxito de público, de crítica y de ventas como efecto de cierta factura propia de un tipo de literatura que circula ágilmente en distintos mercados nacionales gracias a su español limpio de localismos, que apela a un humor que refuerza estereotipos en vez de derribarlos, que explota convenciones narrativas ya existentes, etcétera. El tipo de literatura que la economía neoliberal privilegia. Cada vez más lejos del ágora y más cerca de la industria del entretenimiento, cada vez más ajena a la res pública y a los asuntos de la comunidad, cada vez más irrelevante.

Mario Vargas Llosa en 1983 (Cordon Press)
Mario Vargas Llosa en 1983 (Cordon Press)

En los panegíricos dedicados esta semana al único Nobel de Literatura peruano ha predominado el primer tipo de lectura, que desprende los libros de su circunstancia y que, al abstraer las obras de cada escritor de los procesos que integran, crea la ilusión de unidad autoral y conlleva el culto a la figura del autor, y, en armonía con este abordaje, incluso intelectuales de izquierda que siempre expusieron públicamente sus diferencias con Vargas Llosa han preferido –por pudor, por nobleza, por buen gusto– evitar temporalmente el tema incómodo de sus posturas políticas.

Mejor así. Por otra parte, sería injusto reducir las novelas de Vargas Llosa a esos triples éxitos arriba descritos, a la fórmula ganadora que se ha impuesto en el mercado hispanohablante regido por los grandes sellos editoriales. Una crítica seria y profunda de sus posturas políticas debería empezar por no prescindir de la relación de estas con su literatura, desde luego. Pero tal crítica no se ha dado aún; no, al menos, esta semana. Y además, a diferencia de esos escritores que son meros engendros de departamentos de mercadotecnia y crean equivalentes librescos de los no-lugares de Augé, Vargas Llosa, que quiso llegar a un auditorio universal y lo consiguió, también es uno de los que escribieron Lima en sus páginas y, con ello, la marcaron con su impronta en la realidad.

Y marcaron a sus habitantes. Hoy encontré un pódcast en el que el periodista César Hildebrandt (3) recuerda que el primer libro de Vargas Llosa que leyó, cuando era cadete del colegio militar, fue La ciudad y los perros. «Y solo entonces entendí de qué se trataba todo», dice Hildebrandt. «De qué se trataban el colegio militar, mi condición de cadete y todo lo demás». Vargas Llosa fue un gran escritor, comenta, y añade: y nos cambió la vida. «A mí me cambió la vida. Aprendí que la literatura puede hacer milagros en la conciencia».

Creo que lo que dijo Hildebrandt es de lo más profundo que he escuchado sobre la naturaleza de la literatura en general. También mencionó –quizá hubiera sido peor no hacerlo– rápidamente lo inevitable («Creo que aceptó el Sol de Oro, de Dina Boluarte. Madre mía. Madre mía…»). No se ensañó, por supuesto, con los errores del ausente: «Queda su obra. Que es inmóvil, y pétrea, y extraordinaria. De sus posiciones reaccionarias no va a quedar nada. Van a ser felizmente olvidadas muy pronto. De su conservadurismo extremo no va a quedar sino la pena de quienes hubiéramos querido admirarlo sin fisuras».

Mientras Mario Vargas Llosa vivió, el periodista César Hildebrandt criticó duramente en numerosas ocasiones sus posturas políticas de derecha (Imagen: un titular de la revista Generacción, nº 192, 2010)
Mientras Mario Vargas Llosa vivió, el periodista César Hildebrandt criticó duramente en numerosas ocasiones sus posturas políticas de derecha (Imagen: un titular de la revista Generacción, nº 192, 2010)

Pero si bien ante la muerte de Vargas Llosa las dos posturas dominantes son las que lo ensalzan como un gran escritor y las que lo denuestan por sus posturas políticas y ambas simplifican una realidad muy compleja al separar facetas que integran un tupido entramado de interrelaciones, las segundas son las más oportunistas. Y da la casualidad de que también son mendaces o inexactas. No voy a exponer hoy mis diferencias políticas con Vargas Llosa porque docenas de periodistas e influencers han repetido las suyas a lo largo de toda esta semana en publicaciones que se han viralizado en las redes sociales entre miles de likes, sin añadir nada nuevo ni original a lo que los críticos de Vargas Llosa llevamos décadas diciendo, así que lo creo innecesario.

En cambio, creo justo reconocer al menos una parte de todo lo que estos periodistas e influencers han omitido en sus incompletos obituarios.

Es sabido el desencanto de Vargas Llosa con Cuba y con la Unión Soviética. Menos se habla de lo mucho que tardó Vargas Llosa en decepcionarse. Pasaron años desde sus primeras críticas al trato que recibían varios escritores rusos como Andrei Siniavski o Yuli Daniel, y a la censura del documental PM de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, y tuvieron que pasar algunos años más desde su viaje a Moscú en 1968 para que Vargas Llosa dejara de defender ante todo los logros de los «socialismos reales» en materia social. No fue raudo ni fácil el camino que llevó a Vargas Llosa a retirar su apoyo a la Unión Soviética y a la Cuba revolucionaria. Tuvo que ver censurada la edición rusa –Vargas Llosa fue el primer escritor del Boom traducido al ruso, en 1965– de La ciudad y los perros por la editorial soviética La Joven Guardia en las partes que tocaban el tema de la homosexualidad. Tuvo que ocurrir la invasión soviética a Checoslovaquia en agosto de 1968. Tuvo que ver cómo la URSS ocupaba Praga con tanques y con tropas. Tuvo que ser testigo del respaldo de Fidel Castro a la infame invasión. Y mientras amigos suyos, como Gabriel García Márquez, optaban por bajar la voz ante Castro, Vargas Llosa no tuvo reparos en cuestionarlo públicamente, como lo hizo en su artículo «El socialismo y los tanques», publicado en la revista Caretas en septiembre de 1968. Y ni siquiera eso bastó. Tuvo que estremecer al mundo entero el encarcelamiento y el siniestro escarmiento sufridos por el poeta cubano Heberto Padilla en 1971 para que finalmente Vargas Llosa pusiera punto final a muchos años de amistad con los que en otro tiempo parecían proyectos socialistas dignos de tal nombre. Personalmente, no creo que eso justifique ni explique su posterior adhesión a la derecha, pero encuentro absurdo eliminar un capítulo tan importante de esta historia (4).

Fotograma de PM, cortometraje de 1961 de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera.
Fotograma de PM, cortometraje de 1961 de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante que fue censurado por el Gobierno cubano.

El espacio queda corto, pero hay que nombrar su aguda, inteligente crítica al gobierno mexicano en 1990, después de la cual, se dice, tuvo que abandonar intempestivamente México (5). Y, sobre todo, hay que ver y escuchar su tajante respuesta a Axel Kaiser cuando este intenta que coincida con él en que vivir bajo la dictadura de Pinochet en Chile sería preferible a vivir bajo la de Maduro en Venezuela. «No. No te voy a aceptar esa pregunta. No hay dictaduras mejores que otras». Y aun defiende a Fidel: «Pinochet destruyó una democracia. Fidel Castro no. Fidel Castro derrocó una dictadura, la dictadura de Batista». Y hay que ver cómo, sobre todo, minutos antes de hacer callar a Kaiser al rechazar su pregunta, Vargas Llosa habla del sueño del socialismo. Y cómo confiesa que, en el fondo, todos llevamos para siempre en nuestro interior ese sueño. Habla de no renunciar a la utopía. Es así, por lo menos, como lo entiendo yo (6). Por último, en las presentes y trágicas circunstancias que está atravesando la población palestina en la Franja de Gaza y en Cisjordania, es fundamental mencionar, si se habla o se escribe sobre las posiciones políticas de Vargas llosa, que él fue el premio Nobel que más criticó la ocupación israelí y que fue calumniado e injustamente tildado de «antisemita» por denunciarla, sin que por ello dejara de hacerlo hasta el final (7). No se puede hacer un obituario ocultando cosas tan importantes como estas. Por desgracia, en España, por ejemplo, cierta (supuesta) izquierda que, habituada a hacer merchandising de lo que antaño fueron ideales (así, por ejemplo, el canal de tevé del empresario Pablo Iglesias), no ha tenido reparos en utilizar a un muerto para ganar puntos ante su audiencia, conquistando el lamentable aplauso de una clase media moralista e hipócrita que cree que está del lado correcto de la historia, y que en esto, como en todo, se equivoca.

Volviendo a Lukács y a Hölderlin, el primero explicaba la locura del segundo como una fuga de la banalidad del mundo postermidoriano. Como si a Hölderlin le quedara estrecha la camisa de fuerza del Termidor, de esta revancha del orden, de este momento de alienación perpetua donde no caben ya la negación creadora de lo existente, la revuelta de los explotados, la utopía, y entre el tedio de la ciudadanía, los derechos humanos y la democracia de fachada prosperan los falsos «disidentes», los eternos legitimadores del Estado que han renunciado a expropiar el capital para proceder a administrarlo. Que de la izquierda han hecho marca y empresa privada, periódico y taberna, canal de radio y de televisión donde hablar de los libros que no han leído y juzgar a los muertos que no entienden.

Pero ese es otro tema. Hoy toca despedir a Mario Vargas Llosa. Cabe recordar los años amargos de Cabrera Infante, cuando tuvo que salir de Cuba, largos años de paria, de leproso al que la España franquista le negaba la residencia por sus vínculos con el régimen de Fidel Castro y la progresía española y latinoamericana le escupía por su ruptura con ese mismo régimen. Tal como hoy lo está siendo Vargas Llosa en muerte (pues esta semana le llueven muchos «valientes» insultos), Guillermo Cabrera Infante fue satanizado en vida. Tengo por cierto que habrá estado a punto de perder la razón. Y en esos años amargos, entre los pocos, poquísimos que no le dieron la espalda se encontraba Vargas Llosa. ¡Adiós al escribidor desde la torre del loco! Y aquel que esté sin pecado, que tire la primera piedra.

Mario Vargas Llosa en Palestina.
Mario Vargas Llosa en Palestina.

Notas

(1) Rafael Argullol: «La torre del loco», diario Ara, 02/09/2017. Disponible en línea: https://www.ara.cat/opinio/torre-del-loco_129_2806105.html

(2) Don Luis León Herrera Barandiarán y de la Quintana (Chiclayo, 6 de enero de 1925 - Lima, 23 de septiembre de 2010), escritor peruano de la llamada «Generación del 50», célebre tanto por su elegancia como por su extravagancia.

(3) César Hildebrandt: «El trauma de Vargas Llosa». Hildebrandt en sus Trece, 14/04/2025. Ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=CsiowfwglQ8

(4) Martín Ribadero: «El extraño giro a la derecha de Mario Vargas Llosa», Jacobin, 07/04/2024. En línea: https://jacobinlat.com/2024/07/el-extrano-giro-a-la-derecha-de-mario-vargas-llosa/

(5) Ver: https://www.youtube.com/watch?v=iu60OuwuZtg

(6) Ver: https://www.youtube.com/watch?v=1EfmuI_rLcE

(7) Mario Vargas Llosa: Israel / Palestina: paz o guerra santa (Madrid, Aguilar, 2006, 170 pp.). Además de sus numerosos artículos y declaraciones sobre el tema.

Publicación del Museo Árabe Palestino en memoria de Mario Vargas Llosa, "activista por Palestina". Las cosas no son tan simples como creen los influencers...
Publicación del Museo Árabe Palestino en memoria de Mario Vargas Llosa, activista por Palestina. Las cosas no son tan simples como ciertos "periodistas" e influencers dicen...
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...