En el obituario que le dedicó a Fredric Jameson, el ensayista británico Terry Eagleton recordaba aquella declaración de que «los críticos literarios no desempeñan una gran función social hoy en día». Considerando que la crítica literaria propiamente dicha –con un papel formativo que llega a públicos amplios– es un fenómeno histórico reciente (surgió en el siglo XVII), parece un poco apresurado asumir su obsolescencia. Sin embargo, muchos han observado en esta actividad signos de adaptación e indulgencia.
Escritores como Clarice Lispector, João Cabral de Melo Neto, Oswald de Andrade y Guimarães Rosa fueron analizados en la década de 1940 por Antonio Candido con una lucidez que no le ahorró tener que revisar algunas de sus valoraciones, como él mismo reconoció en el caso de Oswald. Álvaro Lins –llamado por Drummond (con cierta ironía) «Emperador de la Crítica Brasileña»– en sus primeras lecturas de Caetés, Vidas Secas y São Bernardo, de Graciliano Ramos, expuso serias reservas sobre la estructura de esas novelas que la consagracion posterior de «Graça» no confirmó. La crítica conllevaba los riesgos inherentes a una lectura hecha en el calor del momento. Eran tiempos de «crítica de rodapés» (1).
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Vemos poco de esto últimamente. Hay una plétora de textos de recepción de libros en el calor del momento, pero pocos corren el riesgo ir más allá del mero saludo al nacimiento del libro-hijo y el comentario obsequioso sobre algunas de sus características más evidentes.
Desde hace un tiempo, en Brasil la expresión «crítica de rodapés» ha caído en desuso y ha sido sustituida por «reseña» para designar esas primeras lecturas de obras recién publicadas. Roberto Calasso señaló que la primera reseña conocida, publicada por Madame de Sablé en 1665, era «un bordado de elogios». Curiosamente, en sentido coloquial «resenha» aquí también significa fiesta, reunión de amigos, lo que no parece muy alejado del papel de algunas reseñas literarias que distan apenas unas comas y puntos suspensivos de las «reseñas» publicitarias de las editoriales.

No me excluyo del problema –en esta que es también una reseña y cuya introducción ya se alarga bastante–. Pero hago estas observaciones para señalar mi malestar por la ausencia de una reseña –hasta donde yo sé– del libro Outrossim, recopilación de la pequeña producción poética de Antonio Risério a lo largo de cinco décadas, publicado hace más de dos años. El único texto relacionado con el libro que encontré fue una entrevista de Douglas Diegues al autor, en 2021, para la revista Piparote. Si su poesía es escasa y parca, no por eso es menos importante. Además, aunque el ambiente literario actual no lo considere un poeta –por ser poeta bisiesto, digamos–, se trata de un intelectual de gran importancia en la cultura brasileña, con una obra extensa y notable, principalmente en los campos de la antropología y la historia (pero también en ensayos literarios y como creador y editor de antologías y revistas de poesía), construida en las mismas décadas en que produjo su poesía. Una obra controvertida, sin duda, y quizá esa sea otra faceta del problema.
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El título del libro, al principio, me extrañó. La palabra outrossim, que significa «del mismo modo», no se usa comúnmente y tiene un tufillo afectado. Me pareció que no correspondía al lenguaje y la trayectoria de Risério, que sigo desde hace décadas. Pero pensando en el origen etimológico de esa combinación de «otro» y «sí», tuve una corazonada: conociendo el brío irreverente del autor y su conexión histórica con Augusto de Campos, sospeché que era una broma, una ingeniosa alusión a los poemarios más recientes de Augusto: Não y Outro. Si bien son títulos que reafirman la conocida postura de Augusto de rechazo a los caminos ya transitados de la poesía convencional, el título de Risério parece un guiño al conformismo. En su caso, además de la (por mí supuesta) broma, la elección parecía justificada por el contraste entre un título que olía a norma estándar y el multilingüe, a menudo malhablado y frecuentemente no normativo lenguaje de sus poemas. Creo que, en todo caso, el título no hace justicia a las fuerzas y elementos formativos de su poesía.
¿Pero cuáles son estas fuerzas y elementos formativos?
Lo sabremos el próximo domingo.
(Continuará…)

Notas
(1) El autor utiliza en el original la expresión crítica de rodapés, acuñada en Brasil en la década de 1930 para las reseñas publicadas por los críticos en los rodapés (término que en portugués designa la parte inferior de las páginas y los zócalos de las paredes) de los principales periódicos de la época. Estas reseñas, por metonimia, también se conocen como rodapés, a secas. En 1943, el historiador y crítico literario Afrânio Coutinho publicó el artículo «A crítica e os rodapés» (recogido en su libro Crítica & Críticos, Río de Janeiro, Simões Editora, 1969), iniciando una larga e intensa polémica. «Un rodapé no es una crítica –escribe allí Coutinho–, sino una simple revisión o reseña de libros». Para Coutinho, las críticas publicadas en los rodapés carecían del rigor y la seriedad de la crítica literaria digna de tal nombre, que él consideraba una actividad erudita que no podía someterse al ritmo frenético de las redacciones de los diarios sino que tendía al libro, la revista académica, la cátedra. [Nota de la Editora (M. Á.).]
*Julio Mendonça es doctor en Comunicación y Semiótica por la Pontificia Universidad Católica de São Paulo. Fue coordinador del Centro de Referencia Haroldo de Campos. Editó los libros Poesia (Im)Popular Brasileira (2012, Qué pós-utopia é esta? (2015) y Poesia visual brasileira e argentina: uma antologia (2023). Ha publicado Democratizar a participação cultural (2017).