Mark Fisher, Oasis y el eterno retorno de lo idéntico

Oasis anuncia su regreso y, entre la euforia y el despliegue informativo, algunos se preguntan: ¿qué habría dicho el teórico del britpop, el crítico de la escena musical de los 90, el filósofo del rock? ¿Qué habría dicho K-Punk?

¿Qué habría dicho K-Punk...? (Soñar no cuesta nada).
¿Qué habría dicho K-Punk...? (Soñar no cuesta nada).

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La noticia de la semana es el regreso de los hermanos Gallagher, que reunirán a su banda, Oasis, el 2025. Cual mítico ouroboros, el pop británico se muerde eternamente la cola. De esto habla una premonitoria entrevista concedida hace diez años por Mark Fisher a Crack Magazine, que, traducida por vez primera al castellano para nuestros lectores, publicamos a continuación.

«¿Extrañas el futuro? Entrevista a Mark Fisher»

Has dicho que Ghosts Of My Life y Capitalist Realism son dos caras del mismo proyecto, el de «revelar la negatividad inherente a los tiempos que vivimos». ¿El nuevo libro completa el anterior, o lo toma como punto de partida y avanza hacia adelante?

Gran parte de Ghosts Of My Life fue escrita al mismo tiempo o antes de Capitalist Realism, por lo que definitivamente no es un punto de partida. Al nivel más simple, en Capitalist Realism apenas se habla de música, mientras que en Ghosts Of My Life se habla mucho de música. Creo que es en la música donde los principales síntomas del malestar cultural pueden ser detectados. Capitalist Realism trata de cómo es vivir ahora, con un neoliberalismo totalmente naturalizado; Ghosts Of My Life trata de los futuros que se perdieron para que el realismo capitalista tomara el poder.

¿Estás tratando de precisar la cualidad nostálgica de la época?

Sí, pero es la nostalgia formal del momento actual más que la nostalgia psicológica en sí. Bueno, en cierto sentido es ambas cosas, pero creo que es más problemática la nostalgia de la forma, ya sabes, cuando las cosas se repiten pero sin reconocerlo y hay una creciente naturalización del pastiche. Es profético que en sus textos de la década de 1980 Fredric Jameson hablara del creciente predominio del pastiche, pero en esos primeros días de lo que entonces llamábamos posmodernismo el pastiche todavía era reconocible como estilo, todavía se entrecomillaban las cosas. Hoy las comillas han desaparecido. La apropiación ya no se señala, simplemente se da por sentada, creo. Entonces, ¿se es nostálgico en comparación con qué? Dado que no hay nada que marque la cultura del siglo XXI como propia del siglo XXI.

Cita de Mark Fisher en un muro de la Goldsmiths University.
Cita de Mark Fisher en un muro de la Goldsmiths University.

Hablas de la falta de «shock del futuro» en el pop y analizas la música de Arctic Monkeys y el hecho de que no estén posicionados como un grupo retro. ¿Podrías hablar del concepto de «shock del futuro» y la importancia de lo retro?

Lo retro es muy interesante porque hay grupos retro desde hace mucho, al menos desde inicios de los 70, pero el problema es que en esa época se los posicionaba como retro. Mientras que algo como Arctic Monkeys no tiene relación con la historicidad. Claramente son un grupo retro, pero la categoría retro ya no tiene sentido porque es retro ¿comparado con qué? Y sí, creo que lo que ha desaparecido es esa sensación de shock del futuro, que en retrospectiva fue una renovación muy rápida de los estilos a los que uno estaba acostumbrado. Supongo que llegar a la conciencia musical al final del post-punk, cuando había una intolerancia más o menos explícita hacia el pasado reciente, por no mencionar el pasado profundo del tiempo cultural, fue lo que creó mis expectativas. Y cuando eso [el post-punk] se agotó, otras áreas de la música tomaron el control, sobre todo el jungle, que cuando lo escuchabas pensabas: «Nunca había escuchado algo así». Esa es simplemente la sensación de shock del futuro. Por supuesto, no es realmente que las cosas surjan de la nada y no se puedan reconstruir retrospectivamente los elementos que fueron parte de esta nueva síntesis. Pero se producían continuamente nuevas síntesis, y creo que de forma fiable hasta el año 2000, o hasta el 2003, todavía podíamos seguir escuchando y esperando cosas nuevas. La negatividad está ahí en nuestras expectativas, lo admitamos o no.

Quiero volver a Burial, del que hablas en el libro, porque su primer álbum salió casi al mismo tiempo que el primero de Arctic Monkeys. ¿Qué separa a Burial de Arctic Monkeys, aparte de las diferencias estéticas? ¿Dirías que Arctic Monkeys es un síntoma de nuestra cultura actual y que Burial más bien describe los tiempos en los que estamos?

Ciertamente, es más que un síntoma. Es un diagnóstico. Uno es un diagnóstico y el otro es un síntoma. Me gusta verlo así. No creo que Burial pueda sacarnos de esto. Nadie podría sacarnos de esto. Creo que tiene que ver con la conciencia del tiempo. Si Arctic Monkeys borra el tiempo de la cultura y apela al retorno sin fin y a la atemporalidad del rock, lo importante en Burial para mí es la relación con el pasado cercano, con lo que Simon Reynolds llamó el continuum hardcore de la música de baile underground británica, del jungle al garage y al 2-step. Había una sensación de volver a eso solo unos años después, pero volver a eso y no poder continuarlo. Una sensación de volver a la euforia colectiva de los años 90 desde la perspectiva de un siglo XXI mucho más sombrío. Así que creo que Burial resalta el tipo de tiempo roto del siglo XXI. Lo crucial es que los futuros que esperábamos en el siglo XX no se han hecho realidad y la perspectiva debe surgir de ahí. La perspectiva no parte de decir que las cosas eran geniales en los 90 y ahora no lo son. Es decir, hubo una trayectoria que atravesó la cultura de la posguerra, trayectoria que yo llamo modernismo popular, que creó grandes expectativas. Esa trayectoria terminó y para mí lo crucial es el anhelo de los futuros que proyectamos desde el siglo XX. Lo que tenemos en el siglo XXI es una confusión de lo contemporáneo con lo moderno; de hecho, lo contemporáneo no puede darnos lo moderno; hay una especie de contemporaneidad sin profundidad.

Retrato de Liam and Noel Gallagher, de Oasis, en un mural pintado por el artista Snow Graffiti Scott en la pared del pub Coach and Horses, de Manchester, 29 de agosto de 2024
Retrato de Liam and Noel Gallagher, de Oasis, en un mural pintado por el artista Snow Graffiti Scott en la pared del pub Coach and Horses, de Manchester, 29 de agosto de 2024

Creo que realmente empecé a entender esto en los 90. Pero en los 90 había una distinción clara en esta cultura retro emergente con Blur y Oasis: la pseudo-oposición entre Blur y Oasis, que era más bien una especie de batalla entre mediocres estereotipos de clase. Estudiantes posando de pobres (1), como dijo Ian Penman de Blur, contra la caricatura neandertal de la clase trabajadora, como si fueran las únicas opciones disponibles. En realidad, la verdadera oposición estaba en ese momento entre cosas así y cosas como Tricky, jungle y varias iteraciones del techno. Había una plétora de alternativas a esa cultura retro de los 90. Empecé a tener claro que en 1995 los años 60 estaban mucho más cerca que en 1980. Quiero decir que Oasis podría haber existido en 1980, más o menos, pero habrían sido los cuartos en la lista de un pequeño pub. Simplemente no había ese nivel de tolerancia a los regresos de los 60. Había una sensación de narrativa histórica y una sensación de que el tiempo había pasado. Pero desde los 90 el tiempo se ha aplanado cada vez más, de modo que este es exactamente el tipo de fenómeno que puede suceder.

Tu crítica vincula el aplanamiento del tiempo cultural en los últimos 30 años con un cambio político: el auge del neoliberalismo. ¿Existe la posibilidad de que mañana nos despertemos y nos encontremos con algo «nuevo», o la única esperanza de que surja una nueva cultura está intrínsecamente ligada a un cambio en el sistema sociopolítico?

Creo que está intrínsecamente ligada, pero que puede funcionar en ambos sentidos: la causalidad probablemente funcione en ambos sentidos. La cultura puede ayudar a ampliar el ancho de banda político o simplemente expresar la situación política subyacente. Siempre existe la posibilidad de que surja algo «nuevo». La gente dice que mi trabajo es pesimista, pero no lo es: es negativo. Es más bien revelar la negatividad que ya está ahí, contra esfuerzos masivos de negar su existencia. Personalmente, no puedo evitar ser optimista en muchos sentidos, pero creo que no debemos caer en el eventualismo ni en pensar que los cambios repentinos surgen de la nada. Se siente así, pero en realidad nunca es así. Digámoslo de este modo: en varios niveles, las cosas no pueden seguir como están. Políticamente, no pueden; económicamente, no pueden. Culturalmente, parece que pueden seguir así para siempre. Cuando estaba viendo Glastonbury hace unos años, mi amigo el filósofo Ray Brassier decía: «Esto podría seguir así cien años». Parece que pueden seguir para siempre, pero no creo que lo hagan. No sé exactamente qué forma tomará el cambio ni cuándo se producirá, pero creo que estamos en un período de… podría ser útil centrarnos en la política; creo que estamos en un período en blanco; esto no tiene precedentes en mi vida, se podría decir que en mi vida la derecha siempre tuvo todas las cartas. En retrospectiva, incluso en períodos que ahora consideraríamos de grandes florecimientos culturales como el punk y el pospunk, en cierto modo el clima cultural estaba dominado por la curva moribunda del modernismo popular y el auge del neoliberalismo y el realismo capitalista. Mientras que ahora hay una sensación de que a la derecha no le queda nada. La situación con la hegemonía de la derecha es un poco como la situación con la cultura musical, que podría continuar para siempre, a menos que se la detenga.

Creo que la clave para hablar de novedad es el concepto de desafiar el mainstream. En ese sentido, si lo nuevo es solo un interés de nicho, ¿es irrelevante por no plantear un desafío?

Suele decirse: «Oh, todavía no sabemos si esto es nuevo, puede que haya cosas nuevas y que aún no lo sepamos». Es una falacia: la gente siempre supo cuándo las cosas eran nuevas. Incluso si fuera cierto, y en esta era de hipervisibilidad sería realmente un poco extraño que hubiera cosas que no hubiéramos visto, lo que falta es una experiencia popular de novedad. Al menos eso es lo que ha desaparecido. Pero creo que lo que también falta es ese circuito entre lo experimental, la vanguardia y lo popular. Es ese circuito el que ha desaparecido. En cambio, lo que tenemos son géneros bien definidos con sus propios nichos de mercado sin relación con el mainstream.

Mark Fisher (1968-2017). Foto de Pal Hansen.
Mark Fisher (1968-2017). Foto de Pal Hansen.

Y pese a la propaganda de la red, el mainstream aún existe, de manera más indiscutida que antes. ¿Por qué? Bueno, porque la gente como yo tiene ahora sus propios nichos. Para conseguir audiencia no tengo que estar en la BBC. Ya sabes, hay mucho espacio en Internet para mí. Y eso permite a los Simon Cowell del mundo dominar el mainstream. Y la televisión o la radiodifusión pública en el Reino Unido es inauditamente mala. Gran parte del libro trata de la televisión y la música. Creo que una de las grandes excepciones a lo que digo es la televisión estadounidense, HBO y similares, que probablemente tenga derecho a ufanarse de haber producido formas culturales nuevas en el siglo XXI. Es bueno que esas cosas de HBO estén sucediendo, pero creo que en el Reino Unido hay una melancolía de los box set, como yo la llamo, en la que ves esto pero sin la experiencia colectiva de cuando veíamos juntos la televisión pública. Creo que es por eso que a la gente le gusta X Factor, porque sabes que todo el mundo lo está viendo al mismo tiempo. Y eso es alentador, que la gente disfrute de la sociabilidad de los demás y que un banal concurso de talentos sea sólo el pretexto para eso.

En una mesa redonda de la que participaste con Green Gartside de Scriti Politi, él usó un término genial: «mezcla crítica». En particular en las bandas musicales punk y post-punk esa «mezcla crítica», consistía en tomar ideas de la filosofía y los movimientos sociales para desafiar al mainstream. ¿Es esa «mezcla crítica» la que se ha eliminado?

Sí, de eso hablo en este libro, y la melancolía tiene que ver con eso. Esa mezcla crítica es lo que me formó. Sabes, mi educación no vino de la escuela, que odiaba; vino de leer NME. Creo que NME es como Channel 4. Si quieres ver el declive de la cultura británica en los últimos 30 años, mira cómo era NME entonces y cómo es ahora. Pero existía esa radiodifusión pública de Channel 4 y la BBC, y esa cultura de apoyo más amplia. Las escuelas de arte fueron parte importante de eso. Green fue a Leeds, y ya sabes que el aburguesamiento de las escuelas de arte es importante. Es lo que pasa con cambios aparentemente banales en las estructuras de financiación. Si haces que la gente pague su educación, veremos las consecuencias. Algo de lo que no hemos hablado es la dominación de clase en cosas como la cultura popular y la música popular. La absurda cantidad de ex alumnos de escuelas privadas que ahora dominan la escena indie o lo que sea. Porque sólo ellos pueden permitírselo; sólo ellos pueden permitirse entrar en las redes donde se produce la cultura. El mito absurdo del neoliberalismo es que la creatividad es una fuente infinita que se distribuye equitativamente entre los seres humanos y que sólo el Estado o los socialistas la bloquean. Por supuesto, es justo al revés. La creatividad sólo se da cuando existen condiciones para ello, condiciones colectivas de un tipo u otro, y esas condiciones colectivas y esa mezcla crítica son lo que se ha desmantelado sistemáticamente.

Veo que esa mezcla crítica prevalece en el punk como parte de un movimiento hacia algo. Ahora nuestra experiencia es muy diferente. Somos individuos navegando entre estilos, no pertenecemos a ningún movimiento. ¿Reconoces esa tendencia?

Creo que cada vez más es así, pero la gama de opciones que tiene la gente es realmente limitada. Sí, aparentemente existe una especie de fungibilidad infinita del yo, pero ¿a qué equivale eso? En realidad, a elegir de un conjunto de opciones preestablecidas, con la capacidad de producir colectivamente algo que antes no existía radicalmente atrofiada. Creo que eso es lo que subyace a todo lo dicho hoy, que la capacidad de hacer infinidad de elecciones fútiles ha reemplazado a la capacidad de cambiar realmente las cosas. Y a esta sensación de fungibilidad infinita le subyace la sensación abrumadora de que nada puede volver a suceder. Creo que esta es la dialéctica clave del momento actual, del realismo capitalista, que nada es fijo, pero nada sucederá nunca. Las dos están totalmente relacionadas. Simon Reynolds hace una distinción: la cultura se ha ralentizado y la vida cotidiana se ha acelerado. Jodi Dean escribió recientemente un artículo conmovedor, aparentemente una reseña del libro de Jonathan Lethem Dissident Gardens, que retoma la idea de pertenecer al partido. Haría [tolerables] rutinas como repartir folletos; cuando se tiene esa narrativa [de pertenecer al partido], las actividades mundanas se transfiguran radicalmente; la vida entera se transfigura radicalmente. El capitalismo no nos ha ofrecido nada que pueda competir con eso, y eso nos da razones para ser optimistas, porque el desaliento, o el desaliento no reconocido, es signo de un anhelo o hambre de pertenecer realmente a algo, y el capitalismo no solo no puede satisfacerlo, sino que no quiere satisfacerlo. Por eso, parte de lo que hago es intentar sacar a la superficie esa negatividad subyacente para reconocer la tristeza y sus causas; para que puedan quedar expuestas. Y, después, convertir la depresión en rabia.

D-Generation (con Mark Fisher al centro, adelante) en la revista Melody Maker, 7 de mayo de 1994
D-Generation (con Mark Fisher al centro, adelante) en la revista Melody Maker, 7 de mayo de 1994

*Andrew Broaks: «Do you miss the future? Mark Fisher interviewed». En: Crack Magazine, 12 de septiembre de 2014. Traducción al español: Montserrat Álvarez.

*Mark Fisher (1968 - 2017) fue un escritor, filósofo y crítico cultural británico conocido también como blogger bajo el alias de K-Punk.

Notas

(1) Students slumming it: en slang (jerga callejera), niños bien (estudiantes) comportándose o hablando como habitantes de slums (tugurios, barrios bajos). (N. de la trad.)

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