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Luis A. Riart completó la triada de grandes estadistas del Paraguay liberal constitucional con Eligio y Eusebio Ayala. Le tocó la presidencia constitucional por pocos meses en 1924, y aun así dejó un legado duradero. Ante la constante progresión de fortines bolivianos en zonas litigiosas, más allá de la línea original del statu quo Soler-Pinilla de 1908, ordenó el estudio más completo existente de las posibilidades militares paraguayas.
La gran cualidad del Dr. Luis A. Riart fue su capacidad de cumplir su gestión con excelencia en cada uno de los cargos que le cupo desempeñar. La Ley del sufragio directo universal y secreto, aprobada el 30 de noviembre de 1916 en sesiones extraordinarias para las elecciones de 1917, fue propiciada por Riart como ministro del Interior. Conocida como Ley Riart, vino a enmendar la legislación original del voto secreto del 23 de agosto de 1911, para corregir sus deficiencias y brindar al ciudadano más opciones a la hora de seleccionar parlamentarios.
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Uno de los problemas de la Ley de 1911 era que el ciudadano varón debía votar en una papeleta en blanco el día de los comicios. Esa legislación no tuvo en cuenta la tasa de analfabetos en el interior (aproximadamente, 60%). La Ley Riart consagró el bipartidismo, asegurando bancas en el Congreso a los perdedores, lo que dio por tierra al exclusivismo caballerista, que propiciaba una legislatura unicolor.
Eligio Ayala lo eligió como ministro de Guerra y Marina por sobre el general Manlio Schenoni. Riart fue el mejor en la cartera de Defensa de toda la historia paraguaya. Propició la compra de las cañoneras Paraguay y Humaita, que dieron al país supremacía completa en el río Paraguay, y su capacidad antiaérea impidió raids de la aviación boliviana sobre poblaciones ribereñas, incluyendo la capital.
Como candidato en la convención partidaria de 1932, al perder por dos votos ante Eusebio Ayala, Riart consideró seriamente retirarse de la política, dados ciertos indicios de prevaricato respecto del anterior empate. Sin embargo, al estallar la guerra del Chaco Eusebio Ayala recurrió a él para una tarea muy compleja. Se desdobló el Ministerio de Hacienda con la creación del Ministerio de Economía, que se encargaría de cubrir las necesidades del Ejército. Desde ese cargo, el ministro Riart implementó brigadas agrícolas. La producción de alimentos e insumos para la exportación, azúcar, tabaco y algodón, alcanzó récords que permitieron alimentar al Ejército y a la población sin intermediarios, a costo reducido.
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Otro gran descubrimiento de la gestión de Riart, para paliar la eterna carencia de divisas, fue la mezcla obligatoria al 30% de alcohol etílico nacional en los combustibles fósiles, incluida la nafta de aviación. Cuando se preparó el informe anual con esos logros tan bienvenidos, el ministro Riart prohibió su publicación por considerarlo excesivamente elogioso hacia él.
Ante la arremetida de la Liga de las Naciones para forzar un cese del fuego en desmedro del país más débil, que era el Paraguay –como las Naciones Unidas intentan hacer hoy con Ucrania–, el presidente Eusebio Ayala se vio obligado a encontrar un nuevo destino para los talentos del Dr. Riart. Lo nombró canciller, y desde ese momento se encargó de las relaciones exteriores de un país en guerra. Desde ese cargo diplomático, redactó el célebre memorándum a la Liga de las Naciones, comunicando el valiente retiro del Paraguay del organismo con sede en Ginebra, que había levantado el embargo de compra de armas a Bolivia, manteniéndolo contra el Paraguay.
Riart consiguió que las negociaciones de paz se realizaran en Buenos Aires, plaza amigable para los paraguayos y mucho más solventable que Río de Janeiro. El 12 de junio de 1935, cinco días después de la victoria paraguaya en la batalla de Ingavi, Bolivia firmó el armisticio.
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Cuenta una pintoresca anécdota que antes del acuerdo Riart llamó a Eusebio Ayala desde la Casa Rosada mientras, en una salita contigua, el presidente argentino, Agustín Justo, sufría una gran desilusión al escucharlos conversar en el guaraní más cerrado.
El Dr. Riart se presentó nuevamente como candidato en 1939. Pero los militares, tras la victoria del Chaco, habían asumido el control político y comunicaron que ningún civil podría competir con el Gral. José Félix Estigarribia. El Partido Liberal, presidiendo el Congreso, designó a Riart como candidato a vicepresidente de la boleta única.
Como presidente del Congreso, Riart facilitó la asunción de plenos poderes dictatoriales del general Estigarribia el 18 de febrero de 1940. La Constitución de 1870 fue derogada por el Parlamento con la promesa presidencial de celebrar una convención constituyente en un plazo de seis meses. Antes de fenecer ese plazo, Estigarribia impuso por decreto la Constitución de 1940, que eliminó el cargo de vicepresidente.
Adelantado de la era de la integración regional, Riart optó por la nacionalidad de su madre, al igual que Manuel Gondra. Ambos, nacidos en tierra argentina, se ajustaron a la Constitución de 1870, adoptaron como suya la tierra de sus madres e hicieron valiosas contribuciones a la política, la cultura y el engrandecimiento del país, Gondra a través de sus escritos y de la cátedra y Riart con su capacidad intelectual de mezclar el derecho con la administración, profesión de su padre catalán.
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Riart fue uno de los egresados del Colegio Nacional de la Capital que terminaron de reconstruir la patria devastada por la Triple Alianza. Al contrario de la mayoría de sus colegas políticos, nació y se crió en una familia estable y nunca sufrió penurias económicas. Era uno de esos raros ciudadanos prósperos por herencia y por su capacidad de ejercer actividades gananciales. Su domicilio privado –donde reunió a los militares en su época de presidente provisional para generar el mayor y más completo estudio de la capacidad de defensa del Paraguay, al informar Gondra desde Buenos Aires que los fortines clandestinos bolivianos fuera de la zona de statu quo estaban a menos de 350 kilómetros de Asunción–, antigua sede de la Nunciatura Apostólica, en la avenida Mariscal López, fue por mucho tiempo uno de los más elegantes y emblemáticos de la arquitectura asuncena. Con su hermano Gerónimo –quien, como presidente del Directorio del Partido Liberal, había desmentido al propio general Estigarribia sobre la supuesta anarquía que comprometía la seguridad nacional en 1940–, Luis Alberto Riart, una vez que los militares, como consecuencia de la guerra chaqueña, optaron por la vía dictatorial totalitaria, de moda en Europa, conoció el exilio y la persecución política.
Aunque en su país de opción se lo tiene algo olvidado, fue notable el interés demostrado por Luis A. Riart en su ciudad natal, Esquina, Provincia de Corrientes, en ocasión de recientes homenajes como parte de los cuales fue concebida la monografía que dio pie a este artículo.
*Beatriz González de Bosio es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Asunción, miembro del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica (Ceaduc), vicepresidenta de la Academia Paraguaya de la Historia y presidenta del Centro Unesco Asunción. Ha publicado, entre otros libros, Periodismo escrito paraguayo, 1845-2001: de la afición a la profesión (Intercontinental, 2001), El Paraguay durante los Gobiernos de Francia y los López (en coautoría con Nidia Areces, ABC Color/ El Lector, 2010), En busca de la ciudad escondida. Asunción en 1811 (en coautoría con Juan José Bosio, Mabel Causarano y Antonio Spiridinoff, Secretaria Nacional de Cultura, 2012).