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Esta comparación puede parecerles obvia a algunos y extraña a otros. Sería útil hacer este tipo de ejercicio, no solo teniendo en cuenta lo que acontece en la actualidad, sino también llevándolo a un análisis de carácter histórico. Podemos comparar a Milei con Peña, Bolsonaro, Lacalle Pou, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, etc. Y también podemos comparar a estas figuras con otras de la época más oscura que le tocó vivir a América Latina, la de las dictaduras cívico-militares.
Estas figuras, fuera de sus similitudes con otros mandatarios de la región, tienen un denominador común, que es la continuidad del modelo político y de gobierno que pusieron en marcha gobiernos anteriores. Hablo de Mauricio Macri en Argentina y de Horacio Cartes en Paraguay. Para ambos exmandatarios, la fórmula para llegar a un Estado ideal y eficiente es la misma que hoy reivindican Santiago Peña y Javier Milei: achicamiento del Estado, apertura sin control a inversiones extranjeras y recortes a programas sociales.
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Pero no creo que su reto político sea desmarcarse de sus respectivos padrinos. Ni la motosierra de Javier Milei ni el perfil técnico del que presume Santiago Peña y su discurso de «vamos a estar mejor» pueden ser tomados por indicios de una alternativa real de cambio: a Santiago Peña no le tembló el pulgar para recibir a quien fue declarado significativamente corrupto por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y Javier Milei no lo pensó dos veces para ir detrás de Bullrich y Mauricio Macri terminada la primera vuelta.
Tanta es la similitud que en estos momentos ambos gobiernos enfrentan un escenario social álgido. No hace mucho que tuvieron en las calles grandes movilizaciones estudiantiles con importantes convocatorias. Este sector se ha caracterizado históricamente por demostrar cuál es el verdadero rumbo que pretenden tomar gobiernos de corte neoliberal como los de Milei y Santi, Macri y Cartes. ¿La primera víctima? ¡La educación! Ya que siempre ha sido un espacio de lucha y el ámbito que incuba a aquellos que, el día de mañana, van a dinamizar la maquinaria económica, política y social del país, y debe ser moldeada.
En Argentina, las universidades están bajo la sombra de un ajuste en educación, ciencia y tecnología. En Paraguay también, como quedó en evidencia con los conflictos desatados por la reciente negativa del presidente a responder al pedido del estudiantado de asegurar los fondos del Arancel Cero mediante una ley, y con el menoscabo de la investigación. Las reacciones a estas movilizaciones por parte de los afines al gobierno nunca se hacen esperar, y ambos presidentes salieron al paso: Javier Milei, con la práctica de hacerse sentir en redes sociales desde su cuenta oficial de X, contestando a la acción de 90 profesores de la Universidad San Andrés en la firma pública de una solicitada en defensa de la educación pública: «Hola salamines escritores de cartitas de indignación... parece que hay algo podrido y que sus cartitas devienen de complicidad...»; y su homólogo, Santiago Peña, hablando en los medios de la existencia de objetivos políticos partidarios detrás de las protestas estudiantiles, sin posicionarse sobre los casos de nepotismo en las instituciones públicas.
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Un problema similar también se había presentado en los gobiernos de Mauricio Macri y Horacio Cartes. Ambos gobiernos atacaban la educación a tal punto que cientos de docentes y estudiantes salían a las calles a defenderla. Durante el gobierno de Macri, se llevó a cabo la Marcha Federal Docente –por mencionar solamente un caso–, en la que profesores de todo el país se dirigieron a Buenos Aires como respuesta a la anulación de la discusión salarial y otros derechos laborales por parte del gobierno. Es importante destacar que en aquel entonces el expresidente había expresado su desprecio por la educación pública en comparación con la privada, esto después de haber difundido los resultados del Operativo Aprender. Con Horacio Cartes los rechazos y roces con gremios de educadores llevaron a la huelga más larga del sector, de casi un mes; incumplimientos del Estatuto del Educador, aprobado en 2003, en cuanto a pagos y beneficios; cuestionamientos a Marta Lafuente, ex ministra de Educación, por despilfarro en alquileres, retraso en pagos, deudas con la ANDE y resistencia a ajustes salariales; iniciativa de protesta pacífica de estudiantes del Colegio Cristo Rey por la calidad educativa que desembocó en lo que se conoce como «UNA no te calles».
Esto no es más que un reflejo de una de tantas crisis anteriores que hoy retoman su curso. La pregunta que debemos hacernos es: ¿por qué la insistencia de estos gobiernos en seguir aplicando recetas que continúan sumiendo al país en la debacle? ¿Qué parte de los estudios que resaltan la importancia de mantener sanas nuestras instituciones no comprenden, considerando que su vitalidad no solo contribuye a la atracción de inversiones, como siempre se desea, sino que también proporciona un ambiente de seguridad y confianza en las instituciones a nuestra población? Para muchos, la ecuación es sencilla: aquellos que promueven la desaparición del Estado son juez y parte, y están ligados a organismos financieros nacionales e internacionales, a la banca privada y a los grandes grupos empresariales.
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Lo seguro es que las calles seguirán aglutinando todas las protestas sociales que sean necesarias, y no hay duda de ello, mientras los ciudadanos de Paraguay y Argentina sigan siendo afectados negativamente por las políticas de Santiago Peña y la motosierra de Milei. Cuánto neoliberalismo más estamos dispuestos a aguantar en la región. Bien vale recordar en estos momentos a Eduardo Galeano y una de sus reflexiones: «El neoliberalismo se propone ahora como receta mágica de la salvación universal como si fuera la Décima Sinfonía de Beethoven o la Octava Maravilla del Mundo, pero hace cinco siglos que estamos en esto, creyendo que la libertad del dinero es más importante que la libertad de la gente y creyendo que puede salvarnos el desarrollo hacia afuera».