Santa Selfi del autorretrato popular

La selfi es un subproducto de la investigación en aplicaciones de reconocimiento facial, que son un mecanismo de extractivismo de datos, pero también es rebeldía popular, resistencia popular, tergiversación popular de las herramientas del capital, y, sobre todo, construcción autogestionada de nuestra propia memoria gráfica, de nuestra propia galería y museo. Escribe Pelao Carvallo.

"Selfi cumbiera flúo (à la Rorschard)", Montse Álvarez, Barrio Sajonia, 2017
"Selfi cumbiera flúo (à la Rorschard)", MonTse Álvarez, Barrio Sajonia, 2017

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La selfi es una auténtica obra de arte popular o como mínimo es el auténtico autorretrato popular, es una forma actual en la que los pueblos hacen obras de arte. La selfi es un arte específico dentro de las artes visuales y cada selfi publicada puede ser vista como una obra de arte eminente y auténticamente popular. La selfi es un arte puesto que tiene una forma acordada de hacerse, unas reglas de producción y exhibición y un público, es decir, cumple con todas las reglas de un arte: normas, materiales, público. Por supuesto, las artes siempre están rompiendo esas reglas, pues para eso son artes.

La selfi es ese autorretrato fotográfico que cada persona que posee un smartphone, teléfono celular o portátil con cámara, puede hacerse y se hace, mayoritariamente, extendiendo el brazo con el celular en la mano a distancia suficiente para que el autorretrato sea entendible. En ocasiones, el brazo es suplido o ampliado por aparatos mecánicos como los «palos de selfi», o la selfi es hecha usando espejos que ayudan a la producción. La selfi puede ser realizada desde arriba, desde abajo y desde donde permitan el alcance del brazo y la intención de la persona autora.

La regla que constituye este arte es que debe ser hecha, capturada, tomada, sacada, quitada por quien se retrata, tal como relata el documentalista latinoamericano Sebastián Kohan Esquenazi: «…me encontré a dos turistas sacándose una selfi en no sé qué lugar, no sé si era La Boca, París, Teotihuacán o la isla Elis, o ninguno, pero les dije muy amablemente si no querían que les sacara yo la foto y la respuesta fue rotundamente negativa» (1). La respuesta negativa a Sebastián es la respuesta positiva al arte de la selfi: si te la toma otra persona, que no está entre quienes saldrán en la selfi, ya no es selfi, es foto. Los materiales del arte están claros: la cámara del celular, aplicaciones adecuadas y alguna herramienta que ayude a extender mecánicamente el brazo o la mano. Por ello las fotos polaroid de Mr. Bean son un antecedente de la selfi, pero no son selfis. El público de la selfi también: son los contactos disponibles en redes sociales y aplicaciones de comunicación. La selección de la selfi a publicarse, a exponerse, es parte integral del arte de la selfi, dada la posibilidad de hacer cuantas selfis se pueda en el mismo momento o situación.

Vivian Maier se toma una selfi en 1955
Vivian Maier se toma una selfi en 1955

Hay largas, interesantes, históricas discusiones sobre lo que es el arte y específicamente el arte popular; no hay una definición consensuada, aunque me atrevo a decir que artes populares hay varios: el arte hecho por los pueblos para ellos mismos con sus propias herramientas; el arte hecho por artistas que provienen de sectores populares pero han tomado distancia de esos sectores y hacen arte como forma de recontacto o servicio al pueblo y para el pueblo; y por último el arte hecho por las élites para ellas mismas o para los sectores populares que es adoptado como propio por los sectores populares. Es tan arte popular una artesanía en regla de un pueblo indígena, usada en ese mismo pueblo, como un mural de Rivera o Mon Laferte, hechos para el pueblo, o la novena sinfonía de Beethoven, hecha para la élite pero cuyos movimientos forman parte del acervo de los sectores populares, o una serie de TV hecha por las élites para consumo popular y que los sectores populares hacen suya de tal modo que incorporan a su repertorio frases, dichos y personajes descriptores de formas de ser.

Hay pocas artes auténticamente populares. En general, todas las artes requieren cierta práctica, cierto aprendizaje, cierta dedicación que las hacen excluyentes, incluso si son artesanías. Esas exclusiones partían o parten de las de género: quién puede hacer qué y dónde. No todo el mundo tendrá un horno para gredas en su casa, ni los implementos para pintar al óleo, ni el tiempo para practicar canto, escultura, fotografía, etc. Llegado a cierto punto, el arte requiere cierta inversión que limita lo popular, en el sentido de amplitud y autogestión, de su alcance. A fines del siglo pasado surgieron ciertas artes que plantearon efectivamente la popularidad auténtica de su hacer: el hip hop y el grafiti como ejemplos. El hip hop requería muy pocas herramientas y casi nada de escenario en su inicio, más punk que el punk: bastaban las ganas, un poco de calle y cierta, no mucha, habilidad para la rima. La popularidad no estaba limitada a la temática, al ambiente, sino que se ampliaba en el «quiénes» –en este caso, pues casi cualquiera. Lo mismo en el grafiti: bastaba comprar el spray, salir a la calle y escribir o pintar o eso que era ambas cosas a la vez. Pero ahí también están sus límites, salir a la calle con todo lo que implica en términos de género y etariedad.

La selfi es popular en todos los aspectos: cualquiera que tenga celular con cámara puede hacerla. La técnica, la práctica, el arte se aprenden rápidamente. Los materiales forman parte de un aparato complejo pero a la vez simple y disponible masivamente en casi todo el mundo, con distintos niveles de profundidad y alcance, pero en casi todo el mundo. Género y edad importan menos que en otras artes. La selfi puedes tomarla donde sea y seas quien seas.

El autorretrato estaba limitado, en las artes visuales, a las personas profesionales de la pintura, la fotografía, la escultura, etc. La fotografía amplió el número de quienes podían autorretratarse, así como en su momento el cine 8mm y el video. Aun así, las exigencias técnicas del revelado y la edición pusieron límites a esa amplitud, límites que la selfi parece haber hecho estallar. Intentos de quebrar esos límites ha habido muchos, desde que se inventaron las herramientas para crear medios (masivos) de comunicación: la prensa popular, anarquista, feminista y rebelde en general. Lo mismo en la radio y el cine. Respecto a la publicidad, el Billboard Liberation Front proponía en su momento que las grandes superficies publicitarias fueran para todxs. A cada propuesta del capital le ha respondido una re-creación popular; lamentablemente, debo acotar «y viceversa».

Lara Jean y Peter se toman una selfi en la película "To All The Boys I’ve Loved Before" (Susan Johnson, 2018)
Lara Jean y Peter se toman una selfi en la película "To All The Boys I’ve Loved Before" (Susan Johnson, 2018)

La selfi forma parte del capitalismo de las pantallas; es un subproducto de la investigación en fotografía digital y aplicaciones de reconocimiento facial, que son un mecanismo más de extractivismo de datos. Ante ello, la rebeldía popular, la tergiversación popular, la resistencia popular es siempre en el Poder –el sistema de dominación / violencia que intenta someternos (2)– y contra el Poder, incluso con las herramientas del amo… que no hay ninguna, pues las trabajadoras y los trabajadores son siempre quienes hacen las herramientas, las construyen, las elaboran. El amo apenas tiene la capacidad de transformarlas en aparatos de represión y destrucción. Los pueblos toman, trastocan, tergiversan, adecuan, manipulan a su antojo todo lo que el Poder organiza en su vano y permanente intento de someterlos.

La selfi ha sido secuestrada por los pueblos y en ella los pueblos se dicen cosas, se muestran unes a otres, dicen «aquí estoy», «así quiero que me veas», «esto quiero mostrar o decir de mí y de lo que me rodea». La selfi como imagen y como retrato muestra a los pueblos como quieren mostrarse, para quien quieren mostrarse, por su propia mano y en sus propios términos. Las marcas de orgullo y autovaloración que eso va dejando no son un resultado deseado por la élite dueña de apps. Pero está ahí: el orgullo de mostrar lo que somos y como somos, incluso cuando esto es una postura. Es la selfi también nuestra autobiografía popular y personal, nuestro relato en imágenes, una publicidad autogestionada de lo que somos y queremos que sepan que somos, y es, sobre todo, la construcción autogestionada de nuestra memoria gráfica, nuestra propia galería y museo. Incluso contra lo autorrepresivo que tenemos incorporado.

Hay muchos y muy interesantes textos sobre las imágenes, las selfis, el autorretrato, el arte popular, al alcance de cualquier buscador en internet. De todas las posibilidades de interpretación de las selfis, acá les dejo una propuesta para leer aquello que hacemos en nuestras vidas sociales: vernos más en pantalla que en persona.

Notas

(1) Comentario en Facebook al posteo «Lo de las selfies avanza, sigan enviándome sus selfies que me sirven de inspiración y objeto de estudio» de Pelao Carvallo con fecha 31 de marzo de 2021 a las 14:25: https://www.facebook.com/pelao.carvallo/

(2) Acá explico esa idea: https://www.clacso.org/anarquismo-en-tiempos-de-punkdemia/

Observaciones

Este artículo fue publicado en su versión inicial en el desaparecido fanzine web Agenda Oculta bajo el título «Santa Selfie que nos das fuerzas para soportar la pandemia».

Agradezco la inspiración, las selfis y el acicate de Johanna González, Amaranta Rocío, Sebastián Kohan Esquenazi, Pamela Avellana Mella, Negri Garcete y tanta otra querida gente.

*Pelao Carvallo es militante anarquista, analista político, comunicador, presidente de la organización Familias por la Educación Integral en Paraguay (Feipar) y miembro de la red pacifista internacional War Resisters’ International (WRI-IRG) y del Grupo de Trabajo Clacso / Memorias colectivas y prácticas de resistencia.

"A cada propuesta del capital, responde una re-creación popular"
"A cada propuesta del capital, responde una re-creación popular". (Selfi del autor, coherentemente.)
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