Historias perdidas del anarquismo paraguayo (IV). El inquisidor como antropólogo y el anarquismo paraguayo en los años sesenta

En esta cuarta entrega de la serie «Historias perdidas del anarquismo paraguayo», el investigador Mariano Damián Montero rescata del olvido un extraño episodio de 1983, el arresto de un oscuro ciudadano que trajo consigo una revelación inesperada.

Arce Vera en su foto de prontuario de enero de 1983 (fuente Archivo del Terror, Asunción, Palacio de Justicia)
Tranquilino Arce Vera en su foto de prontuario de enero de 1983 (Fuente: Archivo del Terror, Asunción, Palacio de Justicia)Artist-freed

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El 6 de enero de 1983, agentes policiales del régimen estronista detuvieron en su lugar de trabajo a un señor de 69 años, Tranquilino Arce Vera. Apenas una semana antes habían irrumpido en su vivienda por una simple orden de desalojo por falta de pago del alquiler. Entre las pertenencias personales que sacaron del inmueble se encontraron con una sorpresa: pilas de documentos –folletos, libros y cartas– vinculados a una militancia anarquista en la Asunción de los años sesenta, aspecto del que prácticamente no existen testimonios ni estudio alguno.

El título de este artículo remite a un texto del historiador Carlo Ginzburg publicado originalmente en sueco en 1988; el tema que sobrevuela sus páginas es cómo la conservación de los archivos de instituciones represivas permite reconstruir la trayectoria de personas o colectivos perseguidos, o, en palabras del propio Ginzburg, cómo «El impulso de los inquisidores hacia la búsqueda de la verdad (de su verdad, por supuesto) nos ha entregado una documentación en extremo rica, es cierto, pero también una documentación que está profundamente distorsionada por las presiones físicas y psicológicas que caracterizaban a esos procesos de brujería» (1). Si trasladamos esta cuestión planteada por Ginzburg a la represión estronista y a los centenares de «declaraciones» –extraídas la mayoría de ellas mediante torturas, claro está– de detenidos que se conservan en el Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, más conocido como el «Archivo del Terror» del Palacio de Justicia, entenderemos la analogía entre los antropólogos y los inquisidores, o, en nuestro caso, los represores paraguayos.

Muchas trayectorias e itinerarios de militantes sociales de todas las corrientes de la izquierda, socialistas, anarquistas, comunistas y un largo etc., quedarían olvidadas y desconocidas si en 1992 no se hubiera hallado la documentación que hoy conocemos como «Archivo del Terror», la cual, paradójicamente, permite reconstruir los itinerarios de muchos de ellos. Algunos consideran que con estos documentos no se puede trabajar porque están totalmente distorsionados por los interrogadores, es decir, no tenemos forma de saber cómo era el discurso de ese interrogado antes de la interrogación. Sin embargo, como plantea Ginzburg, siempre hay resquicios, fallas en la «operación inquisitorial» de la autoridad que interroga; y si el investigador se maneja con los cuidados y precaución debidos, se puede extraer información muy valiosa e inédita.

Arce Vera en 1965, foto de una entrada a Brasil en 1965 (fuente www.familysearch.org)
Tranquilino Arce Vera en 1965; foto de una entrada a Brasil en 1965 (Fuente: www.familysearch.org)

Volviendo al comienzo, aspectos de la trayectoria de Arce Vera y del reducido núcleo anarquista de Asunción articulado alrededor de la figura de Ciriaco Duarte durante la década los sesenta nos serían desconocidos si el propietario de la vivienda alquilada por Arce Vera no hubiera efectuado el desalojo y si la policía estronista no hubiera manejado la hipótesis de una «célula dormida» anarquista en el Paraguay de los ochenta.

Lamentablemente, ni Ciriaco Duarte ni Ignacio Núñez Soler en sus libros testimoniales (2) nos ofrecen información sobre el núcleo anarquista paraguayo sobreviviente durante los años sesenta. ¿Qué datos nos aportan estos papeles inquisitoriales? Fundamentalmente, la existencia de un fuerte vínculo con la agrupación anarquista uruguaya conocida como «Comunidad del Sur» (Montevideo). En un documento secuestrado de su vivienda, este grupo uruguayo agradece en 1964 la colaboración de 500 pesos uruguayos de «los compañeros anarquistas de Asunción». En una carta con fecha 18 de abril de 1964, firmada por Raquel Rosalba, los integrantes de la «Comunidad del Sur» informan a sus pares paraguayos sobre el proyecto de construcción en Montevideo de un «Barrio Cooperativo», para «nuestra realización concreta de vida libertaria en común, gracias a la solidaridad de aquellos que buscan dentro del caos actual abrir una brecha hacia un mundo nuevo, de justicia, libertad, y fraternidad entre los hombres».

También la actividad que Arce Vera declaró haber desarrollado entre 1945 y 1970 –cooperativista arrocero– tiene relevancia, porque confirma la línea de acción propuesta por el anarquismo paraguayo nucleado alrededor de Ciriaco Duarte: el impulso a la creación de cooperativas de consumo y de producción como medio para vencer a la mecánica del sistema comercial capitalista con sus propias armas y en forma legal, tal como lo expresan sistemáticamente los artículos publicados en el último periódico anarquista paraguayo de salida regular Cultura Socialista entre junio y diciembre de 1946, en el contexto de la «Primavera Democrática».

Otro punto interesante son los intercambios de folletos y periódicos con organizaciones de Argentina y Uruguay. Por ejemplo, afirmó que en 1957/58 se suscribió a la revista libertaria Reconstruir (1946-1959), semestral, que editaba en Buenos Aires la Federación Libertaria Argentina (FLA). Parte de los documentos secuestrados confirman que Arce Vera adquiría muchos libros de la Editorial Reconstruir y enviaba dinero para colaborar con la FLA. Algunos de los materiales secuestrados en su casa fueron: Colección de Voluntad (1956-1965), periódico anarquista uruguayo; Acción Libertaria, órgano de la FLA; Reconstruir, revista de la FLA; colección de la publicación Carta Cultural para el desarrollo de la democracia social en el Paraguay (1968), cuyo secretario de redacción era Ciriaco Duarte; varios libros de las editoriales Reconstruir y Proyección; 24 ejemplares de Hombres y obras del sindicalismo libre en el Paraguay, de Ciriaco Duarte, lo que implica que Arce Vera distribuía ese libro; Marxismo y socialismo libertario, de Daniel Guérin; Anarquía y orden, de Herbert Read; y La libertad entre la historia y la utopía, de Luce Fabbri, entre otros.

Finalmente, la curiosidad del «inquisidor», su deseo de querer comprender qué significaba ser «anarquista» o «socialista libertario» en la Asunción de 1983, lo llevó a transcribir en su ficha de detención lo siguiente: «Se considera de tendencia ANARQUISTA, o sea, se define como “Socialista Libertario”, en oposición al Marxismo que es “socialista autoritario”», además de aclarar que, según Arce Vera, los que se consideran anarquistas «quedan reducidos a cuatro y paramos de contar. Y cuatro personas, sabemos también, a ningún país o gobierno asustan».

Notas

(1) Ginzburg, Carlo. El inquisidor como antropólogo. En C. Ginzburg, Tentativas. El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de las culturas subalternas, Bogotá: Ediciones Desde Abajo, 2014, p. 212.

(2) Duarte, Ciriaco. El sindicalismo libre en el Paraguay. Asunción: Banco Paraguayo de Datos, 1982; Núñez Soler, Ignacio. Evocaciones de un sindicalista revolucionario. Asunción: Emasa, 1980.

Fiesta en la “Comunidad del sur”, Uruguay, 1975.
Fiesta en la “Comunidad del sur”, Uruguay, 1975.
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