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Hace casi veinte años, Christian Ferrer definió la figura del anarquista como la de «un mamífero cuyo último ejemplar fue avistado décadas atrás» (1). Y mucho antes, a principios de la década de 1980, Alfredo Seiferheld presentó a Ciriaco Duarte como «uno de los últimos exponentes del anarquismo paraguayo» (2). Parecería que habláramos de una especie extinguida, cuya comunidad desapareció aún antes que ellos. En líneas generales, utilizando una metáfora del fútbol actual, se puede afirmar que la figura de Rafael Barrett, el Nuevo Ideario Nacional y la Toma de Encarnación arrastran las marcas de aquellos investigadores o lectores interesados en el anarquismo paraguayo, resultando en la existencia de amplias zonas de su historia marginadas y estableciendo 1931 como una frontera cuyo paso se encuentra prohibido.
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Esta invisibilización del anarquismo posterior a la Toma de Encarnación se debe, básicamente, a dos razones. La primera y principal es que, efectivamente, las diferentes corrientes del anarcosindicalismo alrededor del mundo –con excepción de España–, luego de aproximadamente medio siglo de influencia en el movimiento obrero (1880-1930), iniciaron un período de marcado declive hasta desaparecer como opción válida en el mundo gremial a principios de los años cuarenta, y Paraguay no fue la excepción.
La segunda razón de este carácter mitológico es la ausencia de fuentes para reconstruir su historia, especialmente de 1930 en adelante. Entre 1906 y 1948 solo 16 periódicos anarcosindicalistas se publicaron en el Paraguay, cifra ínfima frente a las de sus vecinos de la región (3). Salvo el caso del semanario La Palabra (1930-1931), digitalizado en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, ninguna colección del resto se conserva en repositorios paraguayos. En esto no es ajeno aquello que los investigadores Horacio Tarcus e Ivana Margarucci denominaron «Archivo Imperial», es decir, el escenario donde estas colecciones existen, pero se encuentran en bibliotecas de Estados Unidos o Europa.
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Un estado de la cuestión del anarquismo y anarcosindicalismo en el Paraguay demuestra lo poco que se ha estudiado el tema: las dos obras mencionadas en artículos anteriores, de Francisco Gaona (1967) y Milda Rivarola (1993), donde se aborda su estudio en forma secundaria; dos libros testimoniales, de Ciriaco Duarte y de Ignacio Núñez Soler; y dos biografías de Ciriaco Duarte, una escrita por su hija, y otra por un investigador, pero ambas muy breves.
A diferencia de otros campos historiográficos de la región, donde existen amplios estudios sobre el anarquismo, en el caso paraguayo nos encontramos con un desierto, motivado, en parte, por esa falta de un fondo documental a la que hicimos referencia, y por las características propias del campo historiográfico paraguayo, muy identificado con la élite económico-social del Paraguay, el cual destina sus recursos y energías a continuas repeticiones sobre representaciones de la Guerra de la Triple Alianza, la Guerra del Chaco, o el papel de la mujer paraguaya y sus mitos como nación, los cuales excluyen otras representaciones opuestas sostenidas por el anarquismo o el anarcosindicalismo, como el antimilitarismo, el ateísmo y anticlericalismo.
Este extenso prólogo –para un artículo de poco más de mil palabras– es un intento de comprender por qué razón no sabemos prácticamente nada de quienes, arbitrariamente, se me ocurrió llamar «los cuatro de 1938». Me refiero a Francisco Isasi, nacido en Quindy, Paraguarí, el 3 de diciembre de 1900, hijo de Inocencio Isasi y Nazaria Acosta, quien se desplazó muy joven a Asunción, donde aprendió el oficio de carpintero y electricista; Juan Gregorio Núñez, obrero panadero, nacido en Asunción el 9 de mayo de 1899, hijo de Juan Pablo Núñez y Ramona Gassi (o Gossi); Víctor Gómez, también obrero panadero, oriundo de San Bernardino, donde nació el 14 de mayo de 1897, hijo de Damiana Gómez, madre soltera; y Pedro Viñales, mecánico, nacido el 13 de mayo de 1901 en Asunción, hijo de Santiago Viñales y Rosa Samaniego.
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Los cuatro fueron detenidos juntos en noviembre de 1938 bajo el gobierno autoritario cívico-militar de Félix Paiva, que ante una coyuntura de huelgas obreras renovaba por cuatro meses más el estado de sitio. Una semana antes de la detención, el jefe de Policía, Sigfredo Melgarejo, emitió un edicto en que se prohibía «el uso y ostentación en público de divisas, uniformes, insignias, estandartes y cualquier otra característica que responda a ideologías extranjeras». Sus prontuarios no especifican el motivo de la detención, pero el contexto sí. Una sola palabra bastó para justificar su detención: «anarquistas». De los cuatro, Isasi es el que poseía una trayectoria dentro del anarcosindicalismo de la cual quedaron vestigios: afiliado a la Sociedad de Resistencia de Obreros Ebanistas, Similares y Anexos a partir de principios de los años veinte, con el tiempo formó parte de su sector más identificado con el anarcosindicalismo. En su prontuario policial se menciona que en enero de 1924 se lo desterró a Brasil por «ser anarquista peligroso». El otro fragmento encontrado de su itinerario es que en julio de 1928 fue designado como delegado para representar a su gremio en la Asociación Federalista Libertaria, una de las últimas organizaciones anarquistas paraguayas.
El otro que portaba una historia particular es Juan Gregorio Núñez, hermano mellizo de José Gregorio Núñez, panadero anarcosindicalista y autor material del asesinato del ex dirigente panadero Julio Turlán, historia que narramos en la entrega anterior de esta serie. Diferentes son los casos de Pedro Viñales y de Víctor Gómez, de quienes solo nos quedan sus rostros y datos básicos.
¿Qué surge de esta escasa información? ¿Hay moraleja o conclusión? Solo se me ocurre pensar que «los cuatro de 1938» expresan un rechazo a esa idea de seres extintos. Parafraseando a la antropóloga paraguaya Anamaría Ashwell, la herencia del anarquismo paraguayo es una red de agujeros, y es tarea nuestra coserlos y rellenarlos con investigación.
Notas
(1) Ferrer, Christian, Cabezas de tormenta. Ensayos sobre lo ingobernable, Buenos Aires, Anarres, 2006.
(2) Seiferheld, Alfredo, Conversaciones político-militares, Vol. II, Asunción, El Lector, 1984.
(3) Nos referimos a El Despertar (1906-1907), Germinal (1908), La Rebelión (1908-1909), Tribuna (1909), El Alba (1909-1910), Tierra Libre (1913), Hacia el Futuro (1913-1914), Prometeo (1915-1916), La Protesta Humana (1915), El Surco (¿1920?), El Combate (1916-1920), Renovación (1920-1926), La Palabra (1930-1931), Emancipación (1941), Cultura Socialista (1946) y El Sol (1948).
Fuentes archivísticas y visuales
Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, Asunción, Paraguay.
Libro de actas de la Sociedad de Resistencia de Obreros Carpinteros y Anexos, 1905-1928, Archivo Gaona, Centro de Documentación y Estudios, Asunción, Paraguay.