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El miércoles, el periodista estadounidense Ben Shapiro apareció en el programa Piers Morgan Uncensored. Morgan recordó que en 2011 Shapiro había tuiteado: «Me encantaría escribir un libro titulado Grandes idiotas de la historia. Rachel Corrie estaría en la lista», y le preguntó si se arrepentía de haberse expresado así. Shapiro respondió que no, y agregó que Rachel Corrie era una «idiota útil» al servicio de «fuerzas nefastas» (1).
¿Pero quién fue Rachel Corrie?
Rachel Corrie, la hija menor de Craig y Cindy Corrie, nació en 1979 en Olympia, Washington, y sus diarios, diarios de una joven normal que crece en una familia estadounidense de clase media y en un encantador escenario pueblerino, hablan de salidas con chicos, música de moda y sueños de ser artista. Hasta que en 2003 se unió al International Solidarity Movement y partió, con otros activistas, a vivir en casas de familias palestinas de la Franja de Gaza para tratar de impedir que el Ejército israelí las demoliera.
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Ya en la ciudad de Rafah, en el sur de Gaza, solía sentarse en un cibercafé del centro a teclear los informes del ISM y escribir a sus amigos y familiares correos electrónicos sobre la extrañamente cruel realidad de ese lugar en el que las personas eran impunemente maltratadas todo el tiempo y, entre redadas y disparos, vivían hacinadas en guetos donde cada día podía ser el último. Les hablaba de las familias en cuyas casas se hospedaba, de cómo compartían su escaso pan con ella, de la tortura de la sed y los puestos de control, de los niños que había visto morir a balazos en las incursiones israelíes, del terror de los vuelos rasantes de los helicópteros en medio de la noche, del despiadado asesinato a cuentagotas de todo un pueblo.
Un día la entrevistaron unos periodistas de la cadena Middle East Broadcasting. «A veces –les dijo–, me doy cuenta de pronto de que estamos rodeados por una gigantesca maquinaria militar que intenta matar a las personas con las que estoy cenando».
¿Pero qué hizo Rachel Corrie para «estar en la lista» de Shapiro?
Ben Shapiro no es el único que recuerda a Rachel Corrie. En 2004, por ejemplo, el músico Philip Munger compuso una cantata, The Skies are Weeping, sobre Rachel. Se iba a estrenar el 27 de abril en la Universidad de Alaska Anchorage, pero el estreno fue cancelado en medio de una avalancha de acusaciones de «antisemitismo».
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Rachel Corrie también dio nombre a uno de los barcos que en mayo de 2010 integraron la «Flota de la Libertad», que intentó burlar el bloqueo para llevar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y fue asaltada por soldados israelíes que terminaron con la vida de nueve pasajeros.
La cantata de Philip Munger finalmente se estrenó en noviembre de 2005 en el Hackney Empire Theatre de Londres, con el respaldo de figuras como el Nobel de Literatura inglés Harold Pinter, el lingüista Noam Chomsky y la actriz británica Julie Christie.
¿Pero qué pasó con Rachel?
A las 2 de la tarde del domingo 16 de marzo de 2003, un compañero del ISM la llamó al celular: «Creo –le dijo– que los israelíes se dirigen a la casa del doctor Samir». El farmacéutico Samir Nasrallah vivía en el barrio de Al-Salam con su esposa y sus hijos. Rachel pasaba con frecuencia la noche con ellos. Tomó un taxi y con otros siete activistas voló al lugar a tratar de impedir que el ejército israelí demoliera la casa del doctor. Como siempre, por seguridad, llevaban altavoces y chalecos fosforescentes, a fin de que los conductores de los tanques los vieran y escucharan.
Cerca de las 5 de la tarde, uno de los enormes bulldozers blindados del Ejército israelí comenzó a dirigirse pesadamente hacia la casa. Rachel se paró delante –con su altavoz y su chaleco, como le habían enseñado– para que se detuviera.
Y entonces sucedió algo absurdo y terrible. El bulldozer caterpillar D-9R no se detuvo.
Rachel retrocedió, resbaló, cayó, trató en vano de levantarse, el bulldozer siguió avanzando, la arrolló, le rompió las piernas, le destrozó las costillas, la columna vertebral, el cráneo, los pulmones…
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Lograron llevarla en una ambulancia al hospital Al-Najar, donde, a las seis y media de la tarde de ese domingo de marzo, fue declarada muerta. Tenía 23 años.
Esa fue la persona a la que Ben Shapiro llama «idiota».
Pero Shapiro no es el primero que rebaja intelectualmente a Rachel Corrie para culparla de su propia muerte. En 2012, un tribunal israelí exoneró de responsabilidad al conductor del bulldozer que la mató porque, según la sentencia, el «infortunado accidente» se debió a que ella desoyó las llamadas de los soldados a retirarse de la zona. El Estado, de acuerdo al veredicto, no tenía por qué asumir ninguna responsabilidad legal ni económica, ya que Rachel se puso voluntariamente frente al bulldozer.
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No ha sido tampoco Rachel la única insultada para impedir que se conozca su tragedia. Quizá los lectores recuerden que en enero de 2016, cuando Alan Rickman –el famoso Severus Snape de la saga de Harry Potter– falleció, hubo un alud de tuits, comentarios y publicaciones «informando» que se trataba de un malvado «antisemita» cuya muerte había que celebrar.
Es que la muerte no impone –como tampoco la vida– el mismo respeto a todos. Dos días después de aquel domingo negro de la muerte de Rachel, el martes 18 de marzo de 2003, un grupo de amigos se congregó para recordarla con un pequeño homenaje en el campo de refugiados de Rafah, y en medio de la ceremonia, informó el diario británico The Guardian (2), varios tanques del ejército israelí irrumpieron en el lugar y arrojaron gas lacrimógeno a los presentes.
En cuanto a Rickman, la campaña de difamación que lo persiguió hasta la tumba –y más allá de la tumba– se remonta a 2005, cuando la obra teatral My Name is Rachel Corrie, escrita por él y la periodista Katharine Viner a partir de los diarios y cartas de Rachel, fue estrenada en el Royal Court Theatre de Londres.
Así pagó el recordado actor y director británico la osadía de contar la historia de Rachel Corrie.
Notas
(1) Ben Shapiro entrevistado en Piers Morgan Uncensored, miércoles 31/01/2024. En línea (en inglés): https://www.youtube.com/watch?v=Dgyh8NX7pZU
(2) Chris McGreal: «Activist’s memorial service disrupted». The Guardian, 19/03/2003. En línea: https://www.theguardian.com/world/2003/mar/19/israel